C37
Los fines de semanas, James no acudía a la editorial; eran sus días libres. Los dedicaba entonces a su gimnasio de boxeo. Entrenaba a jóvenes y adultos, a mujeres y a hombres con ayuda de sus dos asistentes. Y a veces, cuando la jornada era poco fluida, se dedicaba a sí mismo. Era el caso de ese sábado matutino en el que se le encontraba golpeando con diestra y siniestra un saco de boxeo suspendido en el aire.
Quien lo conociera sabía que algo le ocurría, pues golpeaba aquel objeto inanimado con determinación, casi como si pudiera herirlo. No había sido el mismo desde que le dieron la noticia de la muerte de Anne, y cualquiera que quisiera ayudarlo, salía con "las tablas en la cabeza." Muchos ya lo consideraban un caso perdido. Esperando en silencio que sucumbiera al mal consuelo del alcohol.
-James... -Lo solicitó uno de sus asistentes entrenadores. El solicitado no le prestó su atención.
-James... -Un segundo llamado que resultó ser igual de ineficaz.
-¡James! -Alzó la voz molesto consiguiendo éxito. El periodista se sobresaltó ante el estruendo de su voz y volteó a verlo. -Te están buscando. -Dijo señalando a la entrada. James dirección allí sus ojos encontrándose con un hombre robusto y alto de piel oscura y barba frondosa, pero arreglada. Llevaba su acostumbrado uniforme de oficial de policía.
-Maravilloso. -Susurró por lo bajo, atestado de sarcasmo.
Procedió a quitarse los guantes caminando al encuentro con el visitante.
-Jonas. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. -Expresó James estrechando su mano con la del otro hombre a las afueras del gimnasio.
-Ya ves tú, desde el fune... -Jonas se aclaró la garganta consciente de la ineptitud que pronunciaría.
-Desde el funeral, adelante puedes decirlo. -Motivó James carente de simpatía.
-¿Cómo has estado? -Preguntó el policía.
-Bien, yo supongo. -Otro aspecto que cambió en James fue su ingenio para hablar. Solía ser más platicador.
-¿Y Lauren? ¿Está aquí contigo?
-No. Decidió pasar el fin de semana con mis padres en Misisipi. Perdóname que no la haya llevado a verte, he estado muy ocupado los últimos días. -Dijo el periodista con menos pesar del que quiso aparentar. Jonas era el padrino de bautizo de su hija, y le tenía un gran aprecio. Le había pedido a James que no fuera a distanciarlo de su ahijada, que quería estar con ella en todo momento para lo que necesitara, se lo debía a Anne, su gran amiga. Aunque James se lo había asegurado, tal parecía que lo había olvidado.
-No te preocupes por eso ella fue a verme el otro día en la comisaría. -Dijo Jonás inmutando el rostro de James, insipiente del noventa por ciento de las cosas que su hija hacía. No estaba enfadado, solo sorprendido.
-Que bien. Me quita un peso de los hombros.
-Me alegra saber lo bien que está llevando lo de Anne. -Dijo seleccionando con mucho cuidado sus palabras.
-¿Fue de todo lo que hablaron? -Cuestionó desviando su insípida mirada a la carretera.
-No. Me dijo varias cosas muy interesantes como que había sacado un sobresaliente en química, que el chico que le gusta la invitó al cine y que tú hipotecaste la casa en la que viven. -James volvió su mirada a él con notable asombro y el corazón desbocado. No había manera de que Lauren lo supiera. -Dime, James ¿Qué es lo que estás haciendo con tu vida?
-No es tu problema. -Dijo poniéndose a la defensiva. Quiso eludir su grande presencia y entrar a su gimnasio, no obstante, el oficial lo retuvo. De no haber llevado el uniforme hubiese forcejeado un poco más, e incluso lo habría golpeado.
-Lo es si tus decisiones afectan el bienestar de mi ahijada.
-Lauren estará bien. No haría nada que pudiera lastimarla.
-Mírate en el espejo, es obvio que no estás bien y eso lo nota Lauren, pero lo que es más importante, lo siente. -Le dijo haciéndolo tranquilizarse. -¿Por qué hipotecaste la casa?
-No lo entenderías.
-Sorpréndeme. -Dijo el policía a sabiendas que James era una caja de sorpresas. El periodista lo miró con recelo dándose ánimos para hablar.
-Necesito dinero para pagarle a un detective privado. -Mudo, fue así como Jonás quedó. De los cientos de miles de posibles pretextos que habían pasado por su cabeza, ése disparate no se asemejaba a ninguno.
-¿Por qué contrataste un detective privado? -Se intuía la respuesta.
-Porque me niego a aceptar que ese putrefacto cuerpo que enterré hace semanas es Anne. -Jonas cerró los ojos con fuerza, impotente. Si no llevara el uniforme lo habría abofeteado.
-¿Qué demonios crees que encontraras? -Le discutió Jonás muy cerca de él no deseando que los transeúntes de la vía escucharán nada de lo que no les convenía.
-A ella. Sigue viva.
-¡Por supuesto que no! -Dijo en un susurro que casi rompía la baja potencia de su tono. James lo empujó olvidándose de la placa que colgaba en su pecho.
-¡Lárgate de mi propiedad! -Gritó llamando la atención de los más curiosos.
Jornás miró a su alrededor. En el siglo XXI todos llevaban encima un aparato útil para filmar y los más atrevidos no dudaron en sacar los suyos para contar con una evidencia en vídeo lo que bien podía decirse un abuso policiaco.
-James, piensa con cabeza fría. No tienes la menor idea de en qué terreno te estás metiendo.
-No hubiese tenido que llegar a esto si tú y tu equipo de ineptos hicieran su trabajo. -Acusó. Su respiración estaba acelerada.
-Hicimos todo cuanto se pudo hacer. Anne está muerta. -Dijo presionando la tecla que más le dolía. James, optuso de razonamiento alguno, lanzó su puño cerrado a la mandíbula del oficial causando un escalofriante sonido que a todos robó una expresión.
Jonás llevó su mano a su boca presenciando la sangre que escurría. Si tuviera una respuesta violenta a un acto violento no se habría graduado de la academia.
-Lárgate o esto se pondrá peor. -Dijo James apuntando hacia la patrulla estacionada.