Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 39

—Aquí Caro, me estoy acercando por la puerta principal —dijo por la radio que llevaba en el pecho—, hay cuatro camionetas estacionadas afuera, cambio.

—Becker entrando por la parte trasera —le respondieron—. Por este lado hay tres camionetas más, cambio.

—Recuerden que pueden usar fuego a discreción, cambio.

—Entendido, cambio.

Todos los policías en el operativo escuchaban lo que decían.

En la puerta había tres personas cuidándola, no podían pasar si no las neutralizaban. Jacob, Caro y otros cinco policías estaban escondidos detrás de los autos que estaban estacionados fuera.

Con señales de su mano dio la orden de neutralizar a los guardias, llevaban silenciadores y la lluvia era ensordecedora, no habría problema alguno.

Jacob se levantó junto con el jefe de la policía y con su fusil de asalto en modo semiautomático dieron disparos certeros en la cabeza, acabando con los objetivos.

—Adelante —ordenó a los compañeros que iban con ellos.

Caminaron agachados hasta llegar a la puerta para abrirla un poco. Dentro estaba un tipo con gorra roja y un chaleco negro platicando con dos personas asiáticas.

«Te tenemos, hijo de perra», se dijo Caro.

—Atención, procedan a entrar y abrir fuego a discreción a todos los sujetos, cambio —dijo por la radio.

«¿A todos?», se repitió Jacob.

Tan sólo soltó el botón del parlante y las balas volaron por los aires. Los gritos de guerra, de susto y de agonía se empezaron a escuchar por doquier. La lluvia se colaba al recinto y hacía parecer que llovía sangre.

Jacob abrió la puerta de un golpe y apuntó su arma a los dos asiáticos que estaban frente al tipo de gorra roja y accionó el gatillo un par de veces, acertando en los pies y manos de los tipos, inmovilizándolos.

«Estos tipos merecen ir a la cárcel, no una muerte rápida», se dijo.

Movió la mira de su arma hacia el tipo del chaleco de lana negro pero antes de dispararle se escabulló entre las cajas como una rata y se perdió de vista.

Jefferson ya se había acercado con el helicóptero para tener visión desde los aires en caso de que quisieran escapar.

Se escuchaban gritos en ruso y chino por el lugar, era claro que no eran estadounidenses nadie de los dos bandos. Varios sujetos se colaron por los agujeros del lugar e intentaron llegar hasta los autos que estaban afuera, pero ya los estaban esperando varios policías para acabar con ellos.

—¿Dónde está el tipo de la gorra? —Gritó Jacob mientras miraba a su lado—. ¡Es Dimitri Ivanov! ¡Lo necesitamos con vida! —Jacob lo reconoció al verlo. Más de una vez mostraron su foto en las oficinas del FBI.

 Pudo ver una parte del cuerpo de Caro meterse entre las cajas por donde vio escapar al ruso.

 

Caro saltó por encima de unos costales y cajas de madera para encontrarse con un agujero en el suelo que daba a los desagües.

«Puto Dimitri de mierda, te metiste al lugar donde siempre has pertenecido», maldijo.

Tomando una gran bocanada de aire dio un salto al interior, cayendo entre charcos de excremento y orina, las aguas negras le alcanzaban a cubrir los zapatos. Había dos caminos en el interior, pero uno de ellos estaba tapado con pedazos de concreto así que sólo pudo haberse ido por el otro. Comenzó a correr en esa dirección apuntando con su revolver y una linterna, a lo lejos notaba el color rojo de la gorra de Dimitri alejarse más y más.

—¡Dimitri! ¡Soy Caro! —gritó.

«Pendejo imbécil», se dijo a sí mismo mientras volteaba hacia atrás, si alguien hubiera entrado tras él lo hubiera escuchado decir eso. Afortunadamente nadie lo seguía.

Dimitri se detuvo un momento y giró la cabeza en su dirección.

—¡Sé lo que quieren hacer! —gritó. Su voz imponía demasiado.

—¡Espera! —El ruso había comenzado a correr otra vez.

—¡Son unos putos traidores! —Se le escuchaba gritar a lo lejos.

Caro no soportaba el olor, le hacía tener arcadas y eso impedía que pudiera correr bien.

 

Jacob examinó el agujero por el que probablemente entraron Ivanov y el jefe de la policía. Los disparos habían cesado ya, faltaba por capturar sólo a Dimitri.

«No tengo de otra», se dijo, y saltó hacia el agujero.

Empezó a caminar por el único camino que había disponible y muy a la lejanía podía ver una gota de luz y el retumbar de algunos gritos inentendibles.

 

Ya se podía ver la poca luz de la noche a la lejanía y a Dimitri salir por ella, Caro no paraba de correr, ya le dolían las piernas. El drenaje estaba desembocando en Little Neck Bay, había arena al salir de la tubería y el mar frente a ellos.

Dimitri intentaba correr hacia la cima para escapar a la carretera pero Caro lo detuvo con un disparo de advertencia. Por fin lo tenía frente a él.




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