El brillo de una luna llena bañaba la elegante ciudad Florentina. Desde el balcón en el que Bethany estaba podía verse, a la lejanía, el río fluyendo con una calma imperturbable, envidiable para la caótica alma de la mujer que no conseguía serenarse.
Hacía ya un par de horas que Ciro la dejó sola luego de que tropezara con viejos conocidos y éstos lo invitaran a su torneo de póker privado. Bethany consideró la idea de quedarse adentro y charlar con alguien, seguro encontraría alguien que estuviera tan solo como ella, sin embargo, recordó el lugar en el que estaba metida, y las personas invitadas. No hablaría con ingenieros, doctores, mucho menos abogados, sino que se trataba de mafiosos; criminales de mucho poder. Fue suficiente para decidir aislarse del resto, pues quería creer que ella no pertenecía a ese sombrío mundo y que fue un accidente lo que la unió a Ciro, apesar de que éste le dijera que ella sabía quién era él el día que lo conoció.
De pronto, una copa de champagne cayó bajo su campo visual. Era Brahim quién se la ofrecía.
-¿O prefieres algo más fuerte? -Sugirió su cuñado.
-Creo que así está bien. -Se conformó Bethany y asió la copa. Probó un poco del licor de uva y Brahim observó en cámara lenta una pequeña gota que se deslizaba por sus labios rojos, y en seguida su lengua se paseó para limpiarlos. Una imagen que despertó su libido.
-Eres hermosa. -Dijo sin ser consciente. No era su estilo enaltecer a una mujer por más bella que ésta fuera. Aunque Bethany era la más hermosa de todas las mujeres con las que haya estado, y eran muchas.
-Eso ya me lo ha dicho tu hermano. -Replicó ella, desagrada por completo.
Sorbió de su copa de nuevo, esta vez Brahim giró la cabeza. Si volvía a presenciar algo como lo anterior, se serviría de ella sin razonar.
Estuvieron en silencio por un largo tiempo. A Bethany le sorprendió que su cuñado se hubiese quedado. Sabía que lo suyo no era hacerle compañía y que ese trago que le había invitado traía doble intención.
-Cuéntame cómo conocí a Anne. ¿Acaso éramos dos norteamericanas tontas que viajamos a Italia en busca de amores interesados? -Y entonces el silencio se agrietó.
-No. Fue el trabajo lo que las trajo hasta aquí.
-¿Bienes raíces?
-Otra clase de trabajo. -Dijo Brahim, dejando en el aire el suspenso. A Bethany se le saltó el corazón tras interpretar eso.
-Me estás diciendo que éramos prosti...
-No, no es a eso a lo que me refiero. -Se apresuró a aclarar, devolviéndole el alma al cuerpo.
-¿Entonces? -Brahim se llevó el dedo índice a los labios.
-Las paredes tienen oídos. -Susurró. No estaban en el lugar más indicado para responder esa clase de pregunta. Lo que más temía era que Voslov estuviera cerca y los oyera. Bethany maldijo su misterio.
-Lo tienes en la punta de la lengua. Por qué no solo me lo dices y ya. -Suplicó. -Termina de una vez conmigo.
-Lo siento, no puedo. Me gusta verte sufrir. -Resolvió por decir sin un atisbo de empatía. Bethany miró hacia el río con una extraña brisa de aire acariciando su piel.
-¿Sabes qué es lo más patético de todo esto? -Cuando Brahim respondió negativamente ella continuó. -Que tú eres la única persona en la que confío. -Soltó una amarga carcajada. -¡Tú! El hombre que el día de mi boda amenazó con matarme.
-¿Por qué yo, y no Ciro? -Esperó que terminara de reírse para preguntar.
-Ciro finge ser mi amigo. Además me miente, aún sabiendo que yo ya conozco la verdad, pero todo cuanto sé te lo debo a ti. -Abrumada, se bebió su champagne a fondo blanco. Saboreándolo como un trago de agua quizás un poco amargo. -Habría sido mejor algo más fuerte.
Se apoyó de manos en el barandal de madera que los salvaba de una mortal caída, teniendo la cabeza inclinada y los ojos cerrados. Aún esperaba despertar de su pesadilla.
-Antes de que tú llegarás aquí, yo ya tenía más de dos horas, sola, sin nadie que me vigilara. Pensé en irme, correr tan lejos como pueda, pero a dónde. No sé quién es mi familia o de dónde vengo realmente. -Se detuvo a reflexionar. No sonaba melancólica sino frustrada. -Y algo me dice que no importa qué tan rápido corra, ni en dónde me esconda, ustedes me encontrarían. Tienen más poder del que yo pueda imaginarme.
-Mírame. -Le dijo tomando su quijada para que efectuara la acción. -Tú eres la esposa de mi hermano. Esa es la única verdad que te importa saber ahora; porque es todo lo que te mantiene a salvo.
-¿A salvo de quién? ¿De ti? -Preguntó con cuidado. Brahim ladeó un poco la cabeza carente del valor para responder esa pregunta mientras la miraba a los ojos. Deslizó su dedo pulgar hacia su labio inferior y lo acarició con ternura, deseoso de probarlos.
Bethany no le perdía el ojo. Él desnudo encima de ella, besándola con lujuria mientras eran abrazados por las llamas del pecado, condenados por la traición cometida, era el recuerdo más fresco que tenía. Fue uno de los primeros que arribó a su defectuosa memoria. Nunca antes se había sentido tentada por Brahim, sin embargo, era cuando todavía estaba enamorada de Ciro, ahora que no sentía nada significativo por él los juegos de su cuñado se hacían provocativos.
Brahim se acercó más allá, dispuesto a saciar su deseo y lo consiguió. Sus labios se sellaron con los de Bethany probando el sabor cereza de su pintalabios. Pasó su mano por detrás de su cabello rojo y se pegó más a su cuerpo, aumentado la intensidad del beso. A Bethany se le dificultaba seguir su marcha. Lo encontró muy salvaje, lo opuesto a Ciro quien besaba con más ternura.
Estaban parados en un mal sitio, dónde podían verlos en el interior del salón, así que Brahim la hizo retroceder hasta pegarla de espalda contra la pared y colocó una de sus rodillas en medio de sus piernas. Bethany estaba muy cooperativa hasta que una sensación de que alguien los estaba vigilando la cohibió. Empujó a su cuñado para separarlo, no obstante, Brahim pronto recuperó la distancia y apoyó sus codos en la pared, teniendo su rostro tan cerca del de Bethany que las puntas de sus narices alcanzaban a rozarse.