Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 14

—¿Qué crees que diría tu hermano si se entera de esto? —le preguntó Anne estando acostada en su pecho desnudo. Las pocas mantas que los cubrían sólo tapaban de su cintura hacia abajo.

—Mi hermano sabría que eres una mujer por la que vale la pena perderlo todo —le contestó Antoni, quien estaba rozando el dedo índice en su pezón.

—¿Está bien lo que estamos haciendo? —De nuevo dudaba.

—Si nos gusta por supuesto que está bien, que de eso no te quepa duda, los problemas que puedan surgir no significan que sea porque esto esté mal. —Se acomodó para quedar frente a frente—. No será para siempre estar viviendo a escondidas. Cuando vayamos a Italia compraré una casa gigante para los dos, como la que mis padres tenían.

Anne sólo sonreía, quería creerle.

—Lo sé, Antoni, sé que nos iremos a Italia pronto. —Todavía tenía los muslos mojados, el sexo que tuvieron fue intenso, la vagina aún le palpitaba.

—Más pronto de lo que te imaginas —dijo mientras se levantaba de la cama y se comenzaba a vestir. Anne siguió su ejemplo—. Quiero que vayamos a almorzar a un lugar bonito —terminó dándole un beso en los labios.

Ella empezó a cepillar su cabello y al terminar se dirigió al baño.

«Acabo de dejarla temblando y aun así tiene vergüenza de que la vea vestirse», pensó Antoni.

Cuando terminó de ponerse su pantalón y camisa de botones blanca esperó pacientemente sentado en la cama del hotel a que ella terminara de arreglarse en el baño.

Anne salió con una camisa negra de manga larga y cuello de tortuga que le hacía resaltar sus senos y su figura, se veía esplendida con el cabello blanco contrastando el color de la ropa.

—Vámonos —le dijo.

—Como usted me ordene, preciosa —contestó mientras se levantaba y le daba una palmada en el trasero.

Ambos rieron con complicidad.

Llegaron al estacionamiento donde caballerosamente Antoni le abrió la puerta a Anne y después entró al asiento del conductor.

—Escuché por ahí que hay un bonito restaurante en Harlem, en Manhattan —sugirió Anne.

—Pues allá vamos —afirmó Antoni.




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