Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 12

Bethany no había podido sacar de su mente ese recuerdo que de pronto arribó a su cabeza. En el que la reflejaba tumbada sobre su espalda con un fornido cuerpo encima de ella. Lo inusual, y lo que la tenía pensativa era que, por más que lo intentara, no conseguía vincular a Ciro con ese fragmento de su memoria. La pieza que encajaba con precisión era la de su cuñado. En principio, fue su perfume el que agitó la marea.

-Bethany. -Mencionó el italiano por cuarta vez, logrando llamar por fin su atención. Entonces la aludida se percató que no había oído nada de lo que su prometido, alegremente le contaba.

Estaban en la cafetería Florentín, desayunando. Si Bethany conociera a Ciro, sabría que una cafetería promedio donde servían capuchino de máquina no era un lugar que frecuentara.

-¿Qué me dices? -Inquirió Bethany, picando de su ensalada. El otro suspiró.

-Te estaba contando que tus padres regresaran a Estados Unidos la siguiente semana, pero antes se me ocurría que podíamos organizarles una fiesta de celebración en honor a su trigésimo aniversario de boda.

-Sí, me parece bien. -Dijo breve y poco empática, como si estuviera pidiendo su opinión del menú de una página que le ofrecieron en la cafetería.

-Te noto distraída, mio caro. ¿Qué te ocurre? -Bethany soltó sus cubiertos y lo miró con detenimiento. A Ciro se le dispararon los latidos de su corazón, nervioso.

-Quisiera saber más de nuestra relación. -Ciro se removió en el asiento.

-¿Has recordado algo recientemente? -Las palabras se anudaron en su garganta, sin saber por qué. Un mal presentimiento palpitaba en su interior.

-Apenas son pedazos ofuscados. Tú me habías dicho que tenías más que contarme. Que pasaron más cosas que solo el accidente.

-¿Y quieres saberlo ya?

-¿Cuándo si no? -Ciro se frotó la frente. Bethany dejó de dar grandes pisadas, y empezó a correr, tomándolo desprevenido.

-Te ruego que no vayas tan deprisa. -Carraspeó intimidado. -¿Qué quieres saber?

-¿Éramos felices? -Ciro frunció el ceño. En su pobre fantasía de cuento de hadas no podía imaginar qué pudo haber recordado que la hiciera cuestionarse por su felicidad. Si miraba en retrospectiva, todo había sido maravilloso.

-Por supuesto que sí. ¿Crees que si no lo hubiéramos sido estuviéramos comprometidos? -Bethany golpeó suavemente su tenedor con el borde del plato. Conocía tan poco a su futuro esposo que no identificada los gestos que le hicieran saber si mentía.

-¿Por qué estabas en Roma el día que nos conocimos? -Notó cómo Ciro endurecía su talante. La tecla que presionó profirió una melodía proscrita.

-¿Por qué quieres saberlo? -Preguntó con mirada esquiva. Probando por primera vez de su plato.

La respuesta era una clara evasiva que florecía en la mujer una abrasadora inquietud, así como también sembraba la semilla del temor que germinaría más adelante.

Quiso exponer a Brahim como el detonante de la pregunta y referirle lo que le mencionó hacía apenas minutos, aunque se contuvo.

-Si no quieres decírmelo, no lo hagas, pero debes tener en cuenta que tu omisión resulta sospechosa. -Recriminó Bethany, disgustada. Centrándose en su ensalada.

A Ciro le sentaba mal no poder confiarle sus secretos a la intrusa de su vida que supo ganarse un lugar en ella. Pero había cosas que era mejor callar.

El desayuno se estropeó como no podía ser de otra forma. Bethany se volvió distante y silenciosa.

De regreso en la casa, subió a la habitación en la que ya no podía encerrarse, pues dormir junto a Ciro le había parecido tan bien que no titubeó en compartir su cama cuando su prometido se lo preguntó. El italiano no esperó a nada para instalarse de nuevo en la habitación principal.

Se lanzó al lecho y se dispuso a estudiar bienes raíces que era lo único que tenía sentido en su vida.

Ciro, por su parte, sintiéndose terriblemente mal consigo mismo, se metió a la ducha y cambió sus vestiduras en el cuarto de baño para no incomodarla. No podía permitir que por segunda vez las mentiras y los engaños hicieran parte de su historia de amor con Bethany. Por más difícil que le resultase, haría posible que las piezas del rompecabezas encajaran.




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