Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 75

Cuando Bethany llegó a la mansión Tonali, encontró a Ciro dándole de comer a los perros. El italiano no se fijó en la llegada de su esposa hasta que ya se hubo estacionado. En el pasado se habría acercado para recibirla con un fuerte abrazo, ahora se limitó a extender una triste sonrisa sin dejar de hacer su trabajo. Bethany descendió del vehículo despacio, mirando con recelo a Ciro, pensando en lo que platico con Brahim. Se le revolvía el estomago del repudio al pensar que aquel sujeto que se presentó como un ángel estando ella en el hospital, en realidad era un monstruo.

-¿Dónde estabas? –Alcanzó a preguntar Ciro antes de que su esposa se perdiera al interior de la casa. No era una pregunta posesiva sino un intento de comenzar una conversación.

-Paseando. –Resumió, sin desear meterse en una entreteje de mentiras que bien podía salir mal.

Bethany continuó a la casa, y Ciro dio por terminado su trabajo. La siguió hasta la sala principal, y antes de que tomara rumbo escaleras hacia arriba, el italiano volvió a tomar uso de la palabra.

-¿Tú has sabido algo de Derek? –Espetó dejando petrificada a su esposa que se dio vuelta con lentitud.

-No. –Fue todo lo que dijo con el miedo a flor de piel.

-Estuve pensando y creo que fui grosero aquella vez que lo invitaste a casa. Pensaba que tal vez podría organizar una velada y que tú lo invitaras para limar asperezas. –Explicó con serenidad. A Bethany le llenó de pánico presenciar la naturalidad con la que hablaba. Tenía el don de convencer a quien quisiera, justo por eso ella había caído en sus mil y una mentiras: que si era abogado, que si Red y Caitlin eran sus padres, que si quería ser padre etc. Para su suerte conocía la verdad.

-No creo que sea una buena idea. Derek está atravesando una mala etapa en su vida, no tiene cabeza para cenas. –Dijo ella esperando tener su mismo poder de convencimiento, y aunque no lo tuviera, sí tenía un don que era único: la credibilidad de Ciro, que no podía estar más engatusado de su mujer.

-Vaya, qué mal. –Dijo con algo parecido a la lástima. –No dejes de considerarlo. Me gustaría recibirlo nuevamente en casa.

-Por supuesto que sí. –Murmuró mientras subía las escaleras.

Estando en su habitación, tomó su celular móvil y llamó a Derek para advertirle, no obstante, la voz automatizada de la línea le indicó que el número ya no existía. La dama de fuego no sabía cómo interpretarlo. Quizás Derek ya estaba sobre aviso, o tal vez los hombres de Ciro ya habían dado con su paradero.

Lo único que la tranquilizaba en ese momento era que ignoraba las verdaderas intenciones del así llamado Derek, para ella no había razones que lo pusieran en el radar de un mafioso y Brahim le había dicho que Ciro, antes de actuar, averiguaría qué tanto sabía. Si echaba memoria, no recordaba nada que hubiera dicho que pudiera comprometerlo.

Caminó hasta el balcón donde observó el inmenso porche de la mansión, miró más allá del gigantesco portón de hierro, hacia el horizonte de Florencia. Pensando con sobrada melancolía que en algún punto del mundo había alguien que la echaba de menos; su verdadera familia, sus verdaderos amigos, incluso su verdadero amor. Creía que ella solamente desapareció un día, sin dejar rastro ni huella por eso continuaba en esa mansión.

Y no estaba tan equivocada. Ciertamente, en un punto del mundo, ella estaba siendo extrañada. James, envuelto en la soledad de su acogedor hogar, que quedaba pequeño en comparación a la mansión Tonali, la echaba de menos. Estaba fundido en la frustración e impotencia que le ocasionaba no poder tenerla. Quería plantarse frente a ella y darle las gracias por mantener firme su esperanza de reencontrarse con la mujer de su vida.

Eran un solo corazón, partido a la mitad por la distancia y el capricho de un mafioso.




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