-Mio caro ¿Te encuentras bien? -Le preguntó su esposo sacándola de su efímero momento de coherencia.
Bethany giró sobre su eje para encontrarse con Ciro quien por primera vez desde que despertó del coma le resultaba un rostro familiar. Empezaba a recordarlo.
-Sí estoy bien. -Ciro la tomó de las manos, tímido. Se sintió a gusto al no ser rechazado. -Es un hotel muy bonito.
-Aquí te conocí, así que sí. Es el hotel más precioso que hay en el mundo. -Dijo sin mirar a otro lado que sus orbes castaños.
-Vayamos a la habitación. -Pidió Bethany soltándose de su esposo.
Siguieron al botones encargado de su equipaje hasta el ascensor y luego a la habitación cuya puerta tenía grabado el número 25.
-¿Es la misma habitación que reservaste aquel día? -Inquirió Bethany ingresando a la pieza, sintiéndose abrumada de nuevo por el presentimiento de haber estado en ese lugar.
Ciro esperó a despedir al botones luego de recompensarlo para responder.
-Yo me había quedado dos pisos más arriba, está es la habitación que tú reservaste. Me trajiste aquí la primera noche después de beber mucho y bailar un poco. -Bethany lo miró.
-¿Para qué te traje aquí? -Preguntó siendo más dócil. Ciro sonrió con picardía.
-Querías aprovecharte de mí. Yo había bebido más que tú. -Dijo mientras recortaba la distancia entre él y su esposa.
-¿Y lo conseguí? -Indagó más estando entre sus brazos. Antes de responder, Ciro la besó con ferocidad.
-Por supuesto que lo conseguiste. -Respondió separándose a penas de sus labios y atrapándola de inmediato.
La mujer no se mostró renuente a su pasión, por lo contrario, se dejó envolver por sus llamas. Si cerraba los ojos podía verlo en sus recuerdos: la primera vez que llegó a Florencia, las largas semanas que pasaron conociéndose hasta que se establecieron como pareja. Cuando le presentó a su hermano y luego se marcharon a vivir juntos. Por fin, Ciro encontraba un lugar en sus memorias.
El italiano la levantó y ella abrazó su cintura con sus piernas entretanto enredaba sus dedos en su cabello. Ciro caminó dificultoso hasta llegar a la habitación y la arrojó sobre la cama encendido en pasión. Se despojó de su camisa de botones al propio tiempo que Bethany hacía lo mismo con su blusa. Luego se abalanzó encima de su esposa, quedando en medio de sus piernas. A Bethany le sobrevenían recuerdos de su primera vez con Ciro, en ese mismo hotel, en esa misma habitación.
Ella estaba sentada en su regazo, besándolo con frenesí. Su cuerpo estaba cubierto a penas por unas bragas de hilo y un brasier que realzaba sus senos. Ciro la tomó y la acostó de espalda sobre la cama sin dejar de besarla. Su cordura, que había desaparecido por un prolongado tiempo, regresó a ser parte de él. Bethany profirió un sensual gimoteó cuando sintió una de sus fuertes manos en su delgado cuello, sin apretar.
-¿Qué quieres de mí? -Preguntó Ciro con voz ronca y mirada intimidante, separándose de su rostro.
-Quiero probarte. -Dijo con mirada seductora. Era una gacela entregada al león. Un movimiento en falso, una palabra mal interpretada y todo se acabaría.
Ciro amenazó con apretar su agarre, entonces Bethany cerró sus ojos y su piel se erizó.
-¿Tienes miedo? -Preguntó Ciro despilfarrando poder.
-¿Debería tenerlo? -Dijo ella sin sonar o demostrar temor. Podría decirse que casi estaba esperando que le inflingiera placer mediante prácticas sadomasoquistas, pero Ciro no era fanático de E. James. Prefirió soltarla y deslizar sus dedos por la tira de su brasier desembocando en la copa que masajeó con tenor y firmeza. Bethany se regocijaba en su tacto, ansiosa de más. Curvó su espalda lo necesario para aflojar los broches de su prenda y quitársela, exponiendo su torso desnudo a su amante quien se inclinó para besar sus senos, uno a la vez y provocar sus gemidos.
Ella lo tomó del rostro para recuperar sus labios y lo tumbó de lado para subir una de sus piernas sobre su cintura. No dio más prórroga y metió una mano en sus jeans que le apretaban producto de la lujuria. Ciro gruñó al sentir sus frágiles dedos acariciándolo con delicadeza. Fue más allá y utilizó ambas manos para hacer más que solo acariciarlo. Bethany sabía lo que hacía y Ciro no se cortaba en demostrárselo. Bajó sus bragas de hilo para enseñarle que él también era hábil con sus dedos, entonces Bethany se perdió en el placer.
Ese primer día hicieron el amor durante toda la noche, también el resto de la semana. Ciro solo pedía que su luna de miel tuviera la misma, si no la mitad de pasión que aquel encuentro. La primera noche había superado las espectativas en especial las creadas luego de conocer la actitud frívola con la que Bethany aparentemente pasaría. Fue difícil para ella conservar un talante de indiferencia luego de recordar una pequeña, pero crucial parte de su esposo. Era un alivio para ella saber que por lo menos, no había sido raptada por los hermanos Tonali y que Ciro se había inventado todo su primer encuentro.
-¿No puedes dormir? -Preguntó el italiano notándola muy inquieta. Estaban desnudos bajo las sábanas de seda del hotel.
Bethany se cambió de perfil para quedar de frente a él. Era verdaderamente guapo. Una escultura.
-Te recuerdo, Ciro. -Dijo ella en un pasivo tono de voz, llevando su índice a la quijada de su compañero.
-¿Qué recuerdas? -Preguntó luego de un prolongado silencio. Había tanto para recordar de él que temía a la respuesta, no todo era bueno.
-Cuando te conocí. -Se calmó, eso había sido un buen día. -Este hotel hizo que mi mente reavivara, al menos un poco.
-Suficiente para mí. -Dijo él conteniéndose a dar saltos de alegría. Pasó una de sus manos por su cuello, dándole suaves caricias con su pulgar. -¿Me dirás qué te ha tenido tan extraña?
-No, por favor. No hablemos de eso. -Corrió en decirle. Recordarlo había aflojado la tensión y la desconfianza que había emanado en su contra. No quería activarla, no por lo pronto.