Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 12

—Por aquí, agente Jacob —le dijo Caro.

—Está bien, voy —contestó al levantarse del escritorio en su oficina personal que le dieron en la estación de policía.

Jacob Smith era un tipo alto de tez blanca, medía alrededor de un metro ochenta, tenía un cabello tan largo que le sobrepasaba las orejas si se lo dejaba suelto, aunque siempre se lo amarraba en una cola alta. No tenía barba ni bigote, se afeitaba a diario.

—Estos son todos los documentos que tenemos acerca de las organizaciones que nos pidió —le dijo en cuanto llegaron a una habitación llena de cajas con etiquetas blancas con información.

—Es perfecto, señor Caro —le agradeció—. Es todo lo que necesito.

—Sí, claro, cualquier otra cosa que vaya a necesitar no dude en pedírnosla. —Lo miró de arriba abajo.

—Lo agradezco mucho, lo tendré en cuenta.

Una vez que el jefe del departamento de policía salió de la habitación, Smith se acercó a leer cada una de las cajas detenidamente.

Jacob se tomaba muy enserio su trabajo, desde niño había sido una persona muy justa y honesta, era el tipo de persona que llevaba el lápiz que se encontraba en el recreo a la dirección para que se lo devolvieran al alumno que lo perdió. Tan honesto que llegaba a agobiarle a la gente que lo rodeaba.

 Tomó un par de cajas y las puso en la mesa que estaba al fondo del lugar para sacar los documentos y comenzar a leer. “Tríadas chinas”, decía la etiqueta de la primera caja que acercó a él.

“La única información que se tiene es que operan con armas de alto nivel sin registro, son dueños de las grandes apuestas y un movimiento de droga que ha sido difícil de rastrear”, se leía en el informe principal, además de otras cosas menos interesantes, ningún nombre, ninguna ubicación, nada, estaba vacío.

«El expediente está abierto desde hace seis años, ¿cómo es posible que no tengan absolutamente nada de información al respecto? ¿Armas sin registro?», se preguntó al leerlo.

Volvió a meter los documentos a su lugar correspondiente y acercó otra caja para leer su etiqueta; “Los Omega”.

“Organización de narcotráfico, operan con armas sin registro, distribuidores de drogas y sistema de protección a negocios”, se leía en el informe principal.

«¡Ja! ¿Sistema de protección de negocios? Si a pedir dinero para no destruírselos ellos mismos es protección…», se rio.

Guardó el expediente y acercó otra caja; “Mafia Italiana”, decía su etiqueta correspondiente.

“Movilización de droga poco común, manejo de apuestas, ataques a otras organizaciones, sobornos, operan con armas sin registro”. El informe era poco conciso y le faltaba demasiada información.

«¿Por qué todo lo que tiene que ver con grandes organizaciones está sin concluir y con información escasa y poco precisa? La única relación que se mantiene entre estos tres casos es la operación de armas sin registro, hay alguien que les vende armamento a las tres mafias», concluyó.

Salió rápidamente de la habitación de expedientes, recorrió un largo pasillo lleno de oficinas hasta llegar a la principal, la del oficial Caro.

—¡Lo tengo! —declaró al abrir la puerta.

El jefe de policía dio un salto del susto, tirando al suelo una caja que tenía en las manos. Como el buen hombre que era, Jacob se acercó a ayudarle a juntar los documentos.

—¡No es necesario, agente Smith! —insistía Caro mientras se agachaba a recoger todo rápidamente. Gotas de sudor le recorrían la cara y el cuello.

“Mafia Rusa”, se leía en la etiqueta que tenía la caja que estaba en el suelo.

—¿Y esto? —le preguntó extrañado al levantarla.

—Estaba por… llevársela, agente. Acabamos de recabar esta información —mintió. Se atragantaba al hablar.

—¿Cuándo? —cuestionó.

—Justo el día de ayer agregamos más información, por eso la tenía aquí en mi oficina. —Sus tartamudeos eran evidentes.

—Creo que me la llevaré para revisarla —le dijo.

—Por supuesto, aunque quería comprobar ciertos archivos antes de llevársela.

—No hará falta, yo los corroboraré. Por cierto, lo que le decía —continuó hablando mientras metía los papeles a la caja—; la única conexión que encuentro entre todas las organizaciones que operan en Nueva York es que todas usan armas sin registro, tal como está anotado en los expedientes.

—¿De verdad? —Caro sentía que el mundo se le venía encima. Se sentó en el escritorio de lo mareado que se sentía.

—Sí, de verdad. No será necesario buscar cada mafia por separado, si damos con la que les vende las armas podremos dar con todas al mismo tiempo. —Había terminado ya de recoger todos los papeles.

—No lo puedo creer, agente Smith. —Se puso pálido como un fantasma—. ¡Jamás lo habíamos pensado!

—Sin afán de ofender, se nota. Iré a revisar este expediente para después emprender la investigación.

—Espero haya suerte, Jacob —alentó Caro, sentía que la cabeza le estaba a punto de explotar.




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