Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 68

La vuelta a casa fue en el ostentoso auto de Brahim. Bethany había decidido sentarse en los asientos traseros junto a Ciro quien terminó la noche con más copas de las debidas, su esposa lo agradeció pues creía que de haber tenido sus cinco sentidos vivaces habría notado su extraño comportamiento, y es que haberse besado con Brahim la desetabilizó en gran medida. No pudo sacarse de la mente ese instante recién vivido y recuperó otros que su optusa mente ya había dado por perdidos dándose cuenta de que su cuñado y ella compartían una historia bastante larga y jocosa.

Sintió la calida mano de Ciro sujetando la suya que descansaba sobre su regazo. Movió la cabeza para verlo.

-Gracias por haberme acompañado y por ser la mejor esposa. Te juro que no encontré una sola persona que no envidiara lo que tú y yo tenemos. -Dijo Ciro a penas logrando coordinar sus palabras. Levantó la mano de su mujer y la llevó a sus labios para depositar en el dorso un tímido beso. Aposta, evitó mencionar "lo que fingimos tener" para no despertar a su corazón de los efectos alucinógenos que el exceso de alcohol habían ocasionado. Sin embargo, su mente aún lo tenía claro.

Echó la cabeza hacia atrás y se abandonó a los deseos del dios del sueño. Bethany observó su mano prensada a la de su incipiente esposo y luego ojeó al retrovisor cruzándose con la mirada de Brahim quién, aunque no se notara, se reía del comentario de su hermano. Ambos se resistieron a decir algo.

Cuando llegaron a la casa, Bethany ayudó a Ciro a descender del Roll Royce y lo condujo con paso vacilante hasta el interior de la mansión. La curiosidad la empujó a preguntarle a Brahim si aquella era una faceta habitual de su esposo, él le dijo que no. Ciro no era amante de embriagarse, menos en una noche que disfrutaba con la mujer que amaba, pero las circunstancias por las que travesaba justificaban la excepción. Lo dejó caer sobre la cama de la habitación de huésped que había adoptado como suya, y Brahim empezó por desatar las agujetas de sus zapatos.

-Me iré a dormir. ¿Crees que puedas quedarte? No sabría cómo manejarlo en este estado. -Vociferó en dirección a Brahim señalando a Ciro que estaba tirado sobre su espalda con los ojos rojos y la boca abierta, babeando. Claramente a mil años luz lejos del aquí y ahora.

-Claro. -Aceptó Brahim poco encantado.

Agradecida, Bethany salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Brahim le quitó el primer zapato a su hermano y luego el otro. Se aseguró de que Ciro estuviera bien y en apariencia lo estaba, así que se dispuso a marchar hacia la puerta.

-Te vi muy platicador con Voslov. -Habló el mayor de los Tonali, a tiempo, antes de que su hermano se hubiera ido por completo de la ahabitación. -¿Puedo saber de qué hablaban?

-De lo idiota que eres. -Respondió divertido. Ciro le enseñó el dedo medio.

-Tómatelo con seriedad. -Le dijo el italiano mientras se esforzaba por quedar sentado. Lo consiguió con muchos quejidos. Su cabeza le daba punzadas y toda la habitación giraba y giraba, mareándolo. -¿Acaso mencionó algo de Bethany? Honestamente, asistí a la velada con la mentalidad de un soldado que sabe que se dirige a la guerra. No esperé que las cosas salieran tan bien.

-Nada más allá de lo repetido: que ella es el enemigo y que debiste haberla ejecutado en lugar de desposado.

-Ella no recuerda nada, no puede ser el enemigo. -Dijo con la mirada puesta en un punto fijo. Trataba de convencerse más que de convencerlo. -Ni siquiera sabe cuál es su razón de estar aquí. El motivo que la puso en ese vestíbulo el mismo día que yo estaba.

-Por lo pronto. Pero ¿qué sucederá si mañana amenece con el recuerdo fresco de quién es? -Ciro sacudió la cabeza queriendo repeler las palabras de Brahim. Le aterraba pensar en la posiblidad de que sucediera eso que decía.

-No sucederá. -Aseguró.

-Ay, mi pobre hermano. Me das lástima. -Se compadeció Brahim. Se despidió recordándole que estaría en la habitación de al lado por si llegara a necesitarlo.

Ya en su propia habitación, Brahim se descalzó los mocasines que estaban maltratando sus dedos meñiques, se despojó de su camisa de botones y también del cinturón de los pantalones. Pero no se metió a la cama, tan solo se tiró sobre su espalda, sentado en la parte inferior de la cama. Miraba el techo mientras pensaba en su encuentro con el ruso. Tenía claro que Voslov era un experto en entrar en la cabeza de las personas y manipularlas con una alucinante facilidad, por lo que era muy precavido en lo que él decía y cómo lo decía. Sin embargo, no era el caso. Voslov no trataba de engañarlo cuando le dijo que todo aquello que sucedía en su casa y en su familia era su culpa. No solamente por haber fallado en el tiro, sino por haber permitido que su hermano hiciera lo que quiso: llamar a emergencias para reportar un accidente automovilístico y luego acudir al hospital presentándose como el prometido de aquella mala mujer. Él debió oponerse, debió haber sido el primero en llegar al hospital para terminar con lo que había comenzado. Debió haber hecho tantas cosas diferentes.

Suspiró pasándose una mano por el cabello. Su mente estaba colapsada. La mujer a la que deseó acabar hacía unos meses yacía bajo su mismo techo a escasos metros de su habitación. Podía entrar en su dormitorio y arrancarle la vida en un abrir y cerrar de ojos, ella ni siquiera se enteraría.

Se levantó de un salto y caminó hacia la salida; el pasillo estaba a oscuras y en silencio absoluto. Miró hacia el final del mismo donde quedaba la habitación de Ciro, parecía en orden. No dudaba de que su hermano estuviera ya en el quinto pasaje del sueño así que él no sería un problema. Avanzó hasta quedar de frente a la puerta de Bethany. Pegó una oreja sin advertir ruido provienen del interior, posiblemente ya estaba acostada. Se maldijo para sus adentros, a quién trataba de engañar si bien sabía que no sería capaz de hacerlo, de entrar allí y asfixiarla con una almohada hasta ver sus ojos pálidos. Suspiró con frustración y siguió su camino hacia la planta principal de la mansión. Cruzó la estancia comedor y bajó a la bodega de vinos, necesitaba un poco de licor para aclarar su mente o bien para terminar de estropearla, cualquier excusa funcionaba.




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