Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 36

—Ya nos temíamos que algo así iba a pasar —dijo Qiang. Hablaba tan lento que daba pereza escucharlo.

—Pero no tan pronto, hijo de la grandísima puta. —Caro tenía una mano frotándose la sien. Se refería a Jacob Smith.

—¿Qué es lo que tienen pensado hacer? —preguntó Giancarlo, quien estaba igual de enfadado que Rinaldi. Ambos sabían que algo así pasaría por culpa del amorío entre Antoni y Anne.

—El plan es verdaderamente simple —declaró Wong, estaba recargado en una pila de cajas detrás de todos.

Estaban todos reunidos en la bodega de las afueras de Queens rodeados de hombres y mercenarios, alrededor de cincuenta. Ahora que habían hecho pasar la casa de Qiang como la de Caro, ya no podían reunirse allí.

—Vamos a hacer un operativo de búsqueda y registro en todas las fábricas de Nueva York, acorralando así a Dimitri, quien se ha vuelto tan rebelde últimamente que ni siquiera para vender armas sirve ya —decretó Caro.

—¿Vamos a delatarlo? Cuando lo capturen hablará y dará todos nuestros nombres. —Antoni no entendía.

—No lo van a capturar —dijo Giancarlo, ya había captado lo que querían hacer.

—Vamos a matarlo, Toni —replicó Qiang.

El tipo era un idiota, pero acabar con él por la espalda le parecía muy bajo para gente tan de alta gama como eran ellos.

—¿Cómo? —Giancarlo se veía interesado.

—Dejaremos una pista por ahí —agregó Caro—, que delate información acerca de él. Haré todo lo posible para quedarme a solas con Dimitri y matarlo para que no pueda darle ninguna información al agente del FBI.

—Tenemos la gran ventaja de que el agente Smith no se ha interesado en llamar a más personas del FBI, parece que quisiera llevarse el mérito por si solo —declaró Aivor, quien se había mantenido callado todo este tiempo.

—Realmente no quiere llamar a ningún compañero porque la última vez que trabajó en conjunto con alguien más los mataron y torturaron frente a él. Leí su expediente. —Caro se quitó sus lentes y los limpió con el borde de su camisa.

—¿Cuándo lo harán? —preguntó Antoni.

—Eso tiene que ver más con ustedes que con nosotros —dijo Caro—, recuerden que él ya los tiene en el punto de mira, en cuanto atrapemos a Dimitri irá detrás de ustedes. Deben estar listos para partir en este mismo mes.

—¿Cómo? —Se metió Rinaldi a la conversación—. Todos los documentos y boletos y absolutamente todo lo tenemos previsto para dentro de casi dos meses.

—No nos podemos esperar tanto, de hecho las búsquedas en las fábricas ya comenzaron. Tengo pensado plantar la pista esta misma semana.

—¡Carajo! —exclamó Rinaldi—. Aivor, vámonos de aquí, hay que empezar a modificar todo. Los veré en la cárnica muchachos —les dijo a los hermanos D’angelo—. Hasta pronto —se despidió en general y se marchó con Aivor pisándole los talones.

—El viejo se preocupa de más —declaró Antoni.

—Tendrá sus razones para hacerlo —añadió Giancarlo—, ¿qué debemos hacer nosotros?

—Ustedes deben perder el rastro —dijo Qiang—, casi esconderse si le quieren llamar así. Pasar desapercibido.

—Tienen toda esta semana para cerrar los tratos que deben cerrar y estrechar las manos que deban estrechar —agregó Caro.

—En cuanto a nosotros, saben seguiremos aquí distribuyendo toda su mercancía —añadió el chino—, en estos seis meses hemos ganado más que en un año entero con la nuestra.

—Lo mismo digo de mi parte, la policía seguirá haciéndose de la vista gorda ante sus distribuidores. Tenemos fichado a Nacho para que por mucho que lo vean vendiendo o algo así, lo ignoren.

—¿Y por qué no simplemente matan al del FBI? —preguntó Nacho en cuanto lo mencionaron. Todo el tiempo estaba moviendo el pie de arriba abajo.

—Como se nota que te has pasado la vida vendiendo Coca —se rio Qiang.

—Vamos a ver, Nacho —habló Caro—, si se muere aquí un agente del FBI por culpa de las mafias, nos mandaran a todo el puto departamento, ¿entiendes?

—Tiene sentido —su acento era placentero de escuchar.

—¿Y qué hay del choque automovilístico? —preguntó Wong.

—¿Sigues con la misma idea? —El jefe de policía no lo podía creer.

—Los choques automovilísticos son demasiado obvios —añadió Giancarlo. Tenía el ceño fruncido, estaba analizando la situación.

—Justo eso dijo Caro —agregó Qiang.

—Justo eso dije yo —afirmó el policía—. Pero aún tenemos varias horas para pensar cómo actuar después de lo de Dimitri. Deben agradecerle a Santafé que gracias a él han quedado justificadas las armas que llevaban usted y Anne en el hotel, además de los disparos que hizo en el lugar público.

—Siempre estaremos agradecidos con ese cabrón mujeriego.

—Ah, ¿ya lo vio en acción? —Caro soltó una carcajada.

—Estaba en el casino apostando rodeado de mujeres, más de las que creo que podría aguantar encima suyo.

—Es un putero —añadió Qiang—, pero no le quita lo efectivo que ha sido.




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