Michael, o mejor Derek, llegaba a la boda acompañado de una mujer afrodescendiente, alta de cabello ondulado y porte elegante, midiéndose al esmoquin de etiqueta que vestía el detective.
-Recuerda: somos una pareja sin hijos, vivíamos en Nápoles hasta hace poco que adquirimos una casa aquí en Florencia. -Repasó la coartada a su compañera. Ella asintió, encantada de asistir a un evento de alta alcurnia por el que le pagarían la nada despreciable suma de treinta mil euros. -Trata de no hablar con nadie y si te toca hacerlo, habla poco. Puedes decir que no dominas todavía el idioma.
-Entendido. Si quisieras, podría darte una mano en todo el tema de la investigación. -Se ofreció Karla.
-Es mejor que no. Solo haz lo que te digo y trata de pasar desapercibida, nos veremos luego.
Cada uno tomó por caminos separados. Michael se dispuso a conversar con algunos de los invitados quienes se veían más receptivos a platicar con un desconocido. Su pretención era averiguar más acerca de la novia. Lo que él había investigado se quedaba corto, muy corto. No podía armar un perfil con tan escasa información.
Los testimonios que las personas ofrecían variaban, llegando incluso a ser contradictorios entre sí. Solo una cosa le quedaba clara a Michael; nadie conocía realmente quién era la novia. Y del novio hablaban poco los que se atrevían a hacerlo.
Éste último le era primordial. Hasta ahora era el único que unía las piezas. La desaparecida había sido muy íntima de él, cosa que desconcertó a James. Tal parecía que Anne llevaba una doble vida, pero todavía era pronto para hacer afirmaciones.
Observó que su acompañante yacía parada en un rincón hablando muy a gusto con un hombre de estatura promedio, piel blanca y porte sublime; Brahim Tonali, desde luego. No supiera cómo hacer su trabajo si no lo hubiese averiguado todo de Ciro. Por la manera en la que veía a Karla, por sus gestos sutiles, pero pícaros como quitarle el cabello del rostro y cómo la hacía reír cada tres minutos, dejaba en claro que pretendía seducirla. Michael, lejos de enfadarse, lo tomó como una oportunidad. Se acercó a ellos con mucha educación.
-Cariño, estuve buscándote por todas partes. -Dijo Michael. Brahim no se inmutó. Sedujo a la mujer de su hermano, por supuesto que haría lo propio con la de un desconocido.
Estrechó su mano con la del italiano presentándose como Derek.
-Es un grato placer conocerlo. -Dijo el detective. -Felicidades. Esto es la mejor festividad a la que he asistido.
-Claro que lo es. -Fue la respuesta de Brahim, cargada de soberbia. -¿Quién lo invitó?
-La novia. Me entregó personalmente la tarjeta. –A Brahim esto lo sorprendió, pero lo disimuló sin mucho esfuerzo.
-¿De qué conoce la novia?
-Recientemente me vendió... Perdón, nos vendió una casa. -Dijo tomando una mano de Karla al momento de rectificar.
-Ya veo. -Expresó Brahim.
No tenía ganas de charlar, menos con el que le arrebató su oportunidad de ligar. Se marchó sin importarle nada.
Caminaba entre la multitud desvariando en sus pensamientos, esquivando los arreglos florales, mesas y sillas. De pronto, se detuvo y giró sobre su eje viendo todo cuanto lo rodeaba, cayendo en cuenta que estaba en la boda de su hermano. Su pesadilla se había hecho realidad. ¿Cómo lo había permitido? Corrió con disimulada prisa al hotel y subió al ascensor que lo llevó al último piso. Aún estaba a tiempo de parar este disparate. Se bajó y recorrió el pasillo en lo que se tranquilizaba.
De pie frente a la puerta de la suite, presionó el timbre. Preguntó por la novia al guardaespalda que le abrió. Éste, un simple empleado de la familia Tonali, no se impondría a su acceso.
La vio sentada al espejo mientras se colocaba un par de aretes. Ya estaba maquillada y peinada, pero todavía vestía con una bata de seda.
-Luces preciosa. -Dijo sin querer. Fue una trampa de su inconsciente. Bethany se sobresaltó dejando caer uno de los accesorios. Brahim de inmediato se hincó para recuperarlo.
-Gracias. -Dijo Bethany en lo que se levantaba de la silla. Detalló su traje color pastel y su peinado fijado con gel. -Tú también luces bien.
-No tan bien como quisiera. Pero no podía esforzarme demasiado con mi apariencia o le habría robado el protagonismo al novio. -Bromeó causando la risa en Bethany. Esto, por un motivo que él preferiría ignorar, le hizo sonreírse. -No pensé que este día llegaría.
-El día que tu hermano se casaría.
-No. El día que tú te casarías. -La sonrisa de Bethany fue borrándose mientras su cabeza se inclinaba. -Te noté tan indecisa aquel día en la piscina que no creí que fueras capaz de hacerlo.
-De hecho, todavía no he hecho nada. -Levantó la mirada.
-¿Sigues considerando la idea de no casarte? Porque si me lo preguntas puedo decirte que no estás haciendo algo malo.
-¿Por qué te importa tanto mi decisión? Pensé que me odiabas.
-Me importa más la felicidad de mi hermano y ha dependendido de ti desde que te conoció. Él espera que este día sea el primero del resto de su vida junto a ti, pero si tú no puedes visualizar una eternidad con él, entonces sería mejor que arranques su fantasía de raíz. No lo sigas ilusionando. -Sermoneó pacífico. Hubo silencio por un rato. -Y que no me agrades, no significa que te odie. El odio es un sentimiento muy fuerte.
Bethany sonrió escasa de alegría y volvió a sentarse. El suelo bajo sus pies se tambaleaba.
-Oh, Dios. -Exclamó cubriéndose el rostro con las manos. -Debo ser la peor persona que existe en el mundo si consideró dejar plantado en el altar a mi prometido.
-Eso no te convierte en una mala persona. Te convierte en una persona racional. Si en el mundo hubiese más personas como tú, no existiera el divorcio. -Fue lo más cercano a un consuelo que Brahim pudo haber dicho.
-Ciro se llevará un disgusto horrible. -Dijo. Brahim se sentó a su lado.
-Si en verdad te ama, sabrá entenderte. Yo te entendería. -Dijo estirándose para tomar su mano. Cayendo en cuenta muy tarde cómo podría entenderse lo que dijo. Bethany, incómoda por lo que interpretó como una declaración de amor, apartó su mano sutilmente.