Brahim se subió sobre Karla que estaba acostada de espalda en la cama, vistiendo en ropa interior mientras que él tenía sus abdominales al aire libre. La besaba con ferocidad y sus manos exploraban las profundidades de su cuerpo. Sin embargo, había un problemita, Brahim no conseguía encender su libido. La razón: no era la mujer que deseaba en su cama. Karla era hermosa y una experta de los placeres lujuriosos, aun así se hacía insuficiente para el mafioso, y es que le faltaba el toque de lo prohibido. No quería placer, quería a Bethany.
La mujer de su hermano se aparecía en su imaginación planteándose en el lugar de Karla. Para Brahim era decepcionante abrir los ojos y no encontrarse a la pelirroja debajo de su cuerpo y por más que se esforzaba en disfrutar de la realidad, la fantasía se hacía más provocativa. Podía sentir la suave piel de Bethany cuando sus dedos acariciaban a la otra, podía advertir su fragancia y saborear sus labios. Bethany estaba anclada en su mente.
Sintió las manos de Karla que bajaron al broche de su pantalón, entonces las agarró impidiendo que lo abriera.
-Vete. -Le dijo Brahim soltando sus labios y bajándose de su cuerpo.
-¿Qué? ¿Por qué? -Preguntó la morena confundida.
-¡Te he dicho que te largues! -Gritó. Era una actitud defensiva, su ego estaba magullado, pues sabía que no tenía lo necesario para satisfacerla como mujer. Y no recurriría a las pastillas para levantar su ánimo.
Karla se levantó de la cama, también malhumorada, se vistió y se marchó dando portazos. Brahim se echó sobre su lecho pensando en Bethany. Ése último encuentro en la bodega de vinos lo hizo recaer en un viejo vicio. Él creía recordar lo bien que sabía Bethany, la verdad era que no tenía la menor idea. Maldijo en voz alta. Voslov estaba en lo cierto, había permitido que la mujer de su hermano se metiera en su cabeza.
No se molestó en abrir la puerta cuando escuchó el llamado al timbre. Pensó que se trataba de Karla; que habría olvidado algo o quizás se devolvía para intentar de nuevo amanecer en su cama, en cualquier caso, no le importaba. Un segundo llamado que tampoco lo perturbó. Al tercer llamado su cólera se elevó. Saltó de la cama y caminó con ira hacia la entrada sosteniendo un nudo en su garganta que le soltaría a Karla.
Abrió la puerta y quedó de piedra, no era Karla sino la mujer dueña de sus fantasías.
-Bethany. -Dijo sin salir de su asombro. Era la primera vez que iba a su apartamento. Nunca en diez años de haber conocido a Ciro lo había hecho. -¿Qué estás haciendo aquí?
-Necesito hablar contigo. -Vociferó pacífica.
No esperó una invitación para entrar al apartamento. Era pequeño, por lo que todo el lugar se conocía al primer vistazo. Tan solo la habitación quedaba oculta tras una puerta.
-¿Estás ocupado? -Dijo Bethany que no había ignorado el hecho de que su cuñado estaba semidesnudo.
-No, ya no. -Fue su soberbia respuesta. -¿Dónde has dejado a mi hermano? ¿O acaso lo traes contigo, como tu sombra?
-Está en la casa, me aseguré que se quedará allí y no me siguiera como hizo hoy más temprano. -Brahim se rió. Su hermano tenía la certera confianza de que pasaría desapercibido. No se le escapaba nada a aquella mujer.
-Bien, empieza a hablar. -La apresuró recargándose en un armario empotrado.
-¿Por qué intentaste matarme? -Brahim abrió mucho los ojos. Esperaba que hablara de su encuentro, no de eso.
-Te portabas mal. -Dijo divertido, pero a Bethany no le causó la menor gracia.
-¿Por qué no me has matado? -Inquirió en un murmullo. A Brahim se le movió el piso. Era una pregunta que rondaba en su mente desde que habló con Voslov. Ya no valía excusarse en el amor que su hermano sentía por ella.
-¿Qué te hace creer que no lo haré? -Dijo desafiante, pero su amenazador tono no surgía efecto en ella.
-Hazlo. -Lo retó. -En este preciso momento. Nadie lo sabría, y a Ciro podrás decirle que nunca llegué aquí, creerá que huí.
-No sabes lo que estás pidiendo. -Dijo Brahim con sus facciones desbordadas. Tenía que actuar, no podía permitir que llegaran a su propia casa a desafiarlo y no hacer nada.
Bethany extendió una sutil sonrisa. Sabía que no sería capaz.
-Tienes la oportunidad aquí y ahora. Si me voy, entonces la habrás desaprovechado. -Lo desafió una vez más. Bien se notaba que Bethany no conocía a los hombres Tonali, ni sabía de qué eran capaces.
Con paso retador fue dirigiéndose hacia la salida. Pudo rodear un sofá para evitar cruzarse con Brahim, pero no lo hizo. Pasó muy cerca de él, tanto como le fue posible. El hijo menor de Sandro estaba rabiando en sus adentros. No le profesaba ni un apice de temor, autoridad o si quiera respeto. Y la ira aumentaba si recordaba quién era Bethany; y no precisamente la mujer de su hermano o la agente de bienes raíces. Quién era realmente.
La mujer asió el pomo y lo giró con delicadeza. Antes de que pudiera abrir la puerta, sintió un tirón en su otro brazo y uno de los anchos brazos de su cuñado pasó frente a ella para empujar y cerrar de nuevo la puerta. Brahim la colocó de espaldas contra la madera.
-No llames al diablo o lo verás venir. -Le dijo en tono amenazador, cubriendo todo su pequeño cuerpo con sus formidables músculos.
-¿Es todo lo que puedes hacer? -Le dijo Bethany, sonando seductora, al menos así lo interpretó Brahim que no dudó en devorarle la boca.
Sus vestiduras volaron por doquier hasta encontrarse sin más que sus propias pieles tocándose. El primer encuentro los atrapó en la sala principal, con Bethany pegada a la pared. La segunda vez destendieron las sábanas mientras hacían saltar los resortes de la cama, y así por tercera vez. Fue un oasis hasta alcanzar el éxtasis y rozar el límite de la cordura.
A media noche, Brahim dormía plácidamente, sin enterarse de nada de lo que sucedía en su entorno. Bethany estaba bajo las tibias gotas de la ducha. No se quedaría a dormir. Estaba cansada de intentar sacarles información útil a los hermanos, que eran muy obstinados para hablar. Hasta no conseguir una mejor alternativa para descubrir quién era, se ocuparía en mantener felices a ambos hombres, recordando que Brahim le había dicho que ser la esposa de uno de ellos era todo lo que la mantenía a salvo. Seguramente ser la amante del otro también le daba días de vida.