Capitulo 11

Brahim tomó un pedazo de tela color carmesí con el que vendó los ojos de una mujer blanca de cabello rojizo que estaba en medio de la estancia vestida tan solo con sus bragas de hilo blanco.

-¿Qué piensas hacerme? -Preguntó Bethany, extasiada.

Brahim se contuvo a cualquier respuesta, como era su costumbre. La esencia mística era parte del juego. Se posicionó a espaldas de su cuñada y dividió en dos mitades su cabello para depositar húmedos besos en el largo de su cuello y descendiendo por su espalda hasta quedar hincado. Asió sus bragas y las bajó a la altura de sus tobillos.

Dio un suave beso a su nalga derecha, seguido de una indolora mordida. Bethany se mordió el labio inferior, sintiéndose deseosa. Brahim se puso de pie y recogió todo su cabello rojizo para tumbarlo hacia un costado.

-¿Piensas en mi hermano? -Preguntó susurrado a su oído.

-No. -Dijo en un gimoteó. Regocijándose en el masaje que Brahim daba a sus muslos, tentando su zona íntima. -No te pareces en nada a él.

-¿Eso es un halago?

-Tomalo como quieras. -Articuló su cuñada deseando explotar la temperatura de Brahim. Era un salvaje cuando se sentía desafiado.

Hundió su dedo anular en su interior, llenándola de placer. Oír los jadeos de cuñada sabiendo que él era el causante lo enardecía. El morbo de Brahim era siempre probar del fruto prohibido. Y nada era más prohibido que la mujer de su hermano.

Bethany alargó un chillido cuando alcanzó el éxtasis. Con su mano libre Brahim la tomó del cabello y echó su cabeza hacia atrás, sin tener cuidado.

-A mí no puedes engañarme. -Recriminó Brahim. -Sé que recuerdas más de lo que le haces creer al ingenuo de mi hermano.

-Sé que no, pero eso no importa. A final de todo no es a ti a quién quiero engañar. Suficiente para entregarlos a ambos.

-No estás en posición de amenazarme. -Dijo tirando más fuerte de su cabello. Arrancándole un quejido.

-¿Qué harás al respecto? -Lo desafió Bethany, sintiendo más deseo que temor. Brahim la soltó.

-Arrodillate sobre la cama y lo verás. -Dijo. La mujer, incapaz de usar su sentido visual, adivinó el sendero hasta la cama y se arrodilló seperando mucho sus piernas y sujetándose del barandal.

Brahim se desnudó de prisa y la acompañó sobre el colchón, detrás de ella. Entonces el reloj despertador retumbó perturbando su sueño.

-Maldición. -Vociferó calmando el ruido.

Se sentó notando que despertaba en la que fue su habitación cuando estaba más joven. Su cabeza daba fuertes punzadas y su aliento apestaba a licor y cigarros.

Se metió a la ducha en donde aprovechó la privacidad para desahogar el deseo que su sueño le ocasionó. Lo hacía pensando en Bethany, en sus delgados labios rosados, en sus largas piernas. Recordando aquellas escapadas en que ambos se encontraban escondidos de su hermano. Para Ciro había sido una sola vez, en su oficina. La verdad era que había sido en repetidas ocasiones aun después de que Ciro los hubiese descubierto. Ese pequeño descuido sazonó más sus aventuras.

Se vistió con un chándal negro de su hermano y una sudadera blanca. Luego bajó y le preguntó a un empleado doméstico acerca de Ciro que no estaba a primer vistazo. El empleado le indicó que se hallaba en la tercera planta de la casa, en el gimnasio privado, y ahí fue a dar Brahim. Ciro yacía en una de las máquinas practicando lo conocido como "escalera de salmón" Percatado de su hermano, bajó.

-Despertaste temprano. -Fue su particular saludo. -Estabas tan ebrio que creí que dormirías todo el día de hoy.

-¿Cómo llegué aquí? -Pidió saber sin tener una pizca de recuerdo de lo que sucedió en la noche anterior.

-Yo te traje, tuve que hacerlo. Nicoló me avisó que estabas perturbando la paz en un bar y que el encargado pretendía llamar a la policía. Con el problema que atraviesa la empresa ahora, es mejor no llamar la atención de las autoridades. -El dueño de casa se hidrató y no deseando menguar su ritmo de ejercitamiento se subió a la bicicleta estática y empezó a pedalear con furia, como si esperara arrancarla de sus anclajes.

-¿Dónde está tu feliz prometida? -Preguntó con sabor amargo.

-En su agencia de bienes raíces. Quiere reanudar sus responsabilidades cuanto antes.

-¿De verdad la dejaras en los bienes raíces? Pensé que la mantendrías hasta que la muerte los separe, a no ser que el divorcio se anticipe.

-No me molestaría hacerlo, así como tampoco me molesta que decida tener su propia independencia. Solo quiero que sea feliz. -Habló ahogado debido al esfuerzo que no paró de hacer.

-¿Por qué no la acompañaste? A penas te has separado de ella estos días.

-No la seguiré a todas partes, todo el tiempo. Además, planearé la fiesta de aniversario de Red y Caitlin. -Esto último hizo reír con ganas a Brahim.

-Planearas la fiesta de aniversario de tus suegros ¿Lo dices en serio? -Comentó sin dejar de burlarse. Ciro fue frenando su ejercicio, poco contento.

-¡Basta ya! -Lo reprendió cesando con la burla. En el fondo, Ciro suponía que su hermano era preso de la envidia, razón por la que se oponía a su intento de enamorarse. -Quiero ser feliz. ¿Por qué no puedes entenderlo?

-Tú eres quien no entiende. Tratas de tener con Bethany lo que tuviste con Anne, esperando que esta vez las cosas resulten mejor.

-Y lo harán, resultarán mejor. Me equivoqué con Anne, pero no será igual con Bethany. -Dijo pretendiendo convencerse a sí mismo más que a su hermano.

Por mucho que se esforzara, no podía engañarse. Su pasado con Anne era un fantasma que lo asustaba. Temía que la historia se repitiera, y que él quedara solo. Se enfadaba con Brahim porque le hacía abrir los ojos y caer devuelta en la realidad.

Ciro se bajó de la bicicleta estática y enfiló su rumbo a la salida. Prefería evadir una discusión con Brahim antes de cerrarle la boca con puñetazo. Tropezó con Bethany, precisamente en el umbral de la entrada. Esa feliz coincidencia le robó una sonrisa haciéndolo olvidarse de todo. Efecto contrario causó en Brahim quien sintió algo similar a la vergüenza tras ver a la mujer de sus fantasías en carne y hueso.