Adentro de la casa, los protagonistas del evento pasaron a la bodega de vinos. Ella dejándose llevar por él. Era una sensación agradable cuando menos.
-Qué hacemos adentro cuando allá afuera hay una fiesta; nuestra fiesta. –Ciro rió mientras sacaba una reserva del setenta y cinco.
-Demasiada gente para mi gusto. –Se giró descorchando la botella con mucha facilidad. Dejando en evidencia que sus fornidos brazos no eran tan solo apariencia. Sirvió vino en dos copas de cristal savarovski, el cristal más fino y costoso del mundo, y extendió una de ellas a Bethany. La mujer las inspeccionó con extrema atención, admirando su diseño elegante. Era la primera vez que veía unas figuras de arte tan esplendidas en su casa.
-Afuera también hay vino. –Dijo Bethany precipitosa.
-No como éste. –Dijo a su prometida quien curiosa se llevó la copa a la boca y le robó un trago entendiendo a qué se refería. El sabor era tan diferente y puro, con un adecuado grado de licor. Un gemido escapó inevitablemente.
-¿Tienes pensado regresar a la fiesta?
-Desearía poder negarme a eso. Desearía poder pasar el resto del día aquí contigo, sin nadie más, pero somos los protagonistas, el público espera por nosotros. –Dijo Ciro bebiendo de su copa al terminar. Bethany lo emuló.
-¿Por qué me has traído aquí? –Él se permitió disfrutar de la vista que caía ante su mirada antes de romper la magia con sus palabras: Su tez, no demasiado blanca, que resaltaba sus ojos color avellana, y su cabello rojizo que caía en una cascada por detrás de ella, subiéndose algunos mechones por sus hombros. Era la personificación de la diosa Venus.
-Solo quería asegurarme que estés bien. Que no te sientas demasiado abrumada por los desconocidos de allá afuera. Si es así podría echarlos ya mismo.
-No tienes que hacerlo. Estoy bien. -Aseveró Bethany.
Aunque no se sentía definitivamente a gusto, no iba a poder esperar que su prometido la protegiera todo el tiempo. Contra poniéndose a los demás si era necesario. En el fondo sabía que Ciro estaría dispuesto a navegar en medio de tempestades y volar en el ojo de huracanes si eso fuera necesario para su bienestar.
-Querido hay algo que tengo que decirte y es que necesito que me perdones. -Las fisuras de Ciro se tornaron en confusión.
-Que te perdone, pero por qué. -Bethany se rascó una ceja, tumbando su mirada al suelo. Lo que tenía para decirle no sería fácil de digerir para ninguno de los dos.
-No sé si antes te lo había dicho, de cualquier modo lo te lo diré ahora. Lamento mucho lo que pasó entre Brahim y yo. -Dijo dificultosa, avergonzada. Presenció cómo las facciones de su prometido se distorcionaban dejando a un lado su acostumbrada dulzura y adquiriendo un tono de amargura. La piel de Bethany se erizó, víctima de sus ojos casi diabólicos.
Ciro había tenido la esperanza de que fuese incapaz de saber su traición, precisamente para evitar atravesar por esta situación.
-¿Cómo lo has descubierto? -Cuestionó en un mascullo.
-He tenido algunos efímeros recuerdos de... Ya lo sabes. Lo siento. No tengo razones por explicarlo, tampoco puedo entenderlo. -Ciro dejó su copa en la encimera que tenía más próxima y se masajeó las sienes. Quería reaccionar de la mejor manera posible.
Lo que más dolía en su interior era que, antes de él, primero recordara su aventura con Brahim. Pero no podía culparla por ello.
-Hace mucho tiempo que dí por superado eso. Agradezco que te hayas sincerado y disculpado. -Fue lo mejor que le vino a la mente. -Yo también tengo algo que decirte; acerca de una mujer que formó parte de mi vida antes de ti. Cuando nos conocimos yo estaba saliendo con ella y fue así quizás por las siguientes dos o tres semanas hasta que terminamos. No pensaba decírtelo, pero te prometí que no te mentiría y por supuesto que incluye también la omisión de la verdad.
-No, no, no... -Repitió ella incrédula. Sus palabras eran las mismas que ella vociferó a sus padres durante su viaje a Estados Unidos. Una vez más funcionaban como chivos expiatorios. -¿Por qué mis padres te informan de todo cuanto yo les diga?
-Tus padres no me han dicho nada.
-¡Mientes! -Le recriminó. -Acabas de decirme que no lo harías.
-Está bien. -Dijo para calmar la situación. -Hay algunas cosas que tus padres me han dicho.
-Todo te han dicho. -Intervino no con mejor ánimo.
-No tuviera que ser así si tú pudieras tener la confianza de contarme lo que te aqueja. -Dijo Ciro evitando caer en la desesperación. -Entiende que no quiero que haya nada oculto entre nosotros, mio caro.
Bethany no encontró palabras para continuar la discusión, o simplemente no deseaba encontrarlas. No quería pelear con su prometido un día antes de su boda.
-No está bien la complicidad que tienes con mis papás, y no concierto que continúe. -Dijo más como una orden que un deseo. Ciro se guardó sus palabras, no iba a prometerle algo que tenía en claro que no estaba dispuesto a cumplir.
Fueron interrumpidos por la oportuna presencia de un empleado destinado a informarles que el ansiado brindis no podía dar inicio sin ellos.
-Gracias, Son. Avisa que no tardaremos en ir. -Despidió Ciro al joven empleado. Éste se marchó sin más.
El italiano se acercó a su futura esposa para besarla con ternura. Se sintió aliviado cuando ella le recibió con la misma pasión.
-Lo siento. Me equivoqué. -Le dijo rozando Sus labios húmedos. Sus frentes estaban unidas.
-Yo también te debo una disculpa, también me equivoqué. Creo que es un empate. -Se rieron al unísono y de nuevo se besaron.
No tuvieron prisa por regresar al evento principal, primero se dieron tiempo para acabar sus copas de vino. Ignorar en una esquina una ambrosía del setenta y cinco sería un pecado. Entre buena platica y risas las horas se le escaparon. Para cuando las excusas se les acabaron obligándolos a regresar al jardín posterior, el ocaso se producía, sumergiendo la tarde en un anaranjado color.