James tenía el ánimo por el suelo. En el banco le habían negado el crédito que solicitó, y esa era su última opción para encontrar el dinero suficiente para pagar el chantaje de Michael. La información que el detective tenía en su poder era oro para el desesperado hombre. No importaba cuánto dinero quisiera, James estaría dispuesto a pagarlo, aunque ya le había pintado una diana al detective. Michael no tenía idea de la clase de enemigo que había hecho.
Llegó a su gimnasio que estaba abierto al público. Sus clientes más fieles lo saludaron, también los empleados. James respondió a los saludos cortésmente, pero carente de felicidad. Pasó hasta el fondo del local, a una pequeña parcela en la que se practicaba boxeo en un ring. No había nadie, por eso escogió ese sitio para pensar en soledad. La idea de vender el gimnasio palpitaba en su mente, conseguiría lo necesario para pagarle a Michael y un poco más, pero se desharía de su mayor fuente de ingresos, y con una hija que dependía por completo de él no era razonable. Suspiró.
Todo lo que deseaba era traer a su esposa de vuelta a casa. Si en algún momento la posibilidad de que Anne no estuviera viva cruzó por su mente, definitivamente dejó de creerlo cuando supo que Bethany Carter seguía activa en las calles de Italia. Ella era la chispa que mantenía la esperanza viva.
No estuvo mucho tiempo en el gimnasio. Ayudó a un par de clientes nuevos que se hacían nudos con las máquinas y señaló algunas observaciones a sus empleados, luego marchó a su casa. No tenía cabeza para nada, ni para ejercicios ni para redactar artículos. Solo quería llegar a su casa y echarse sobre la cama. No obstante, no sería tan sencillo. Llegando a su casa observó el auto de Jonas estacionado en la entrada y la puerta de su hogar abierta. Se preocupó claramente. Mal aparcó el auto y descendió rápido. Corrió al interior de la casa y encontró a Lauren con bien, entonces su corazón volvió a latir.
-¿Qué están haciendo? –Preguntó James fijándose que su hija sostenía una pequeña maleta de mano con forma de hello kitty. Junto a ella estaba Jonas. Ambos intercambiaron miradas cómplices, lo que iban a decir no sería sencillo para James.
-Papá he decidido irme un par de días a vivir con Jonas. –Espetó Lauren hablando muy bajo. No era una decisión que la hiciera feliz, pero le estaba haciendo más daño quedarse en casa y ver a su padre perder la cordura. Su obsesión por encontrar a su madre muerta estaba rebasando los límites.
-Un par de días. –Repitió James quien había analizado el mensaje con mucha cautela. Entendía qué sucedía, aunque no terminaba de creerlo. -¿Cuánto es “un par de días”? –Lauren volvió su mirada hacia su padrino incapaz de romper el corazón a su padre. Jonas la incitó a que lo esperara en el auto, y Lauren obedeció, pasó a un lado de su padre rompiendo en llanto.
-¿Te estás llevando a mi hija? –Reclamó James cuando Lauren ya había salido de la casa. Estaba enfadadísimo.
-Ella me lo pidió, ha sido su idea.
-No me digas más. –Elevó su voz. –Es decir que si te pide lanzarse desde el Central Park Tower tú la dejarías hacerlo.
-Es por su bien, James. Y si quieres tenerla devuelta te recomiendo que acudas con un psicólogo o te internes en un manicomio. –James respondió violentamente, propinándole un fuerte empujón que logró desestabilizarlo.
-No te llevarás a mi hija. –Aseguró entre dientes, no quería que Lauren lo escuchara.
-Eso lo decide ella. –Dijo por último.
Quiso irse, sin embargo, al pasar a un lado. James volvió a empujarlo y lo agarró de la camiseta, empotrándolo contra una pared. Por más irritado que estuviera Jonas (que lo estaba) no reaccionaría de la misma forma. No podía apagar el fuego con más fuego.
-¿Me golpearas en frente de Lauren? ¿En verdad? –Cuestionó Jonas con tono apacible. –Ya le has hecho suficiente daño, no continúes estropeándolo. –James apretó una última vez, con mucha ira y frustración, luego lo soltó.
El policía se acomodó la camisa agradeciendo en sus adentros que James hubiera tenido la sensatez de soltarlo. Armar ese espectáculo con Lauren afuera hubiera sido devastador para ella.
James llevó sus manos a su nuca y caminaba de un lado al otro mientras invocaba a la razón. Estaba perdiendo a su hija y no podía hacer nada para evitarlo.
-¿Cómo van con la investigación? ¿Ya pusieron en marcha un operativo de rescate? –Jonas bufó extenuado.
-En serio que eres increíble. ¿Acaso no te das cuenta que justo por esa desquiciada obsesión Lauren se está yendo conmigo?
-¡Responde la maldita pregunta! –Gritó James encarándolo. El vaso ya se había rebasado. Jonas se irguió como si esperara un golpe que jamás llegó. Ojeó hacia el exterior, Lauren parecía estar tranquila, sentada en el asiento de copiloto en su auto viendo su celular.
-Le compartí los archivos que me diste a uno de mis superiores y los quemó al instante, diciendo lo que es muy obvio: se trataba de un engaño. Los hombres que le arrancaron la vida quieren llamar la atención de las autoridades y llevarlos con correa a su territorio para darles el mismo final que a Anne. –Le informó Jonas. Pero nada de eso desahuciaba las esperanzas de James quien se aferraba más a su teoría de que los efectivos policiales de su país eran inútiles.
-Si no puedes ofrecer una solución, entonces eres parte del problema. –Dijo el periodista con un tono más moderado. Con esa misma calma, añadió: - ¿Tú les crees? -Jonas amagó a decir algo, pero se resistió inmediatamente, en su lugar cabeceó.
-Entonces eres un problema. –Ultimó James. –Márchate de mi casa.
-Harás que te asesinen, James. Piensa en Lauren, ya perdió a su madre, no puede perderte a ti también.
-Vete. –Dijo con firmeza. Jonas se resignó. No iba a convencerlo de que dejara todo en el pasado. Cuando estuvo a un paso de salir, James volvió a hablar. –Cuídala, por favor.