Era una acostumbraba mañana agitada para James quién alistaba su portafolio mientras preparaba el desayuno para llevar a Lauren a la preparatoria antes de marchar a su trabajo. Sorbió de su taza de café leyendo los apuntes que había hecho la tarde anterior. Cuando hacía algo, se aseguraba de que fuera lo mejor.
-En otras noticias: las autoridades anunciaron la incrementación de muertes ocasionadas por mentafetamina. -Entonces James volteó a ver la pantalla del televisor. El reportaje describía como una pandemia la consumición de dicho estupefaciente que se repartía por las calles estadounidenses, como caramelos en una fiesta infantil.
-¿Nos vamos papá? -Preguntó Lauren recogiendo sus cosas del sofá. James tardó unos minutos en darle su atención, la reveladora noticia lo tenía abstraído.
-Claro, cariño. -Dijo al fin. Dejó su taza aún con café reposando sobre una encimera y salió siguiendo a su hija.
James iba en silencio, metido de lleno en sus pensamientos, algo poco habitual en él, más cuando estaba atrapado en el tráfico como sardina en lata.
-¿Estás bien? -Preguntó Lauren. James le dedicó una consoladora sonrisa y asintió, tranquilizándola, aunque nunca estaba tranquila del todo.
La dejó a las puertas de la preparatoria y retornó a la carretera mientras comunicaba mediante una llamada telefónica que llegaría tarde a la redacción. Colgó la llamada antes de que su jefe se desatara con el sermón.
Cuando se detuvo frente a la comisaría, sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Hacía tanto tiempo que no visitaba ese lugar. Desde la muerte de Anne, pocas ganas le habían quedado de ir. Se bajó del vehículo y clavó la vista al suelo sintiendo la curiosa mirada de los que pasaran por ahí y reconocían quien era. Si la inquisidora mirada era agobiante, más lo eran los murmullos. Pero no reaccionaría con la fuerza bruta como solía ser, no estando en una comisaría.
-Estoy buscando al oficial Jonas Presley.-Avisó a la señora que estaba en una especie de caja de cristal a penas entrando a la comisaría.
La señora lo miró con indiferencia masticando chicle como si no hablase su mismo idioma. Hasta que por fin se decidió a levantar el teléfono y llamar.
-Oficial Jonas Presley, el señor... -Cubrió la bocina del teléfono y le pidió a James su nombre. -James Beghue solicita verlo. -Le siguieron unos minutos de suspenso.
-Puede esperarlo por allá. -Añadió la señora señalando a sus espaldas unas bancas de madera dispuestas para ocasiones así.
James se sentó con los brazos cruzados a la altura de su pecho. En frente le quedaba una rejilla de acero que protegía el segundo piso, donde se encontraban los altos mandos de la policía y las salas de conferencias. Allí solo accedía personal rigurosamente seleccionado. Él, obviamente no. Sin embargo, Anne se saltó un par de veces las normas y lo metió en varías ocasiones, todas tuvieron serias consecuencias para ella, pero de ninguna aprendió la lección.
A James se le escapó un pesaroso suspiro. Estaba pensando en Anne sin darse cuenta que lo hacía. Ella solamente se había escurrido en su mente como hacía desde el primer momento en el que la vio, cuando todavía era una simple oficial de policía, más cerca de su grado de la academia que de un ascenso. Precisamente, se conocieron cuando ella lo arrestó por desorden público y conducta antisocial cuando James, en su afán por obtener una exclusiva, alborotó una pacifica manifestación. Se sonrió absorto en sus recuerdos. Levantó la vista esperando verla bajar por esas escaleras y cruzar la rejilla para recibirlo con un abrazo.
Sacudió la cabeza para despejarse de los recuerdos que amenazaban con romper su caracter austero. Era un rostro bastante conocido en esa comisaría, no solamente por haber sido el esposo de una oficial, sino por haber sido arrestado varias veces y siempre lo etiquetaban como un hombre problemático y desafiante a la autoridad, y seguiría siendo así, por lo que se resistiría al llamado de la melancolía. Se puso de pie cuando advirtió al fornido hombre de piel oscura bajar las escaleras.
-Ya era hora. -Le reprochó su demora una vez lo tuvo de pie justo frente a él.
-¿Qué sucede? -Preguntó Jonas a quien se le veía bastante malhumorado con la visita que recibía inoportunamente en el trabajo.
-Quiero que me digas acerca de las muertes por mentafetaminas registradas recientemente.
-Y yo que pensé que venías a hablarme de Lauren, y resulta que vienes buscando una declaración para tu artículo. No sé por qué me sigo sorprendiendo. -Dijo Jonas atestado de sarcasmo. Rápidamente, las fisuras de James se tornaron en molestia.
-No estoy aquí para eso. -Le dijo con los dientes apretados. -Ese es el caso que Anne estaba investigando.
-Shh... -Lo silenció Jonas poniendo peor cara que él. El nombre de la difunta estaba censurado en la comisaría.
-Tal vez ustedes se olvidaron de ella, pero yo no. -Le dijo arrojando a su pecho la carpeta amarilla.
-¿Qué significa esto? -Preguntó Jonas atajando la carpeta en el aire.
-Pruebas. Anne Johnson tal vez haya muerto, pero Bethany Carter no lo está o al menos eso indica la reciente actividad de sus tarjetas de crédito. -Jonas frunció el ceño y se apresuró a revisar la carpeta. No era solo las tarjetas de crédito las que estaban en uso, también la empresa de bienes raíces “Bienes raíces, Carter” había abierto sus servicios.
-¿De dónde sacaste esto? -Dijo Jonas hojeando uno a uno los archivos sin explicarse cómo era posible. Estaba asustado. Su no tan aprecio compadre era impredecible, como un niño pequeño en una confitería. Capaz de cometer cualquier locura sin medir las consecuencias. -Tu estúpido detective ¿Cierto?
-Te dije que no me quedaría de brazos cruzados. -Jonas cerró el expediente y se acercó más a James.
-Estás jugando con fuego. No tienes ni la menor idea del lugar en el que te estás metiendo.