Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 2

Su madre estaba en el suelo, desmayada, su rostro estaba blanco como la nieve y estaba sudando como nunca lo había hecho.

—¡Usted debe irse ahora mismo! —Gritaba Roger.

—Me temo que no podré hacerlo, señor, Myers, he esperado este momento desde hace veinticinco años que le entregué a estos muchachos.

—¡Deje a Jimmy y a Stuart fuera de esta conversación y de sus asuntos!

—No puedo creer que les hayan puesto esos nombres tan ridículos. Merecen más que eso.

—Ellos ahora son nuestros hijos, no suyos... —Su madre despertó y miraba desde el suelo al hombre como si estuviera viendo a un fantasma.

—Tampoco son míos, no se preocupen, yo sólo fui el mayordomo de su familia. Su amigo más cercano, su consejero de confianza.

Jimmy y Stuart estaban atónitos, no lograban procesar toda la información que estaban recibiendo.

—¿Entonces no somos hijos de ustedes? —Jim entró a la conversación.

—No es momento para hablar de esto, hijos, váyanse a su habitación —dijo su padre mientras levantaba a su madre para sentarla una silla.

—No me puedo creer que no les hayan dicho…

Roger se incorporó y tomó al hombre del cuello, empujándolo hacía afuera de un tirón.

—¡No lo quiero volver a ver aquí jamás! —Gritó.

—No los puede alejar de su destino, no les puede impedir que sepan la verdad, y no detendrá lo que hoy acaba de empezar. —La elegancia del sujeto proyectaba una paz agobiante. Estiró la mano y lanzó una tarjeta al suelo—. Si no llaman aquí en dos días, vendré por ellos a la fuerza.

A su espalda había un elegante carro, con un chofer esperándolo al lado de la puerta del copiloto.  

—Vámonos, Aivor —le dijo y éste le abrió la puerta para que entrara. Posteriormente entró por el lado del conductor y se marcharon de ahí.

—Ustedes dos nos tienen que explicar demasiadas cosas —dijo Jimmy. Stuart sólo estaba con la mirada perdida sentado en las escaleras.

—Hijo, me siento muy mal —se quejó su madre.

—No evitarás esto con lástima. ¿Quiénes son ustedes? ¿Quiénes somos nosotros?

Roger sólo los miraba detenidamente.

—No conocemos a ese hombre, lo decimos enserio…

—Martha, deben saberlo —su padre la interrumpió.

—No, Roger, mírame, no, ellos son nuestros hijos —lloró mientras tomaba a Rog del cuello y lo obligaba a verla directamente a los ojos.

—No somos sus padres biológicos… Si eso es lo que quieren saber…

—¡Y una mierda! —Stuart no se pudo contener mucho más—. ¡Por qué carajo nunca nos dijeron!

—Quisimos hacerlo al principio, pero…

—¿Pero? ¿Pero? ¿No crees que la decisión que tomaron fue muy egoísta? —Jimmy estaba totalmente molesto.

—Lo sentimos hijos, por favor. —Martha se levantó para intentar abrazarlos, a lo que ambos la evadieron quitándola con las manos.

—¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos aquí? —Stuart estaba demasiado impaciente.

—Al principio nosotros tampoco lo sabíamos… Ese tipo de la puerta sólo llegó corriendo lleno de sangre y mal herido con ustedes en sus brazos y nos los entregó. Creímos que estaba loco o algo por el estilo, pero luego vimos que lo estaban siguiendo personas con armas…

—Lo primero que pensamos fue que él se los había robado a ellos, pero si hubiera sido así no estuviera disparando a matar por precaución a no darles a ustedes… —Su madre se limpiaba las lágrimas del rostro.

—Entonces decidimos traerlos con nosotros a Estados Unidos porque esto sucedió en Italia cuando su madre y yo regresábamos de vacaciones… días después apareció en el periódico que una de las familias más poderosas de Italia… Si no es que la más importa… Había sido masacrada y asesinada por familias rivales…

—Entonces entendimos qué fue lo que pasó… Y que ustedes eran parte de la familia D’angelo…

—Pero deben entender que lo que quiera ese sujeto que vino, está fuera de su alcance, ustedes ya formaron su vida aquí, no son D’angelo, son Myers.

—Tras cada palabra que dices sólo me dan ganas de golpearte. —El enojo de Stuart era evidente.

—Esas no son formas de hablarle a tu padre —dijo su mamá.

—No crean que merecen respeto, nos mantuvieron viviendo en una mentira. —Jimmy parecía a punto de estallar de la furia.

—Era por su bien, ¿por qué no pueden comprender eso?

—Vámonos, Stuart, si aquí no encontramos las respuestas que necesitamos, probablemente ese tipo las tendrá.

—Vámonos.

Sin mirar atrás, los dos salieron de su casa entre los llantos de su madre y los gritos de su padre. No tenían nada más que lo que tenían puesto y dentro de sus bolsillos.

Jim se agachó frente a la puerta para juntar la tarjeta que había soltado el sujeto y se encaminó junto con su hermano a la línea más cercana que hubiera.




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