Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 21

Perdidos en un remoto paraje de naturaleza, la feliz pareja de futuros esposos, yacían a bordo del Mustang Shelby color mostaza en el que Ciro le enseñaba a Bethany a conducir, bajo un incandescente sol de fin de semana. El terreno sobre el que se desplazaban contaba con un aproximado de cinco mil hectáreas, todo había sido propiedad de Sandro Tonali, y ahora de sus hijos.

Las lecciones de manejo eran fructuosas. Bethany, más que aprender a manejar, estaba refrescando su memoria. Tenía vagos recuerdos de cuando aprendió a manejar, a los dieciséis años de edad. Recordaba que aprendió en manos de una mujer, cuyo rostro no visualizaba con perfección, y su arraigada necesidad de sentirse dueña de su vida, le hizo creer que era Caitlin.

-¡Muy bien! -Felicitó Ciro extasiado de adrenalina al estacionarse el auto. Su prometida había acelerador a fondo y en ningún momento perdió el control del volante.

-Me encanta. No sé cómo pasé tanto tiempo teniendo chófer privado. -Exclamó la mujer.

-No te entusiasmes, en la autopista deberás regular la velocidad. -Le advirtió Ciro. Pidió una pausa y se apeó del Mustang, solo para subirse a su capó y recostarse. Bethany no esperó una invitación para acompañarlo.

Sus manos se rozaban hasta que Ciro decidió tomarla. En cada una de sus manos tenían sus respectivas argollas.

-¿Me organizaste la misma propuesta de matrimonio la primera vez que nos comprometimos? -Preguntó Bethany que sobrellevaba mejor su ansiedad por la amnesia, aunque no ignoraba que seguía allí, calando en lo más recóndito de su ser.

-La primera vez el sorprendido fui yo.

-¿Yo te propuse matrimonio? -Dijo atónita. Ciro masajeaba su mano.

-Sí, fue en los fiordos noruegos. No te voy a mentir, lloré como un niño ese día. -Dijo entre risas. Era así como él creía que reaccionaría si alguna vez la mujer de su vida llegase a pedirle matrimonio, en su lugar favorito del mundo. -¿Ya le diste la noticia a tus padres?

-No, aún no. Estuve pensando en llamarlos, pero lo mejor sería visitarlos. -Ciro la miró incrédulo.

-¿Tomarás un vuelo de once horas para decirles algo que llevaría cinco minutos al teléfono?

-No es cualquier cosa, es algo de gran importancia, además el compromiso es solo una excusa, ya te había dicho que quiero ir a Estados Unidos y conocer el lugar donde nací y crecí. -Dijo Bethany sin mal temperamento. Ciro bufó y regresó su vista al cielo azul, libre de nubes.

Ella no estaba segura si conocía a Ciro en todas sus facetas. Por supuesto, lo conocía en sus momentos de alegría que eran amenudos, y en su faceta laboriosa que también era frecuente, pocos eran los momentos de ocio que se permitía. Y no podía mencionarlo en otra faceta, no lo había visto triste, tampoco iracundo. Sus instantes de enojo no iban más allá de una rabieta o refunfuño. Eran pequeños detalles que la intrigaban.

Su mano libre, aquella que no estaba presa con la de su prometido, la llevó a su vientre donde la dejó reposante. Su mente la hacía sentir estos primeros instantes de vida de su hijo, como si en realidad pateara y se removiera en su interior. Sensaciones que arrancaron su voz en su suspiro de añoranza. Podía decir que entre todo de su vida, su hijo era el recuerdo más tangible que tenía. Resultaba impresionante ya que no duró mucho tiempo en sus brazos.

-¿Piensas con mucha frecuencia en nuestro hijo? -La pregunta hizo tensionar la mandíbula de Ciro y su piel erizarse.

-No si no quiero enloquecer. -Fue directo.

-Locura tal vez te parezca lo mío, pero a veces lo siento, puedo hacerlo. Y lo que es más alucinante, no como un niño con apenas horas de nacido. Puedo oír su vocecita diciéndome "mami" también su risa. O recordarlo cerrar sus ojitos para dormir abrazado a un oso de felpa. -Dijo Bethany con la vista en el cielo, perdida en sus memorias.

-¿Y tú? -Preguntó Ciro con un tenue tono de voz. -¿Cómo te ves? ¿Habrías sido una buena madre?

-Creo que sí. La idea de tener hijos no me parece ajena.

-Sé que habrías sido una grandiosa madre. -Dijo Ciro, apagado. Se acercó a ella y depósito un enternecedor beso en sus labios que fue correspondido con mayor euforia. Bethany apoyó su cabeza sobre su hombro llenándose de su exquisita fragancia, queriendo reconocerla como propia.

-¿Y tú? ¿Habrías sido un buen padre? -Ciro rió con amargura.

-No lo sé. Honestamente, la idea de tener hijos siempre me ha resultado tenebrosa. Tener a mi cargo una pequeña personita a la que formar y preparar para el resto de su vida es... No sabría cómo hacerlo.

-Tonterías. -Quiso animarlo Bethany. -Habrías sido un excelente padre.

-Solo a tu lado lo hubiese sido. -Añadió Ciro ganándose otro beso.

Bethany se distanció un poco, evitando continuar con la invasión a su espacio personal, si le hubiese consultado sabría que a Ciro no le incomodaba ni mínimamente.

-Querido ¿Te gustaría que lo volviéramos a intentar? -Preguntó, tímida.

-¿Tener un hijo? -Especifico nervioso, a lo que tuvo una silenciosa confirmación. Ciro no quiso demorar su respuesta: -Claro que sí. Nada me haría más feliz que tener un hijo con la mujer que amo.

Entonces, volvieron a besarse sellando la conversación con un toque romántico. Y la tarde se les escapó con lentitud, acostados sobre el Mustang, hablando y riendo. Bethany necesitaba tener más de esa confianza.

(...)

De regreso en Nápoles, Michael yacía en su cuarto de hotel, sentado en una frágil silla de madera observando el muro en el que tenía apuntado todas las investigaciones hasta ahora obtenidas.

Miraba enfáticamente el centro del esquema protagonizado por la razón del caso: Anne Johnson, y junto a esa fotografía había otra de Bethany Carter. Dos mujeres con un parecido alucinante. Ambas eran pelirrojas de tez caucásica. Ambas oriundas de Estados Unidos, la primera vivía en Manhattan y la segunda en Washington DC y, por razones que todavía no terminaba de entender, se mudaron a Italia. En donde coincidieron con el mismo hombre; Ciro Tonali quien se enamoró de las dos. Éste hombre era la única persona que podía dar razones de la desaparición y posterior deceso de Anne. Sin embargo, en los expedientes de la policía de Italia no figuraba declaraciones de él, ni siquiera una mención. Cualquier contacto que Anne hubiese tenido con Ciro Tonali había desaparecido.




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