Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 56

La casa se le estaba quedando grande a Ciro. La indiferencia de su amada era algo que se hacía sentir enormente, pues ella en lo habitual solía ser alegre, platicadora y entusiasta de los pequeños detalles de la vida. Pasó de ser la luz de su vida a ser una ausencia marchita en su interior. Era como si la hubiera perdido. Le mortificaba esa idea más aún cuando recién la recuperaba de los fríos brazos de la muerte. Nadie sabía cuánto le hubiese dolido haberla perdido, ni siquiera él podía hacerse una idea certera de ese sufrimiento.

Quería recuperar a su Bethany, sentirla por fin como su esposa y no como una desconocida que vivía en su misma casa. Si lo pensaba bien llegaba a conversar más con sus empleados del servicio doméstico que con su recién esposa. No podía seguir así.

Tocó dudoso a la puerta de la habitación teniendo pocas esperanzas de que fuese a atenderlo. Para su sorpresa, la puerta se abrió dejándola ver.

-Quiero invitarte a salir. -Dijo con la timidez propia de un adolescente en su primera cita.

-Te lo agradezco, pero no estoy interesada. -Fue la cortante respuesta de Bethany, como si hubieran tocado a su puerta ofreciéndole algún producto o que se uniera a algún culto religioso.

Cerró de prisa sin esperar objeción o debate. Ciro suspiró. A pesar de ser quién era, esas actitudes de su amada podían lacerar su corazón. Rendido, se dio media vuelta decido a entregarse a su pena en otro lugar de la casa. Antes de marcharse escuchó la puerta que de nuevo se abría, por supuesto se viró.

-Aunque sí hay un lugar al que quisiera ir. Si tú quisieras puedes llevarme. -Dijo saliendo de su refugio.

-Claro que sí. A donde tú quieras. -Dijo el italiano sin pensarlo dos veces.

-Llevame al lugar de mi accidente. -Entonces Ciro perdió un atisbo de su alegría. En verdad había pensado que Bethany le estaba proponiendo un plan de parejas. Incluso así no se negó.

Salieron a minutos antes del mediodía, luego del desayuno que se sirvió a deshora, un poco tarde. A bordo del Mustang tardaron cerca de cuatro horas hasta llegar al lugar del siniestro: la periferia entre Florencia y Chetbvian, la nada con bosque a los extremos de una carretera maltratada.

-Los bomberos reportaron que tú ibas manejando y que un auto se acercó en sentido contrario, perdió el control del volante y te golpeó. El conductor tenía altos grados de alcohol en su sistema. -Explicó Ciro que había estacionado su vehículo a la orilla de la carretera. Bethany miró hacia atrás y adelante con detenimiento. Era un lugar bastante apartado.

-¿A dónde iba?

-No lo sé. -Dijo con tranquilidad, meneando la cabeza. -Cuando me llamaron avisándome del accidente no lo creía. No se me ocurrían motivos por los que tú estuvieras por estas rutas.

Bethany no dijo nada. A su simple entender estaba saliendo de la ciudad cuando sufrió el accidente.

Se apeó del vehículo y caminó sin prisas que la corrieran por la carretera estropeada y polvorienta. La fluencia de tráfico era inexistente. A lo largo de un camino llano no se avistaba ni un solo auto lo que la dejaba como la persona más desafortunada en el mundo, o por lo menos de Italia, tras chocar en una carretera desértica. Y entonces, entre polvo y brisas, un recuerdo golpeó su ofuscada mente:

Estaba manejando a altas velocidades en la carretera, alarmada, pero no asustada. Se adueñó de los dos carriles para no tener que fijarse de las canaletas y reducir la velocidad. Se mantenía pendiente de los espejos retrovisores ojeándolos en cada momento y de pronto, en uno de aquellos fugaces vistazos, vio una camioneta de cuatro puertas negra y grande asomarse en el principio de la carretera. Pisó a fondo el acelerador amenazando a romper el pedal mientras que el perseguidor también adquiría velocidad y recortaba la distancia con su vehículo hasta que finalmente, su camioneta negra fue goleada por la parte de atrás con tal fuerza que la sacudió...

El resto de su memoria fue ofuscada. Para cuando despertó del letargo, se vio en medio de la carretera sin mirar un punto en específico. Ahora sabía que estaba huyendo cuando el accidente ocurrió.

-¿Todo en orden? -Preguntó Ciro a sus espaldas, acariciando sus brazos con las yemas de sus dedos y despertando en ella sensaciones que no morirían por completo.

-Sí. Todo en orden. -Dijo pretendiendo no levantar sospechas.

-Habla conmigo, por favor. -Pidió en un murmuro.

-No hay de qué hablar, Ciro. -Respondió Bethany, también en un tenue tono de voz. Ciro estaba desvinculado de la verdad. Cualquier cosa que quisiera averiguar, debía hacerlo a escondidas.

-Debe haber algo que pueda hacer para deshacer está distancia. -Insistió, desesperado. Sentir tan lejos a su amada cuando literalmente la tenía a su lado, era aniquilador.

-Me estás ocultando cosas. Y no solo eso, manipulas mi realidad a tu antojo. -Dijo sonando accidentalmente como un reproche.

-No te oculto nada.

-¿Ah no? Dime entonces cómo es ella.

-¿Quién?

-¿Anne Johnson? -El italiano levantaba una sosegada maldición al cielo cada vez que ese tétrico nombre llenaba la boca de Bethany. -Su aspecto físico descríbelo.

-Es blanca, de cabello oscuro y ojos verdes. -Se rascó una ceja imaginándose a cualquier mujer que coincidiera sin saber que Bethany sabía más de lo que aparentaba. Se soltó de su abrazo y se giró para encararlo.

-Cuando quieras inventar una historia deberías hablarlo con Brahim para que ambos manejen la misma información. -Ciro no entendió y ella no tuvo reparo en explicárselo. -Él me dijo que Anne era de facciones similares a las mías, con cabello rojizo.

-¿Por qué le crees a él antes que a mí? -Dijo deseando tener la moral suficiente para ofenderse.

-Porque a Brahim no le importo y no tiene ningún interés en crearme fantásticas historias o de pintar mi mundo de colores. -Ciro negó con la cabeza manteniendo la mirada agachada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.