Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 23

El avión arribó en el aeropuerto de la capital norteamericana con el ocaso formándose. Pisar suelo Americano dio a Bethany un respiro. Italia, aunque hermosa y sublime, no dejaba de sentirse tierras extrañas. Mientras que el pequeño e insignificante trozo de Estados Unidos que apenas llevaba recorrido (el aeropuerto) forjaba en ella un anhelo de añoranza. De forma ingenua, se creó una inocente ilusión de que su casa, o la de sus padres, reforzarían ese sentir.

Encontró a sus padres con mucha facilidad entre la multitud y se fundió en un caluroso abrazo. Salieron del aeropuerto con Red llevando servicial las maletas de su hija. Para luego ofrecerle el asiento de copiloto. El de conductor parecía estar aferrado a Caitlin que ni siquiera se permitió debatirlo.

El trayecto a casa no le parecía familiar a Bethany quien no perdía detalle de nada. Sus padres vivían en una pintoresca urbanización, de un costoso estimado. En una casa de una única planta, pero amplía.

-¿Es aquí donde crecí?

-Sí. -Fue la resumida respuesta de Caitlin que la dejó sinsabor.

Se apearon de la Jeep Wrangler, y Caitlin guío a su hija al interior de la casa mientras que Red bajaba las maletas del auto. Ver la casa en que creció, donde vivió tantos momentos juntos con su hermano y sus padres, produjo en Bethany un desconsuelo. No le resultaba familiar. Por lo contrario, era como si por primera vez pisara esa residencia. Su suelo no guardaba sus primeros pasos y el eco de las paredes desconocía su voz.

Se acercó con paso descuidado hacia las fotografías que estaban por doquier: en buros, encimeras y colgadas. Había muchas fotos de su familia, con Simon en todas ellas. Vio una en donde su hermano lucía el aspecto adolescente que tenía en la fotografía que encontró en el portátil de su prometido. Y señalándola, preguntó:

-¿Cuántos años tenía Simon cuando le fue tomada la fotografía?

-Diecinueve. -Dijo Red alargando un suspiro de nostalgia. Echaba de menos a su hijo todos los días y desde que Bethany salió del hospital lo había tenido que recordar mucho.

-Diecinueve... -Repitió pensativa. -¿Yo ya conocía a Ciro?

-No cariño. Tú ni siquiera sondeabas Florencia como lugar de residencia permanente. -Dijo Caitlin. Bethany podía jurar que era así; con cabello corto y rastros de acné en su rostro como lucía Simon en la fotografía donde se abrazaba con Ciro.

-No nos detengamos en la sala, aún hay mucho qué ver. -Motivó su madre. Para la pelirroja no había nada más interesante que lo que ya veía, sin embargo, no se obsesionaría.

Siguió a Caitlin que la condujo a una habitación coloreada de rosa y blanco: su habitación. Bethany lo miró todo minuciosamente, creyendo haber tenido vagos recuerdos de esa estancia. Pero en sus memorias había una litera, además de la cama individual. Era una habitación habilitada para tres niñas.

-¿Lo recuerdas? -Inquirió Red, apoyado en el marco de la puerta. Bethany se giró hacia ellos y asintió queriendo engañarse a sí misma. Haría que las piezas encajaran.

-¿Puedo ver la habitación de Simon? -Sus padres intercambiaron miradas.

-Esa habitación no existe. Era un martirio entrar allí, así que lo sacamos todo y, en un principio, funcionó como mi estudio, ahora es un cuarto de trastero. -Dijo Red. Bethany lo lamentó, pensó que iba a poder conseguir el engranaje que uniría la foto.

-Te dejaremos para que te acomodes. -Articuló su mamá. Antes de que se marcharan de la habitación, su hija les pidió un número telefónico con el que poder comunicarse con Ciro, Red le facilitó su celular.

Lo buscó en su agenda de contactos como "Ciro," al no hallarlo, lo intentó por su apellido, teniendo éxito. El tono de marcada no apareció, la llamada fue respondida al instante.

-Creí que estabas durmiendo. En Italia ya pasa la medianoche.

-Estoy acostado, pero no logro conciliar el sueño. Necesitaba saber cómo estás. -Lo escuchó decir con un suave tono de voz.

-Eres muy dulce. Estoy bien. El vuelo fue tranquilo, sin turbulencias ni niños llorando. -Bromeó ella, obteniendo una tenue risa de su prometido. -Lamento mucho que no vinieras, es solo que...

-Aguarda un segundo, por favor. -Detuvo su intención de disculpa. -No te disculpes conmigo por eso. Tienes que saber que eres libre de hacer lo que quieras. De hecho, si uno de nosotros le debe una disculpa al otro, ese sería yo. Por ser un cretino y haberte mentido. -Bethany cerró sus párpados levantando una plegaria al cielo. Ciro era maravilloso, lo más cerca que nadie estaría de la perfección, y no le era de gran consuelo. Se sentía aun más miserable por las sospechas que tontamente infundía en él.

-Solo no vuelvas a hacerlo.

-No lo haré. -Dijo confiado.

-¿Es una promesa? -Hubo un largo silencio en el otro lado de la línea.

-Si necesitas esa seguridad, entonces sí. Lo prometo. -Bethany deseaba poder confiar en su palabra, pero el tiempo que lo llevaba conociendo no servía de garantía.

Un poco más tarde, luego de una conversación trivial, la llamada finalizó. Bethany salió de su habitación, vistiendo un chándal de piel de durazno y una camisa de tirantes que le quedaba suelta. Se sentó a la mesa con sus padres y compartió una cena muy norteamericana de waffles con mantequilla de maní y jalea. Sabores que amenizaron sus emociones, la hacían sentir en casa.

-No puedes hacerte a una idea de lo contentos que estamos porque decidieras venir. Desde que conociste a Ciro tenías tu hogar muy abandonado. -Dijo Caitlin, cortando el silencio incómodo que también había tomado asiento.

-No creímos que regresarías. -Añadió su papá sin haber terminado de masticar. Bethany no supo qué hacer más que sonreír.

-Cuéntanos ¿Pudiste saciar tus dudas? Acerca de la mujer que Brahim te refirió. -Indagó Caitlin. Su hija bajó la mirada, teniendo en mente que ellos lo habían comentado con Ciro. Solo con ellos lo había hablado.

-Eh... No. Todavía no he logrado hablarlo con él. -Dijo llevándose un trozo de waffle a la boca. Los pondría a prueba y averiguaría qué tan íntimos eran con su prometido. -Pienso que lo mejor es esperar que saqué el tema a la luz. Me prometió que no me mentiría más, y solo espero que eso implique también la omisión de la verdad.




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