Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 82

Ciro se hacía el nudo de la corbata con gran afán; equivocándose una y otra vez hasta perder la paciencia. No estaba habituado a anudársela él mismo, solía ser ayudado por Bethany quien lo hacía en un parpadeo. Pero esta vez no podía acudir a ella o arruinaría lo que tenía en mente. Rendido ante la frustración, dejó el nudo mal hecho y la corbata torcida pensando que se veía mejor de lo que suponía, y aunque no fuera así no perdería más tiempo en ella. Ese ridículo accesorio había consumido mucho de su tiempo, más del que se llevó en cualquier otra pieza de su traje.

Sonó de pronto un timbre que no era el de su celular. Demoró un poco en fijarse que se trataba del pequeño android que le había confiscado al detective. Se acercó a la mesita de noche junto a su cama y extrajo el ruidoso aparato del primer cajón en el que lo tenía guardado. “Desconocido” se leía en el identificador, era un número que no estaba registrado, aún así sabía que se trataba de James. Se amargó de inmediato. No respondió, tan solo dejó que sonara hasta que la llamada finalizó. Sin embargo, no habría pasado ni un minuto cuando el celular recibió una nueva llamada del mismo emisor. Asió el celular con determinación como si estuviera decidido a responder. De hacerlo, sería solo para burlarse de él. Para introducir el dedo en su herida seguramente abierta y aún sangrante, recordándole que su esposa había muerto por sus propias manos y que cualquier intento por recuperarla sería en vano.

La tentación por presionar el botón verde era tan grande que no se explicaba qué fuerza sobrenatural lo resistió a no hacerlo. Finalmente, la llamada finalizó. No hubo un tercer intento de comunicación y él no sería el primero en iniciar la transmisión. A pesar de todo no quería abrir esa caja de pandora, porque en el fondo guardaba algo que resultaba ser más grande que él; algo que escapaba de su control: la verdadera Bethany. Sus recuerdos.

Apagó el android y lo lanzó devuelta al interior oscuro de la mesita auxiliar. Tenía anotado en su lista de pendientes eliminar a James, se ahorraría así muchos dolores de cabeza, no obstante deseaba hacerlo pasar como un accidente para evitar sacudir el avispero.

Salió de la habitación ajustándose el nudo mal hecho de su corbata y caminó por el pasillo hasta llegar al dormitorio matrimonial que ahora solo le pertenecía a su agraciada Bethany. El llamado fue atendido, sin mucha demora, por quien todavía era su esposa. Le dedicó un rápido vistazo de los pies a la cabeza resaltando su galantería.

-¿Qué quieres? –Preguntó Bethany con tono desvivido.

Aquel no había sido su único intento por escapar lo había hecho una segunda vez y hasta una tercer, pero Ciro siempre estuvo allí para detenerla.

-Me debes una cena de reconciliación. –Dijo amansado, ante la confusa expresión de Bethany. –Me tenías dicho que las reconciliaciones son para parejas que sufren una infidelidad y lo que tú me hiciste fue una infidelidad. –Explicó sin afán de reclamó. Solo expuso una excusa para compartir un buen rato con su esposa. Bethany lo miró sin mostrar ninguna expresión, ni buena ni mala, simplemente estaba muerta.

-Pasa, quieres. –dijo ella, haciéndose a un lado para dejarlo entrar. Ciro continuó hacia el interior de la habitación con la cabeza agachada. Ya podía presenciar que la noche no concluirían como él lo había planeado.

El italiano se quedó de pie en medio del dormitorio, si se atrevía a sentarse estropearía el traje.

-Lamento lo que sucedió con Brahim. –Dijo la mujer sentándose en la parte superior de la cama, recargándose en el cabezal de madera con las piernas estiradas y abrazándose a una almohada. Vestía una cómoda pijama de algodón.

-¿Es todo? –Vociferó, un poco ofendido tal vez. –Me has engañado con mi hermano y es todo lo que dirás. –la vio encogerse de hombros. En verdad que no le mortificaba, al menos no tanto como él hubiera esperado.

-¿Qué esperas que diga? A fin de cuentas no fui yo la única que falló en esta relación, y si me preguntan diría que tú error pesa más que el mío. Mi engaño queda insignificante en comparación al tuyo. –se excusó con tranquilidad como si su argumento fuera irrefutable.

-No tiene nada que ver tu caso y el mío. –dijo indignado.

-Tienes razón porque lo que yo hice fue acostarme con otro hombre, mientras que tú me has mantenido retenida, secuestrada en una vida que no es la mía, y además de todo negándome mi verdadera identidad. Dime en qué parte de nuestra historia tú quedas como la víctima.

-En la parte en la que te burlas de mí. En la que deshechas mis sentimientos, quizás. –Bethany negó con la cabeza le parecían argumentos vacíos. No negaba que lo que Ciro sentía por ella era genuino, pero no dejaba de ser un pretexto muy vago que no alcanzaba a justificar su error que tenía tintes de delito.

Quedaron ensimismados en el silencio. Ciro no deseó salir de la habitación porque a pesar de que el momento no era grato, eran efímeros los instantes que podía compartir junto a su esposa. Se quedaría con una pequeña luz de esperanza titilante en el pecho de poder atenuar el desconsuelo de su esposa. Bethany, por su parte, no tenía ningún interés en limar asperezas con su secuestrador, aunque había una idea que estuvo rondando en su cabeza desde hacía varios días y que la perturbaba. No encontraba mejor momento para aclararlo que el dado.

-Derek o como sea que se llame. Él… ¿está bien? –preguntó con timidez, pellizcando la almohada entre sus brazos. -¿Le hiciste daño?

-No. –dijo en un aliento arrebatado, sintiéndose de pronto un terrible monstruo. Era así como se vio reflejado en sus hermosos y grandes orbes color avellana. Fue la peor sensación del mundo.

Al lobo se le había caído su traje de oveja. Todos sus inventos por disimular ser un hombre honesto, aplicado a la ley habían fracasado. Ahora se exponía frente a su amada tal y como era. Nunca creyó que su realidad fuera un problema. Que llegara el día en que deseara cambiar, ser alguien diferente; alguien que agradara con mayor facilidad a las demás personas.




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