Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 33

Jacob tocó la puerta de los Myers, la brisa había comenzado a caer y no faltaba mucho para que lloviera a chorros. Salió la madrastra de los muchachos a recibirlo, como precaución, Smith no llevaba ninguna identificación en el pecho, la única que tenía la traía en el bolsillo, así nadie le ponía el ojo encima.

—Buenas noches, ¿qué se le ofrece? —preguntó la mujer.

—Buenas noches, mi nombre es Jacob Smith, me encantaría hacerle unas preguntas acerca de sus hijos, los D’angelo.

La expresión de la señora cambió por completo y casi empezó a sudar.

—No tenemos nada más que decir, le voy a pedir que por favor se retire —dijo e intentó cerrar la puerta.

Jacob puso su mano de por medio y con la otra sacó su placa del FBI.

—Se lo voy a decir una vez más, señora, vengo a hacer unas preguntas acerca de sus hijos —declaró mientras levantaba su identificación del FBI.

—¿Quién es? —Se acercó diciendo el padrastro.

—Soy el Agente Smith, del FBI, quiero hacerles unas preguntas acerca de los muchachos D’angelo, ¿puedo pasar, señores? —preguntó teniendo aún la mano extendida con su placa.

—En lo que sea que estén metidos esos cabrones no estamos al tanto, agente, le pediré que se retire. —El señor se acercó cojeando a intentar cerrar la puerta. Jacob dio una zancada hacia adentro y cerró la puerta detrás de él—. ¡Salga de mi casa! —gritó el padrastro.

—Roger y Martha Myers, creo que sus hijastros están metidos en cosas ilegales, tan sólo quiero hacerles unas preguntas y me iré sin renegar. Todo será confidencial.

La pareja se miró a los ojos durante unos segundos y después Roger asintió dejándose caer en una de las sillas que estaban en el comedor.

—¿Qué quiere saber? —preguntó.

—¿Notaron alguna vez algún comportamiento raro en sus hijos?

—Ese par de cabrones siempre han sido muy egocéntricos, pero nada del otro mundo.

—¿Nada que indicara que pertenecieran a una mafia o algo así?

—Nada, agente. Muchachos medio normales hasta que llegó el mayordomo de su familia.

—Bien, a eso quería llegar, cuénteme. —Jacob acercó una silla hacia él y se sentó frente a Roger. Martha estaba sirviendo agua para ambos, se le notaba nerviosa y con movimientos erráticos.

—Cuando Miguel Ángelo llegó los convenció como si nada con las primeras palabras que dijo. —La expresión en su rostro era de asco.

—¿Qué fue lo que dijo?

—“He regresado para que tomen venganza de su pasado” —dijo tratando de imitar la voz.

A Jacob se le erizó la piel

«Bingo», se dijo.

—¿Saben ustedes algo sobre Miguel? —Se acomodó en la silla.

—No, tan sólo que era el antiguo mayordomo de sus padres biológicos. Y que él fue el que nos los entregó estando moribundo. Al parecer quienes mataron a los señores D’angelo iban tras él y los bebés.

—Entiendo —asintió. Estaba anotando cosas en una pequeña libreta de bolsillo—. ¿Saben si él pertenecía a alguna mafia nueva o algo así?

—No, nada, la última vez que lo vimos fue cuando vino por ellos.

—Ustedes saben que los muchachos compraron casino, ¿cierto?

—Sí, lo sabemos, no entendemos cómo se hicieron de dinero para… ah… ya entiendo a qué quiere llegar.

—Sí, creo que están metidos en cosas ilegales.

—No sólo lo crea, es cierto. El día siguiente que fuimos a la televisión llegaron con un par de hombres a amenazarnos, que mantuviéramos la boca cerrada o acabarían con nosotros…

«Bingo», se dijo de nuevo.

—No son más que unos monstruos ahora —replicó Martha, quien había estado callada detrás de Roger luego de servir el agua.

—Me temo que así es, señores. Creo que es todo. —Se levantó de su asiento—. Muchas gracias por su tiempo. Si tienen algún tipo de información nueva vayan a la comisaría a hablar conmigo directamente. No confío en los demás policías.

—Claro que lo haremos, señor —dijo Roger—. Nos merecemos algún tipo de recompensa por la información, ¿no cree? —Se comenzó a rascar la palma de la mano.

«Esto debe ser una maldita broma», pensó.

Sacó de su billetera un billete de cien dólares y se lo entregó.

—Los esperaré en mi oficina si tienen novedades.

Salió de la casa sin mirar atrás, directo a su vehículo. Las gotas de la lluvia habían comenzado ya a caer.

—Salí de hablar con los padres de los D’angelo, bueno, con sus padrastros —dijo en la grabadora—, son un par de hijos de puta avariciosos. Me han dado información que confirma que Rinaldi ha convencido a los muchachos de que deben ir a Italia a matar a las mafias que asesinaron a sus padres biológicos. Al parecer están haciendo crecer de nuevo su mafia familiar aquí, no permitiré que esos hijos de perra se pasen la ley por los huevos, lo prometí en su día.




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