El día de la gran boda fue apremiado con un cielo despejado y un sol no tan sofocante. Una temperatura fresca, algo que no se había visto en Italia desde que había iniciado el verano.
Voslov, de pie frente a la ventana de su mansión, veía las montañas ser bañadas con ese brillo dorado del sol. Sus ojos emanaban tristeza y su actitud era propia de quien guarda luto. Él tenía razones para creer que el día que se avecinaba era menos maravilloso de lo que los demás creían.
-Señor su desayuno está listo. -Informó un joven cuyo pequeño y enclenque cuerpo le hacía parecer de menos edad. Voslov lo volteó a ver con mirada apagada.
Siguió al hombrecillo hasta la sala comedor, una inmensa estancia con una mesa de madera de roble gigantesca, absurdo para un hombre que vivía solo y no permitía que sus empleados se sentaran. Se acomodó en el extremo superior, colocando una servilleta en su regazo, aguardó a que sus cocineras prepararan el plato y empezó a comer. Más de treinta empleados estaban en fila esperando a recibir alguna orden.
-¿Ya está listo mi traje? Partiré en breve, y no quiero más retraso que el mío. -Preguntó sin fijar su mirada en ningún empleado. Alguno sabría darle una respuesta.
-Sí, señor. Cada pieza de su traje está planchada y limpia. Cuando usted lo crea pertinente lo sacaré de su bolsa transparente, no había querido hacerlo procurando que no le cayera una sola mancha que estropeara el blanco. -En efecto, una empleada dio un paso al frente y tomó la palabra.
-¿Blanco? -Preguntó el amo confundido.
-Sí señor. El traje Arnani que el sastre le envío desde Rusia. El que me pidió que tuviese listo para hoy. -Voslov regresó a su comida.
-Oh señorita, eso fue antes de saber que acudiría a un funeral. -Dijo con tono apesumbrado, como si lo sintiera en su corazón.
-¿Funeral? Había dicho que era una boda. -Se atrevió a cuestionar la empleada. Para su suerte, Voslov no estaba de ánimos para reprenderla. Movió la cabeza en señal de negativa.
-Fue lo que pensé. Lo que me hicieron creer, pero no es así. -Dijo por último. Metiéndose una gran bocanada de comida a la boca. No esperó a tragar cuando de nuevo habló. -Vaya a alistarme un traje negro, propio para la ocasión.
La empleada salió con mucha decencia de la sala comedor, pero en cuanto estuvo afuera y las puertas se cerraron, corrió a toda prisa para preparar el cambio de traje. Su tiempo trabajando para Voslov se medía en años por lo que nada (o casi nada) la tomaba desprevenida. Tenía otros cinco trajes de reserva, así que solo fue cuestión de planchar.
Luego de esperar un largo rato al acabar el desayuno, el ruso se metió a la tina. Era un hombre de mucho poder que disfrutaba regocijarse en él, así que tenía tres empleadas encargadas solo de bañarlo para que él no tuviese que mover un solo dedo, solo se relajaba escuchando jazz. Salió de la tina y pasó a su guardarropa que, siendo la habitación más pequeña de la estancia, era bastante grande. Se vistió con el traje recién planchado y sujetó su largo cabello en un rodete. Estaba listo para el funeral.
Su chófer, a manos de una limosna Lincoln, lo condujo hasta el hotel donde se llevaría a cabo la ceremonia. Se impacientó cuando su vehículo tuvo que formarse en una larga hilera de autos que avanzaban con lentitud para ingresar en el estacionamiento. Por fin estuvo adentro. Supo apreciar y enaltecer la decoración fundida en matices rojos y negros, aplaudió para él mismo el buen trabajo realizado e incluso se apuntó mentalmente pedir el nombre del encargado de semejante obra de arte.
-Voslov. -Saludó Brahim que llegaba a su encuentro. Estrecharon sus manos.
-La entrada es un infierno. No entiendo por qué no anotaron mi nombre en la lista VIP. -Se quejó el ruso. Brahim se carcajeó aun sabiendo que no estaba bromeando. -¿Dónde están los novios? Me gustaría darles la enhorabuena personalmente.
-Están arriba. Sabes que no se dejaran ver hasta que la marcha nupcial suene. -Dijo con tono amargado.
-No te hace feliz esta boda, cierto Junior. -Brahim negó con la cabeza. -¿Por qué?
-Bethany no es la chica ideal para mi hermano. -Confesó dándole miles de vuelta a la cabeza para pronunciar las palabras adecuadas.
-No me digas. -Fingió sorpresa. Palmeó el hombro de Brahim y continuó diciendo: -Arriba ese ánimo. Tal vez esta unión sea más corta de lo que piensas. Tal vez el "hasta que la muerte los separe" esté a la vuelta de la siguiente esquina.
Fue su consuelo. Lo dejó atrás y continuó su andaza.
-¿A dónde vas? -Alcanzó a preguntarle Brahim.
-Iré a hablar con el novio.
-Pierdes tu tiempo. No creo que quiera ver a alguien.
-Claro que me verá. -Dijo Voslov en un murmullo que nadie oyó.