La mansión Tonali estaba revestida de elegancia y formalidad en cada uno de sus rincones. Incluso el personal de servicio vestía con un coqueto uniforme negro con detalles verdes que no acostumbraba a usar en su día a día. Todo debía lucir bien para la gran velada.
Bethany estaba en el cuarto de baño, terminando con su peinado. Vestía un flameante vestido rojo que le caía a la altura de sus tobillos y calzaba unas zapatillas de tacón alto, de color negro con rojo. De un estuche extrajo un collar de perlas y se intrigó al no ver los aretes a juego. Tras ponerse el accesorio, salió de la estancia a la habitación principal.
-Querido ¿Has visto mis aretes de perlas? -Preguntó Bethany, hincandose para revisar en los cajones de la mesita auxiliar sin hallarlos allí tampoco. Viró la cabeza para ver a su prometido que, sentado en el borde inferior de la cama, parecía abstraído. Y así estaba. Aquella velada podía resultar mal de mil formas, especialmente para su amada.
El cuerpo de su mujer recargándose sobre su espalda lo hizo volver en sí. Bethany pasó sus manos por su pecho cubierto con una camisa de manga larga, gris. Ciro las tomó.
-¿Qué te ocurre? -Preguntó ella en un murmuró, teniendo su cabeza apoyada en uno de sus hombros. Su prometido dejó escapar un suspiro. ¿Cómo podía decirle que su invitado era el líder de una peligrosa mafia rusa y que si llegase a descubrir quién era ella en realidad, le arrancaría la vida?
-No me ocurre nada. Es solo que...
-Que... -Lo invitó a continuar tras haber dejado un margen de silencio misterioso. Ciro, dulcemente, se la quitó de encima y se giró para encararla.
-El hombre que vendrá hoy a cenar fue un conocido de mi padre. Tienes que saber que este particular hombre nunca ha contado con la cordura. A veces dice cosas fuera de lugar y actúa de manera extraña. -Le dijo. Para Bethany, la descripción arrojada concordaba con las características propias de un loco.
-¿A qué te refieres? -Estaba arrodillada sobre el colchón, sentada en sus piernas.
-Lo verás. Solo no te sorprendas si mi hermano y yo decidimos seguirle la corriente. Cuando se cree contradecido o se nota humillado, pierde la paciencia.
-No entiendo, entonces por qué lo quieres aquí.
-Por ayudar un poco a mí hermano. Este hombre será un buen inversionista en su emprendimiento de vinos. Al menos hasta encontrar una mejor idea. -Inventó Ciro.
La puerta se abrió dándole paso a una empleada de servicio.
-Señor, el señor Brahim me pidió que le avisara que ya ha llegado. -Ciro le agradeció.
Ambos se levantaron de la cama. Bethany ayudada de su prometido para que los tacones no le hicieran perder el equilibrio. Ciro acarició sus lóbulos desnudos.
-Tus aretes de perlas me parece que están en mi saco Arnani, en el bolsillo interno. Los pusiste ahí la pasada noche, cuando fuimos a cenar a aquel restaurante griego. -Le hizo saber. Bethany le dio un beso en una mejilla y lo dejó partir.
Ciro descendió por las escaleras con galantería. Encontrando a su apreciado hermano al final de las mismas. Ambos derrochaban elegancia y estilo. Cada uno a su propia personalidad. El mayor de los Tonali con más formalidad, mientras que el menor lucía más relajado, pero nunca vulgar.
-Le he dicho a Bethany que cenaremos con un hombre que está un poco mal de la cabeza y que será inversionista en tu emprendimiento de vinos. -Explicó Ciro, esperando que su hermano le siguiera la corriente. Brahim tenía el entrecejo fruncido, confundido por lo que oía.
-¿Emprendimientos de vinos? Yo no sé nada de vinos. -Recalcó. Estaba disgustado por aquella fantasía que su hermano estaba creando. -No tengo porque jugar tu estúpido juego.
-Tienes qué. -Le dijo Ciro bajando la voz. -Porque si Voslov llegase a descubrir el pasado de Bethany nos eliminará a los tres de la faz de la tierra. -Brahim lo miró con más ira. Era una verdad irrefutable. Por mucho que le desagradara, los tres eran un equipo y si uno caía, arrastraría a los demás.
-¿Eres consciente de la manera tan absurda en que arriesgas nuestras vidas? Solo por proteger al enemigo.
-Bethany no es el enemigo. Y en segundo lugar: nada de esto estuviera sucediendo si tú no hubieses dado marcha atrás con la alianza. -Lo culpó, dándole un pequeño golpecito en el pecho.
Los perros empezaron a ladrar, enloquecidos. Y el motor de un vehículo pesado retumbó. Voslov había llegado.
-Yo lo recibiré. Tú ve por Bethany. -Ordenó el mayor.
Brahim ojeó las escaleras y suspiró. Sería una velada muy larga. Emprendió su caminata rumbo a la parte superior de la mansión y sin prisas caminó hasta la habitación principal.
Recordaba cuando era más joven y su padre organizaba veladas similares. Nunca permitía que saliera de su habitación hasta que cumplió los quince años de edad, entonces lo sentaba a la mesa con él y sus socios. Lo mismo ocurrió con Ciro. Era la edad en que empzaba a incluirlos a sus turbios negocios, cuando ya se convertían en hombres.
La puerta estaba abierta, así que creyó oportuno empujar. Lo hizo con cuidado, descubriendo paulatinamente a la dama de fuego que estaba más candente que nunca, envuelta en un vestido de seda rojo que delineaba sus medidas. Estaba de espaldas a él por lo que pudo regocijar su vista con más tiempo. Extrañaba darse gusto de aquel fruto. Y si la ocasión hubiese sido oportuna, juraba que la hubiese seducido en ese preciso instante, en ese idóneo lugar.
-Bethany. -La llamó al fin. La mencionada se giró para ver a su cuñado de pie en el umbral de la entrada. -¿Qué haces?
-Algunos apuntes. -Dijo. Sostenía un pluma de tinta en su mano. Escribía en su diario. Brahim se vio tentado a inquerir más del tema, pero en el saloncito aguardaban por ellos.
-Es hora. Bajemos. -Le ofreció la mano para guiarla. Sin embargo, ella la evitó.
Brahim no se apartó demasiado, tan solo se movió a un costado, así que Bethany tuvo que perfilarse para poder salir. Sus cuerpos, inevitablemente se rozaron. El italiano colocó sus brazos a cada extremo de Bethany, atrapándola.