La mañana de Ciro había transcurrido a mitad de la plaza principal de Florencia, sofocado bajo el intenso calor. Repartió unas improvisadas tarjetas de invitación a los transeúntes que vio pasar. No a cualquiera, sino a los que, según su juicio, presumían de un porte elegante y fino. Serían sus invitados a la boda.
Lo pensó mucho y no podía creer lo idiota que había sido al invitar a sus conocidos, pero que eran ajenos a Bethany. Entonces, lo primero que se le ocurrió (no diría que era la mejor idea) fue invitar a unos completos desconocidos. Y así no tendría más ventaja que la novia. En el día más especial de sus vidas, ambos estarían rodeados de desconocidos.
Regresó a su casa donde el sastre y sus asistentes ya estaban esperando. Sin perder tiempo, Ciro pasó al saloncito y se subió a un pequeño taburete redondo de madera para que el encargado de confeccionar su traje procediera a tomar sus medidas.
Veía detenidamente al hombre del espejo, grande y fornido. Se había convertido en todo un Adonis y en un poderoso líder de la élite criminal, casi a nivel mundial. De pronto saltó a su mente una mujer tan fría y calculadora como hermosa. La primera que supo qué botón presionar para enamorarlo. Suspiró, rezumando ira. Anne Johnson había sido una genia; una perfecta maestra del engaño. Nunca habría adivinado cuáles eran sus verdaderas intenciones de no haber sido por Brahim, siempre desconfiando de cualquier abeja que se acercara a su jardín.
Su pensar se vio interrumpido cuando una de las empleadas domésticas saltó a su vista en el espejo.
-Señor Tonali, el señor Brahim ha llegado. ¿Desea que lo invite a pasar? -Ciro se limitó a cabacear conservando una expresión seria.
Tardó solo unos minutos en verlo entrar al saloncito. Tenía puesto unos anteojos oscuros y llevaba una actitud de facineroso.
El primogénito ojeó a su hermano con seriedad en el reflejo, aguardando que el satre terminara con lo suyo para poder bajar del taburete. Con solo interpretar su mirada, Brahim entendía que estaba molesto. No sabía por qué, pero lo averiguaría pronto.
-Un nuevo traje. ¿Cuál es la ocasión? -Preguntó Brahim quitándose los anteojos.
-Mi boda. ¿Recuerdas? -Dijo con obviedad. El menor de los Tonali hizo una mueca de desagrado. A veces le gustaba pensar que su compromiso era una pesadilla, o en menor medida una broma.
-¿Para qué me quieres aquí? -Apresuró Brahim la cita.
-Por dos razones: En primer lugar quiero hacerte la invitación de forma oficial a mi boda, pero no como un invitado más. Serás mi padrino.
-Esperas que presencie tu muerte en primera fila. -Se permitió un chiste amargo. -Eso no es lo que le haces a un hermano.
-Sé que esto está en contra de tus principios, pero no lo hagas por ti sino por mí. -Pidió atenuando su mal genio. Claro que quería a su hermano en primera fila el día más especial de su vida. Brahim exhaló. Su falta de respuesta fue una positiva para Ciro.
-Vaya forma de estropear mi día. ¿Es todo? ¿Puedo marcharme?
-No es todo, apreciado hermano. -Frenó sus prisas. Por fin podía bajarse del taburete. Se colocó de frente a Brahim. -Creí haberte dicho que quería mantener a Bethany limpia de todos nuestros negocios.
-Sintetiza.
-Haz metido todo el dinero de las cajas en su cuenta de banco. -Le recriminó, dándole un suave empujón al final. Brahim la maldijo en sus adentros.
-Te tenía dicho que era mucho dinero para tenerlo por ahí. Y una inmobiliaria es perfecta para disimularlo.
-Si esto llegara a salpicarle a Bethany, me olvidaré que eres mi hermano. -Le advirtió apuntándole con el dedo. A Brahim estas declaraciones le dolieron más de lo que pareció a simple vista. Su padre se estaría retorciendo en la tumba.
-No te preocupes. Tu esposita estará bien. Sé lo que hago. -Fue lo último. Giró y se marchó del saloncito. Ciro lo siguió hasta la sala, insipiente del mal sabor que sus declaraciones dejaron en su hermano que era demasiado orgulloso para decirlo. En la sala de estar, posó una mano en su hombro motivándolo a darse la vuelta.
-¿Cómo va todo con Voslov? ¿Crees que sospeche algo acerca de Bethany?
-Y yo cómo voy a saberlo. Voslov es un maldito desquiciado. Un lobo disfrazado de oveja. Nosotros vamos a creer lo que él quiera que creamos. -Dijo indignado por la pregunta, a su juicio, absurda.
El Mustang se abrió paso a la propiedad, y Ciro sonrió con genuina felicidad. Su prometida llegaba. Brahim, por el contrario, alargó un mohín de desagrado. Seguía maldiciendo la suerte que tuvo al sobrevivir de su "accidente."
Bethany entró a la mansión acompañada de Lorient, una mujer alta y delgada de cabello oscuro, lasio y largo. Ambas se reían como si se tratase de grandes amigas.
-¿Cómo les fue chicas? -Inquirió Ciro.
-Fue caótico. Un vestido era más hermoso que el anterior. -Intervino Lorient, la dama de honor.
-Todavía no me decanto por uno, aunque tengo tres finalistas. Uno de ellos será el ganador. -Añadió Bethany que apenas se había fijado en la presencia de su cuñado.
-Luciras hermosa con cualquier cosa que te pongas. -Halagó su prometido. Bethany le sonrió.
-Querido, ¿Puedes indicarle a Lorient dónde está el baño? -Le pidió.
-Por supuesto. Sígueme. -Dijo viendo a la dama de honor.
Los cuñados quedaron solos, varados en en medio de la estancia. Brahim la veía con desencanto. Sin disimular su ira.
-Debería ser yo quien te vea así. No haz hecho otra cosa que intentar seducirme y colmar mi paciencia.
-Le has dicho a Ciro de nuestro convenio. Que yo sería quien administraria tu cuenta de empresa. -La acusó.
-Claro que no le he dicho. -Se sorprendió.
-No me tomes por un idiota. -La reprendió entre dientes al oír a su hermano aproximándose por el pasillo. Se colocó de nuevo sus anteojos oscuros que ayudarían a disimular la furia que emanaba hacia su cuñada.
-Quedamos otro día, jefa. -Bromeó Lorient llegando junto a Ciro. Bethany colocó sus ojos en blanco, divertida. Le tenía dicho que no le gustaba que la llámase así