De regreso en Florencia, a su vida cotidiana, Bethany y Ciro se dirigieron al obstetra, ella con la ferviente ilusión de haber quedado embarazada durante la paradisíaca luna de miel y Ciro sintiéndose tan miserable que no podía sostenerle la mirada.
Esperaban callados en la oficina del especialista a que éste regresara con los resultados de los exámenes. El italiano la había instado a que se practicara la prueba en casa con un test de farmacia, sin muestras de sangre ni demás procedimientos complicados, no obstante, Bethany no quería arriesgarse a falsos positivos.
La puerta se abrió y la insipiente mujer se irguió en su asiento, ansiosa. Su esposo, que de antemano sabía cuál había sido el resultado, le tomó una mano para darle apoyo.
-Lo lamento Bethany; no hay bebé. -Dijo el doctor cuando ya estuvo sentado en su silla al otro lado de su escritorio. Los hombros de la mujer se hundieron y sus fisuras adoptaron los signos claros de la tristeza.
-No entiendo qué pasa. Hemos seguido todos sus tratamientos al pie de la letra. -Dijo desilusionada. Ciro apretó su mano tratando de armarse con el valor necesario para confesarle la verdad y decirle que él se había realizado una vasectomía, pero no iba a poder confesarlo. Su relación atravesaba por un bache, una noticia así solo terminaría de derrumbarla. Además, si confesaba que no podía tener hijos, tendría que darle otra explicación a su cicatriz en el vientre, y ya estaba cansado de tantas mentiras.
-¿Han considerado la inseminación artificial? Podría ser más efectivo que la práctica sexual. Solo tendría que hacerle algunas pruebas a ambos e iniciaríamos con la implantación. -Bethany miró a su esposo quien había quedado mudo. Sus pruebas arrojarían la causa del problema.
Dividía su mirada entre su amada y el doctor, a éste último lo ojeaba con desprecio simulado.
-¿Qué dices, mi amor? -El alma de Ciro se pulverizó al instante. No podía negarse y romper el corazón de la mujer a la que amaba con locura, aunque en realidad no podía evitarlo, cualquier decisión que tomara sería prolongar lo inevitable. Y lo haría, alargaría un poco más ese hilo que mantenía la ilusión en Bethany.
-Ya habías concebido un bebé por el método tradicional y ahora debemos recurrir a prácticas médicas. No tiene ningún sentido. -Se dirigió al doctor estropeando la situación. Bethany soltó su mano, esperaba un "sí, por supuesto. Lo que haga falta"
-¿No quieres tener un hijo? -Inquirió apagada.
-No quiero que sea con tantos procedimientos y agujas como si fuéramos conejillos de India. -Se excusó.
-Es solo una opción que deberían considerar. -Intervino el doctor, notando fricción en los deseos de cada uno. -Cuando tomen una decisión háganmelo saber e iniciaríamos cuanto antes.
Salieron de la clínica sumidos en la ley del hielo. Ciro repudiada ya esa tensión que empezaba a hacerse habitual entre Bethany y él. No imaginaba que su vida de casado fuera así en medio de silencios e inquietudes.
-Nuestro primer hijo ¿Fue planeado o fue un accidente? -Preguntó ella abrochando su cinturón de seguridad, subida al Mustang.
-No lo estábamos buscando. Tú quedaste embarazada sin haberlo esperado.
-¿Y tú lo quisiste aun así? -Dijo tentando a la hostilidad.
-Claro que sí ¿Por qué no lo iba a querer? -Preguntó optuso.
-Te lo preguntó porque no siento que quieras intentar tener otro hijo. Y si me preguntan diría que no tienes porte para ser padre. -Ciro suspiró. Los constantes interrogatorios de su esposa empezaban a ser agobiantes. Una ironía tratándose de quién era ella realmente.
-No quisiera que nuestro hijo salga de un tubo de laboratorio. Quiero que si llegase a suceder sea de una forma natural y no forzada. -Explicó Ciro maniobrando entre el tráfico de la ciudad.
Llegaron a casa dirigiéndose a penas la palabra. El italiano moría porque Bethany le confesara las razones de su distante actitud, pero no había forma. De hecho solo parecía empeorar.
-Maravilloso. -Expresó sarcásticamente Bethany al ver el Roll Royce de Brahim estacionado dentro de la propiedad. No se olvidaba de la manera tan hipócrita en que quiso engañarla. Fingiendo ser un amigo que la aconsejaba y apoyaba cuando su verdadera intención era frustrar la boda a su conveniencia y deshacerse de ella. Podía dudar de Ciro, pero de Brahim no.
Se apearon del vehículo y se adentraron a la mansión. Si haber presenciado a su cuñado le disgustó, la amargura que sintió fue inexplicable cuando vio a Voslov sentado en la sala de estar.
"Una vez que entre a la vida de los Tonali no habrá forma de que pueda salir." El suelo que pisaba se sacudió fuertemente y un mareo la sobrevino cuando recordó esas palabras del ruso. Entendía ahora que era una advertencia.
-Que sorpresa. -Dijo Ciro poco animoso. Luego de su último encuentro con el ruso le habían quedado pocas ganas de volver a verlo.
El invitado y Brahim se levantaron para recibirlos.
-No creíste que iba a irme sin despedirme, verdad. -Dijo Voslov. Su mirada recayó en la dama de fuego con la ira desprendiendo de sus intensos orbes oscuros. Un escalofrío le recorrió el cuerpo a Bethany y su instinto la llevó a ocultarse detrás de la espalda de su esposo. Voslov sentía hacia ella repugnancia. Saber quién era y lo que representaba le activaba su lado más salvaje y prehistórico. Asesinarla más que un placer o un acto de venganza, era casi un instinto de supervivencia. La existencia de su "gente" y su estilo de vida dependían de su inexistencia.
-Perdóname por haberme hecho esa ilusión. -Espetó Ciro. Al ruso le dio risa su sarcasmo que no ocultaba el desagrado que por él sentía. No le importaba en lo absoluto. Él estaba por hacer dinero y negocios, no amigos.
-Oh querido socio, debería poner una mejor actitud. Le recuerdo que conozco su debilidad y créame muy misericordioso por hacerme de la vista gorda. -Cerró su sermón con amargura, víctima de la desafiante mirada del italiano cuyo cuerpo estaba tensado por completo. Era la impotencia de no poder hacer nada y de resignarse a él. Su padre estaría muy decepcionado de ver cómo cedía autoridad.