Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 83

El palo Sand Wedgede Ciro golpeó la pequeña bola blanca que rodó hasta caer dentro del hoyo. El primogénito se pavoneó de su logro y vociferaba pretensiones mientras que se alistaba para el siguiente tiro. Brahim estaba absorto de su realidad, ni siquiera caía en cuenta que Ciro estaba por robarle su turno. Observaba atento hacia el balcón de la habitación principal. Bethany estaba allí de pie, correspondiendo a su acosadora mirada. Con la fresca brisa del viento agitando etéreamente sus cabellos rojizos.

En los últimos días, Ciro se había convertido en una especie de “ángel” guardián que cuidaba, día y noche, a Bethany de las tentaciones de “Lucifer.” Aquel vistazo distante era el primer contacto que reencontraba a los acompasados amantes después de varias semanas de insipiencia. Brahim había deseado tener la oportunidad de poder hablar con ella, aunque no sabía muy bien qué le diría. Aquella última conversación que tuvieron le había dejado mucho en qué pensar. Y sentía, casi como una férrea necesidad, el lograr aclarar las cosas. Pero qué cosas, ése era el gran interrogante. Brahim era muy orgulloso para reconocer sus sentimientos, y más para hablar de ellos, pero allí estaban punzando en su pecho más tangibles de lo que le gustaría.

Bethany también deseaba hablar, pero no con sus mismas ansias. Ella sí tenía claro qué le diría, pero qué propósito tendría: ¿alegrarlo? ¿Torturarlo? A final de toda cuenta sus días en la mansión Tonali estaban contados. Lo que la esperaba era un futuro lejos de aquel par de hermanos, así que no tenía ningún caos mencionarle acerca de su embarazo.

Los orbes color avellana se desviaron de Brahim, al amargo rostro de su esposo cuando éste decidió descubrir qué robaba la atención de su hermano.

-Quieres dejar de mirarla. –Le dijo y no en forma de pregunta. Un sentimiento oscuro acrecía en su interior cada vez que encontraba a su hermano y a su esposa relacionándose, de la forma que fuera, aun desde la distancia. Deseaba desde el fondo de su corazón que uno fuera invisible para el otro.

Brahim no encontró otra forma de despedirse de ella que con un suspiro que fue continuado por una mala cara que le dedicó a Ciro. Revistió sus manos con los guantes para golfistas y regresó su atención al minijuego.

Cuando Ciro dejó de mirar, Bethany ingresó a la habitación y procedió a cerrar las puertas corredizas del balcón y pasó las cortinas. Tenía la certera seguridad de que por ninguna razón los hermanos abandonarían el juego, entonces salió de la habitación y enfiló su apresurado paso a al dormitorio vecino, el de Ciro. Se aceleró en escudriñar cada rincón de la habitación con mucho cuidado asegurándose de que no quedara rastro de su presencia. Algo debía encontrar.

Abrió el cajón de la mesita auxiliar donde encontró el pequeño android. Lo distinguió a primera vista. Se lo había visto en varias oportunidades a Derek. Lo agarró y no dudó en encenderlo. El proceso le pareció una eternidad, eternidad en la que su corazón amenazó con salir de la jaula en su pecho. Para su fortuna el android no contaba con ninguna clase de bloqueo.

El aparato estaba prácticamente vacío. Ni una fotografía, ni un chat, tampoco habían nombres en la agenda de contactos. Con excepción del registro de llamadas que almacenaba dos llamadas no respondidas, ambas del mismo número. Esto no le pareció una coincidencia o algo banal. Se dedicó a repetir una y otra vez el número hasta conseguir memorizarlo. Si se le ocurría llevárselo seguramente Ciro se daría cuenta, así que lo dejó devuelta en el cajón.

Se volvió hacia el armario de ropa buscando la llave de la oficina. Ya sabía en qué lugar la “escondía:” en el bolsillo del pantalón de gabardina negro que lució en la cena de ensayo. Solo esa noche lo usó y luego se convirtió en una prenda inservible, apilada en un rincón junto a otras semejantes que solo acumulaban polvo y lindos recuerdos.

Con la llave en mano, se precipitó rápidamente escaleras abajo teniendo el azar como enemiga y cómplice. El pulso no le vaciló al momento de encajarla en el cerrojo, fue algo que agradeció enormemente. Una vez dentro, cerró las puertas para que nadie sospechara que había allí una intrusa.

Lo primero que revisó fue una pequeña repisa colgada a la pared que funcionaba como archivero. La estantería más grande la había revisado tantas veces que ya conocía su contenido, y si en el pasado no le fue útil tampoco lo sería en el presente. Accidentalmente su codo golpeó un retrato que estaba clavado justo al lado de la estantería provocando la caída del mismo y dejando al descubierto una caja fuerte. Bethany dejó lo que estaba haciendo y se dedicó de lleno a este nuevo hallazgo. Para abrirla requería un código el cual descifró con un poco de esfuerzo y mucha lógica; era la fecha de su boda. Todo de Ciro giraba en torno a ella. Un par de vueltas y la caja había abierto. Habían fajos de dinero entre dólares y euro, tres botellas de una buena reserva de vino y seis lingotes de oro de veinticuatro quilates acomodados en forma de pirámide. Pero nada de esto la cautivó tanto como lo había hecho el arma de fuego que brillante despuntaba en el fondo de la caja: era una pistla de mano, calibre cincuenta.

Ahora sí, con el pulso vacilante estiró su mano hasta agarrarla y destellos de recuerdos inundaron su mente. Podía verse con lucidez en una galería de tiro afinando su puntería. El ruido de las balas abandonado el cañón retumbaba en sus oídos tan claro como agua de arroyo. Inspeccionaba aquel letal objeto y conocía cada parte como si fuera un viejo juguete de su infancia. Usando netamente su imaginación tenía la capacidad de desarmarla y armarla sin obviar ninguna pieza porque ya lo había hecho antes. Algo, una pequeña señal en su interior la aconsejó a conservar el arma.

Se volvió hacia el escritorio y se sentó en la silla giratoria, de frente al ordenador. Abrió el primer cajón encontrándose con una pila de carpetas; era la información que Ciro le había confiscado a Michael. Encima de todo, había un dispositivo USB. Bethany lo introdujo en uno de los puertos del ordenador e ingresó desplegando una serie de archivos de todo tipo de formato.




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