El vuelo partía poco antes del mediodía, así que Ciro aprovechó la mañana para cumplir con algunos recados y dejar los negocios en orden. No confiaba mucho en Brahim quien a lo largo de su vida le demostró ser un hombre irresponsable e incumplido. Había grandes posibilidades de que, a la vuelta de sus vacaciones, las empresas estuvieran, si no en quiebra, al borde de la ruina.
Las máquinas funcionaban debidamente. Se detuvo frente a la cinta corrediza, y tomó una de las latas que fabricaban, con una buena imitación de la etiqueta de formula para bebés pasó su dedo asegurándose de la calidad, que no se corriera la tinta. La regresó a la cinta para que siguiera su recorrido, al final sería llenada con el polvo blanco. Él se subió al ascensor para llegar a la última sala en donde los empleados terminaban de dar los últimos detalles a las latas, identificando sutilmente cuáles eran genuinas y cuáles imitación, para luego empacarlas en palés. El pedido que se alistaba sería enviado a Rusia a la media noche en un avión comercial.
Conforme con la producción, se subió a su Mustang y se marchó. Era la última fábrica en revisar, entonces se dirigió sin escalas a su casa donde su amada lo esperaba. La encontró amena en la sala de visitas junto a sus padres, riendo mientras miraba un álbum de fotografías que Red y Caitlin habían llevado.
Había muchas fotografías de Bethany junto a Simon, en su infancia, adolescencia y adultez. Luego se mudó a Italia a continuar con sus estudios y la relación se vio fracturada. Red le mencionó que cuando Simon falleció, ella había caído en depresión y que no fue hasta que conoció a Ciro que se recuperó en su mejor versión.
-Es un gran hombre. -Añadió Caitlin.
-Solo trato de corresponderle. No puedo ser menos cuando ella es tan grandiosa. -Intervinó Ciro apareciéndose de pronto en la sala. Tensando el ambiente, aunque Bethany no lo notó, estaba muy sumergida en lo que descubrió de su vida y solo deseaba sentirlo propio.
Bethany agarró la mano de su padre y ojeó en su reloj de muñeca la hora marcada.
-¡Rayos! Se me pasó el tiempo. -Dijo levantándose de un salto. Había acordado que, a su regreso, estaría arreglada, lista para partir.
-Tranquilízate, aún estamos a tiempo. -La calmó su prometido, no queriendo que se estresara. No era la mejor forma de empezar unas vacaciones.
Bethany envolvió a sus padres en un caluroso abrazo, despidiéndose de ellos. Red y Caitlin se mostraban un poco agobiados. No eran personas acostumbradas a las muestras tan eufóricas de amor. Subió las escaleras a toda prisa hasta su habitación.
Los señores Carter permanecieron en la sala, en compañía de Ciro.
-No los esperaba ver hoy. -Articuló el italiano, viéndolos determinante.
-Bethany nos llamó. Y pensamos que tal vez era buena idea traerle algunos recuerdos. -Dijo Caitlin mostrando el álbum. Con un ademán, Ciro lo pidió. Abrió el álbum cayendo en una fotografía de Simon, era un hombre de tez blanca, ojos verdes y cabello castaño, tirando a rubio. Siempre con una brillante sonrisa que casi nunca dejaba. Ciro llegó a conocerlo, había sido una buena persona, un poco desviado del camino correcto, pero bueno al final. Cuando Red le informó de su deceso, lo sintió en el alma, podía jurar que sí.
-Lo conservaré. -Les dijo Ciro cerrando el álbum.
Los padres de Bethany se quedaron en casa para despedirlos. Caitlin le encomendó a Ciro que cuidara bien de su hija y por supuesto que lo haría. Para él valía lo mismo o quizás más. Pidieron el servicio de un uber que los acercara al aeropuerto, Bethany no disimuló su sorpresa al denotar que era uno privado, con un jet dorado exclusivo que superaba los ochocientos millones de dólares.
-¿Cuánto puede ganar un abogado privado para darse estos caprichos? -Preguntó atónita, bebiendo un Havanna Club a mil metros de altura.
-Ya desearía yo que mi sueldo alcanzara para esto. La verdad es que el avión le pertenece a un amigo de mi hermano que me lo ha prestado. -Respondió Ciro bebiendo también del mismo ron.
Los ojos de la mujer se perdieron en la gloriosidad del paisaje a través de la ventanilla: una capa de nubes blancas bañadas por los rayos del sol dorado. Pensó en Brahim, estremeciéndose. La noche anterior había vuelto con las pesadillas, aunque estaba vez había dado rostro a su verdugo y había sido el de su cuñado. Su voz también resonó en su pesadilla.
-Intuyo que no le agrado a tu hermano. -Articuló llamando la atención de Ciro, sentado frente a ella. Le preguntó si había sido así siempre o si su relación se fracturó en algún punto.
-De hecho le has simpatizado desde siempre, más de lo que pudieras creer. -Dijo Ciro cerrando con una amarga carcajada, recordando el traspié que tuvieron los dos.
Podía sentir su sangre hirviendo en sus venas cada vez que revivía el día que, revisando las cámaras de seguridad en su oficina, los vio intimando sobre el escritorio. Luego de eso había decidido remodelar por completar esa estancia sintiéndose asqueado, pero más traicionado.
-Pues no lo demuestra.
"Y mejor que no lo haga" pensó Ciro.
-No lo tomes personal. Mi hermano es alguien renuente a conocer nuevas personas, más a recibirlas como parte de la familia. -Resolvió por decir.
-¿Por qué?
-Mi padre nos heredó una importante suma de dinero y él solo trata de protegerla.
-¿Cree que estoy contigo por conveniencia? -Dijo confundida, casi ofendida.
-Insisto no lo tomes personal. Es un prejuicio que le adjudica a cualquier mujer, sea mía o de él. -Dijo Ciro siendo víctima de la intensidad de su mirada mientras rozaba el borde del vaso en su labio inferior, humedeciéndolo de ron. Le inspiraba deseos pecaminosos.
-¿Y tú también tienes ese prejuicio?
-Por supuesto que no. -Su respuesta no se hizo esperar. -Al principio, tal vez sí, pero me has demostrado que tus intenciones son genuinas.
Y con eso, Bethany regresó la mirada a la ventanilla.