Ciro se dirigía al centro de Florencia a un lujoso restaurante ruso, perteneciente a Esrá Voslov, líder de un cartel ruso con quien tenía pautada una importante reunión. Acudiría contradiciendo sus deseos, pues preferiría quedarse en casa con su prometida. Ya la notaba en mejor ánimo, sin embargo, no era ingenuo, sabía que lo que la había avivado era sus ansias por tener un hijo. Debía reconocer que era un instinto que corría por sus venas. Su maternidad no había sido un descuido, siempre estuvo planificada. Suspiró pesarozo. En cuanto los intentos por embarazarse resulten inútiles, volvería a su estado depresivo.
Bethany era una pieza que no encajaba en su puzle, en su vida. Pero cómo podía dejarla ir siendo ella su otra mitad. Estaría incompleto, deshecho. Además, su hermano era un cazador a la espera de ver a su gacela correr libre en el prado para morder su cuello. Aunque Bethany lo desconocía, su vida dependía de Ciro y del loco amor que sentía hacia ella.
Llegó al estacionamiento privado del restaurante, donde un séquito de hombres, fuertemente armados, esperaba. Ciro se presentó solo, esta vez en un auto deportivo color azul oscuro. No quería sumar más tención de la que obviamente habría, así que la ausencia de sus guardaespaldas indicaba que venía en son de paz. No tenía en su haber ni siquiera un alfiler. Ningún objeto punzante que pudiera atravesar la piel.
Luego de que los hombres lo revisarán de los pies a la cabeza fue guiado al ascensor que lo llevaría a la primera planta del restaurante donde una escalofriante música del siglo XIX sonaba despacio. Se sentó a la mesa con su similar ruso. Un hombre de quijada pronunciada y asquerosa barba. Vestía con algo parecido a una túnica y su cabello, largo y grasoso, cubría en parte su rostro decrépito. Era más joven de lo que aparentaba, diez o incluso veinte años menos, no obstante, era su estilo lucir como un adicto mal viviente de las calles. Nadie que no lo conociera creería que aquel vagabundo era dueño de una fortuna que se contaba en billones.
-Tonali, es un placer para mí tenerlo hoy aquí. -Dijo, intoxicado de su propia mercancía.
-A mí también me complace esta reunión, pero no nos vallamos por las ramas ¿a qué se debe? -Apresuró Ciro, deseando alejarse de su pestilente humanidad lo más rápido posible. Voslov, se permitió beber de su té verde y, encima, disgustarlo como si hubiese acabado de beber la misma ambrosía. Ciro no podía impacientarse, los tintes de la reunión le interesaban. Esperaba unir fuerzas con aquel hombre y expandir su imperio a una buena parte de Rusia. Dejar de solo distribuir estupefacientes y empezar a jalar hilos.
-Junior me llamó esta misma tarde, y lo que me dijo me dejó pensativo y un poco triste. -Dijo el ruso refiriéndose a Brahim, era así como lo llamaba desde siempre. La noticia dejó a Ciro confundido, su hermano no le había comentado nada.
-¿Y qué fue lo que dijo?
-Dijo que la sociedad Tonali - Voslov no daría sus frutos. En resumen, la canceló. -Espetó dramatizando una nostalgia propia de quien le parten el corazón. -¿Acaso lo que yo les he ofrecido no fue suficiente? ¿Tienen un mejor postor?
-Por supuesto que no. En Rusia no existe mejor negociante que usted. No sé por qué le diría algo así. Fue él mismo quien me planteó la idea y me pareció fenomenal. -Explicó confundido.
-Bueno, junior me dio a entender que usted, caballero, no ha estado al cien por ciento los últimos días. Que cierta dama de fuego lo traía comiendo de la palma de su mano. -Ciro maldijo en sus adentros a Brahim. Quería poner a su adorada Bethany bajo el radar de hombres peligrosos, que no dudarían en despojarla de su vida si así fuese necesario.
-La dama de fuego no interviene en mis negocios, puedo prometerlo. -Voslov agitó despacio su cabeza, negando.
-No me tome por un ingenuo. No podría creer en la palabra de alguien que ha mentido bajo juramento. -Dijo con sobradas razones. -Entre cielo y tierra no hay nada oculto, menos aún en nuestro mundo lleno de carroñeros esperando comerse al caído. Se hizo eco de su incidente en, precisamente, mi hermosa madre Rusia.
-Un incidente insignificante, diría incluso que estúpido.
-Como fuere mi apreciado colega, la rata que tenía infiltrada estuvo tres días o incluso más en custodia de las autoridades. No sabemos qué pudo haberles revelado.
-Nada, de lo contrario no estaríamos aquí. -Dijo confiado. No quería perder esa prodigiosa oportunidad, menos siendo enterrado por su propio hermano.
Voslov tampoco quería perder su posible alianza, por eso le propuso duplicar el cargamento que enviarían a Rusia y si lograban pasar cada gramo sin obstáculos de las autoridades, la alianza se efectuaría. También añadió que resolvieran sus conflictos internos que, desde luego, hacían daño al negocio. Siendo una sociedad fraternal tan sólida como bien sabía los había educado su padre, sus pensamientos debían estar sincronizados.
Ciro se vio obligado a acompañarlo en un brindis que se alargó más de lo que él hubiese deseado. Hasta que la botella de vodka no se viera vacía, Voslov no lo dejó marcharse.
Del restaurante se dirigió a casa de su hermano. Vivía en un complejo residencial, lujoso por demás, en una ubicación muy poblada y con bastante fluencia. Nada parecido a la mansión oculta entre arbustos y árboles que de su padre heredó.
Subió los diez pisos hasta el apartamento de Brahim, era pequeño. Apropiado para un hombre soltero y sin hijos, apropiado para Brahim. Golpeó la puerta con furia contenida. Afortunadamente, la respuesta no fue demorada. Si hubiese tenido que esperar un segundo más, habría derrumbado la puerta.
-¡Qué bonita sorpresa! -Dijo el menor de los Tonali con honestidad al descubrir a su hermano del otro lado de la puerta. Había pasado mucho desde la última vez que Ciro lo vistió en su casa.
-Vengo de haber hablado con Voslov. ¿Por qué cancelaste la alianza? -Brahim rodó los ojos. Ya presentía que su hermano no llegaba a su casa por causalidad, a beber un trago y pasarla bien. Cerró la puerta cuando Ciro ya había ingresado. -¿A caso crees que culpando a Bethany conseguirás que decline mi propuesta de matrimonio?