Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 35

Jacob llegó a toda velocidad a la comisaría. Completamente empapado y temblando como un perro. Subió corriendo a la oficina de Caro y abrió la puerta de par en par.

—¡Son los rusos los que le venden las armas a las mafias de Nueva York! —anunció. No podía guardárselo más, tenían que cooperar con él esta vez, ya no se podrían hacer más los ciegos.

Al oficial Caro, quien estaba acomodando unas carpetas en una estantería, le temblaron los pies y estuvo por caerse.

—¿Qué? —preguntó, fingiendo estar desconcertado.

—Son los rusos los que se encargan de surtir las armas a los mafiosos, a todos, a la triada china, a Los Omega, a los D’angelo… he destapado todo —dijo. Estaba ahogándose, no podía respirar bien, de la emoción, el miedo, el coraje y la adrenalina.

—¿De qué hablas, Jacob? ¿Qué carajo acabas de hacer?

De pronto, el teléfono de Caro comenzó a sonar.

El jefe de policía tuvo que agarrarse del escritorio para no caer, se puso pálido como un cadáver.

—Conteste —ordenó Jacob, estaba tomando bocanadas de aire. Todo el suelo a su alrededor estaba mojado, incluso otros reclutas de policía ya se habían acercado a ver por qué tanto escándalo.

—No será nada importante —titubeó Caro, intentado evitarlo a toda costa.

—Conteste, oficial Caro. —El semblante de Jacob cambió por completo. Estaba por poner su mano en el arma de su pantalón.

Caro estiró la mano, le temblaba como gelatina. Puso el altavoz en el teléfono y una voz habló.

—¡Atención oficial! Disparos en el hotel central de Manhattan, una mujer herida en atención médica, solicitan patrullas para ir al lugar.

El jefe de policía no había sentido tanto alivio desde hace tantos años, pudo volver a respirar.

—Afirmativo, cadete, puede mandar patrullas a revisar el lugar.

Jacob volvió a poner ambas manos frente a él, sosteniendo su pantalón.

—Interrogué a la mujer de Antoni D’angelo.

—Y una mierda —soltó Caro.

—Me ha contado todo, tenemos pruebas suficientes como para ir por ellos ahora mismo.

—¡Es más peligroso un ruso hijo de perra vendiendo armas sin registro a cualquier idiota! —exclamó Caro. Recordó el plan que tenía junto a Qiang en caso de que se diera esa situación.

—Creo que por primera vez estoy de acuerdo con usted, hay prioridades. —Genuinamente Jacob pensaba eso.

 




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