El amanecer fue más demoroso de lo que le hubiese gustado. Y luego de su inusual encuentro, ver a Brahim; quien se aparecía a primeras horas en casa de su hermano, no era más reconfortante. Los Tonali se dirigieron a la tercera planta, al gimnasio privado específicamente y se dedicaron a trabajar su resistencia física golpeando un saco de boxeo. Ciro no estaba tan contento, su prometida seguía indiferente después de la amarga conversación que sostuvieron en el desayuno en Florentín. Eso sin ser consciente de la fotografía de Simon y él que ya había descubierto. Si no tenía una explicación convincente para lo primero, no la tendría para lo segundo.
-Spencer ¿sabes de quién estoy hablando? –Dijo Brahim extrayendo a su hermano de sus turbados pensamientos. Ciro afirmó con la cabeza, se trataba del hombre responsable de trasladar el pedido que fue retenido en fronteras rusas.
Brahim detuvo su práctica para enfocarse en su hermano, la conversación era de tintes serios.
-Está siendo protegido por las autoridades de Rusia.
-La codena por contrabando es mínima, diría que hasta absurda. No tendrá mucho tiempo en prisión. –Brahim frunció el entrecejo, molesto. Chasqueó los dedos en frente de su Ciro para hacerlo despertar.
-¿No me has entendido? Te digo que Spencer está siendo protegido por las autoridades rusas. –Repitió Brahim enfatizando en el adjetivo “protegido” El cerebro de Ciro fue lento para analizar lo dicho. Desesperante para Brahim.
-¡Merda! –Injurió en cuanto asimiló.
-¡Exacto! –Exclamó Brahim golpeando con un puño el saco de boxeo. –Era un topo. Un traidor que estuvo con nosotros durante cinco meses y no lo vimos. ¿Sabes por qué? Porque estuviste demasiado ocupado jugando a Romeo y Julieta que delegaste el negocio.
-No te atrevas a culparme a mí. Este negocio es mío tanto como lo es tuyo. –Dijo alzando el tono de su voz.
-Tanto, no más. –Replicó el menor encarando con seguridad a su hermano. –Somos un equipo. Y me dejaste en la banca por una mujer. –Ciro no tenía mucho para debatir, era cierto.
-La culpa no es menos tuya que mía ¿de acuerdo? –Brahim concordó muy a su pesar, pues él culpaba cien por ciento a Ciro. Aunque no era más que una cuestión de ego más que de razón.
-Indagaré a fondo cada perfil de nuestros trabajadores. Las ratas suelen estar acompañadas. -Dijo Brahim quitándose los guantes de boxeo.
-Mantenme informado de cualquier cosa que encuentres. -Dijo emulándolo.
Los hermanos Tonali salieron del gimnasio, jadeantes y sudorosos. Con sus abdominales marcándose en sus camisetas. Un agasajo para la vista femenina. Brahim no esperó si quiera a darse una ducha para emprender despedirse, las prisas lo dominaban.
-Un momento, Brahim. -Lo retuvo su cuñada a lo que no demoró en hacer un mohín de desgrasado. -Yo también voy de salida, pensaba que podría llevarme.
-¿A dónde marchas? -Preguntó Ciro.
-A la floristería ¿recuerdas? Habíamos dispuesto el día de hoy para comprar los últimos detalles para la fiesta de mis padres. -Explicó Bethany llegando al lado de los hermanos. Brahim le miró los labios, rosados y delgados, muy apetecibles. Su hermano se hacía ganado la lotería con aquella hermosa mujer.
-Claro que lo recuerdo, pero pensé que iríamos tú y yo. -Bethany lo detalló de los pies a la cabeza, juzgando su desaliñado aspecto.
-Dúchate y arréglate, me alcanzas allá ¿Conforme? -Solucionó Bethany. Insistió por segunda vez a su cuñado por que la acercara al centro de Florencia. Brahim aceptó contradiciendo a sus deseos.
El roll Royce de su cuñado era bastante lujoso. Un vehículo de fabricación limitada. Cualquier cálculo aproximado sería un error.
-Es precioso tu auto. -Dijo Bethany. Brahim apretó el volante, y tensionó la mandíbula. Prefería que fuese un viaje en silencio, pero, claramente, ella no tenía las mismas intenciones.
-Tú no subiste a mi auto para alargarlo. -Pronunció Brahim deteniéndose en un semáforo y mirando a su cuñada.
-Pensé que podíamos hablar con más comodidad. El otro día fuimos interrumpidos por Ciro e intuyo que lo que tenías para decirme era importante.
-¿Ah sí? Pues ya no lo recuerdo. -Eludió falto de sutileza, reanudando la marcha del roll Royce. Bethany se lo quedó viendo con mala cara. Hacía grandes méritos para ser una persona despreciable.
-Tu hermano se niega a decirme por qué estaba en Roma el día que nos conocimos.
-Solo cuida de sus intereses.
-¿Intereses? No soy una caza fortuna. -Replicó haciendo a Brahim reírse. Una carcajada suave y maliciosa.
Era un hueso difícil de roer. Lo que motivaba a Bethany a cruzar palabras con él era la necesidad de saber más acerca de sí misma y de su vida. Y entre su prometido y su cuñado, éste último tenía más ímpetu de sincerarse.
-¿Conociste a mi hermano? -Preguntó sin desviar sus ojos del exterior más allá de la ventana. Brahim frunció el ceño, sin saber d quién hablaba.
-No sabía que tienes un hermano. -Entonces Bethany le dedicó su atención por completo.
-¿En diez años de mi relación con Ciro nunca llevé un hermano a algún evento familiar? -Brahim negó con la cabeza.
-No que yo recuerde. -Dijo estacionando el Roll Royce en su lugar de destino.
Las miradas de ambos se cruzaron. Para Brahim, era ver através de una ventana hacia el pasado, donde sus cuerpos aún ansiaban adentrarse a los placeres del pecado. La visión de Bethany no era muy diferente. También notaba los ecos de amantes rebotando en los muros que separaban el pasado del presente, insipiente de la veracidad que cargaban.
Su vista bajó de los orbes azabaches de Brahim a su brazo izquierdo, a la zona del bíceps más puntualmente, donde un tatuaje en forma de placa relucía. Por inercia, Bethany llevó una de sus manos a la tina y lo trazó con sus dedos. Era ése el tatuaje que vio en sus sueños.
-¿Qué sucede? ¿Te trae viejos recuerdos? -Cuestionó dejando en su voz un destello de lujuria. Brethany apartó su mano como si hubiese sido electrocutado. Y no demoró un segundo más en bajarse.