Su dentadura tenía aproximadamente solo cuatro dientes súper negros y repletos de sarro. Este, se recogió las mangas de la camisa blanca y sacó con los huesos de su mano una gran cantidad de algodón y se lo introdujo completo en su boca.
Por eso, las llagas que traía encima, en casi todo su cuerpo, se le veían los huesos y los gusanos comiendo de su carne. Por ese motivo, la ropa tan tapada que llevaba junto al saco encima de sus piernas. Y por esa razón, también, el sombrero que siempre cubría la parte tétrica del poco rostro que le quedaba.
En ese mismo momento, cuatros cuervos se subieron encima del cristal delantero, todos súper alborotados. Una señora caminaba junto a su hijo de unos doce o trece años, iluminando el camino con una lámpara de gas, ella al reconocer ese viejo y deteriorado vehículo gritó como loca «Los Hermanos», saliendo a toda prisa con su lámpara e hijo agarrados de mano.
Paula empezó a soltar gritos que se volvieron eufónicos en pocos segundos, motivo del pánico. Los nervios le aumentaron junto a su presión y ese pavor que sentía por lo desconocido explotó a su límite máximo. Además, las pocas creencias que tenía sobre estos temas les sirvieron para creer en lo malo como en lo bueno, pero en esa ocasión fue bastante tarde...