Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 17

—Nos vamos a Italia —anunció Rinaldi sorpresivamente.

—¿Qué? —contestaron los dos hermanos al unísono mientras entraban al despacho de la cárnica.

—En menos de un año —añadió con una sonrisita en la boca.

—¿A qué te refieres?, ¿qué pasa? —preguntó Giancarlo.

—He conseguido un contacto en Génova, donde antes vivían, y me dice que la familia Florenci está en grandes apuros, los juegos de apuesta y casinos ya no son tan efectivos. Además, la droga que distribuían es más cara de transportarla hasta allá desde Colombia. No les costea.

—Es nuestro momento de atacar —sugirió Antoni—. Tenemos dos veces el poder que tienen ellos. —Sonrió.

—Así es, hermanito. —Le devolvió la sonrisa.

—La paciencia es virtud de sabios, muchachos D’angelo —les dijo Rinaldi.

—¿Qué sigue ahora? —La impaciencia de Giancarlo era evidente.

—Logramos obtener ya demasiados amigos aquí en los estados unidos, la mayoría tienen gente que nos pueden proporcionar. En Italia aún hay un par de familias que los seguirán apoyando en cuanto se enteren que siguen con vida. Así que eso será lo principal que debemos hacer, hacerlos públicos.

—Todo el puto mundo se va a enterar de que los hermanos D’angelo siguen con vida —repitió entre risas Antoni.

—Y todo mundo en Italia va a reconocerlos y reconocer su poder. Tan sólo por su apellido apuesto a que más de una familia querrá acogerlos, sin embargo, con su apellido y demostrando el poder que han logrado obtener, esas mismas familias no los van a querer acoger, querrán ser sus aliados. —Rinaldi tenía una sonrisa pícara en el rostro.

—Además, podremos seguir exportando los psiconauticos a América cuando estemos en Italia, el señor Coppola estará encantado de traficar nuestras pastillas entre sus productos.

—¡Y para eso es que quería que primero se hicieron de renombre aquí antes de irnos a Italia!

—Además —añadió Antoni—, por un buen precio, Los Omega aceptarán unirse a nuestras fuerzas cuando sea hora de ir a Italia.

—¡Bien, bien! —festejó Rinaldi.

—Nacho se ha hecho de alrededor de noventa sujetos que son totalmente confiables…

—Además —interrumpió Antoni—, Anne ha conseguido más gente en su grupo de motociclistas, creo que ahora suman más de cuarenta.

—¡Esplendido! —La cara de Rinaldi se iluminaba tras cada palabra, sabían que a nadie más que a él le alegraba volver a Italia como el hombre de clase que era al servir a la familia D’angelo.

Estaban a nada de volver a convertirse en la mafia italiana más poderosa.




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