La relación entre Ciro y Brahim estaba notoriamente fracturada. Casi no se dirigían la palabra y los pocos momentos que compartían estaban impregnados de tensión. Entre ellos existía una delgada estela de hostilidad, latente a estallar.
Brahim golpeó su palo de golf contra sus zapatillas SDR viendo de soslayo a su hermano; quien hasta ahora se había comportado de forma racional, aunque un poco distante.
-¿Cómo marchan las cosas con Bethany? –Preguntó, descolocando a Ciro de sus cabales. Prefirió entonces concentrarse en su tiro para así contenerse a lanzarle una mirada asesina.
-¿Te refieres a cómo marchan después de haberse revolcado contigo? –dijo hostil, lamentándose por su mal tiro que le dejó el triunfo a Brahim en bandeja de plata.
-No. Me refiero a lo del detective privado. –Ciro lo ignoró. No deseaba comentarle nada respecto a su esposa. Brahim se plantó frente a su hermano y continuó: -He ojeado la información que ese sujeto recopiló y vaya que era comprometedora. Me sorprende que los federales aún no hayan venido por Anne.
-Anne está muerta. Y bien sabes que no me gusta hablar de los muertos. –Dijo con absoluta tranquilidad desbordando la paciencia de su hermano.
-¡Basta ya con eso! –Levantó la voz mostrándole a Ciro la seriedad con que hablaba. –Anne no está muerta y si llegara a recuperar la memoria, tú y yo estaríamos en serios problemas.
-Ya hemos hablado de esto y creo que a ti no te importa más que a mí. –Arrojó su palo de juego dando por finalizado el mini torneo.
-Hermano, Anne, por mucho que hubiera perdido la memoria, continua siendo una mujer muy astuta.
-Vaya que sí lo es, y no tengo mejor comprobante que la manera estúpida en que te amansó para proteger su vida. –Brahim suspiró. No había un solo momento que no le recriminara su traición. Lo que más le indignaba era su persistente afán en relevar aquel incidente como lo más grave en todo este asunto.
Fueron interrumpidos por un chico poco corpulento y lleno de acné que hacía parte del servicio. Llegaba con una especie de bandeja en la que cargaba un teléfono.
-Señor, tiene una llamada en espera. –Se dirigió a Ciro con mucho respeto. El mencionado tomó la bocina y la llevó a su oído, mientras que el joven mayordomo le sostenía el resto del aparato cual mesita auxiliar.
-Habla Ciro Tonali. –Su voz no sonaba amigable. Lo que sea que le hubieran dicho del otro lado de la línea lo hizo bufar. No mucho después colgó la llamada.
-¿Qué sucede? –Se interesó Brahim.
-Problemitas tontos en la fábrica. Nada fuera de lo usual. –Dijo Ciro.
Partió hacia el interior de la casa con humor agrio. Lo menos que necesitaban era más problemas. Abarcó a su oficina y notó que la puerta estaba cerrada, pero no asegurada. No dudó en entrar. Lo primero en lo que se fijó fue en el cuadro tirado en el suelo y la caja fuerte abierta, caminó hasta ella notando enseguida que faltaba el arma de fuego. Evitó alarmarse a pesar de percibir un mal presentimiento. Se giró hacia su escritorio observando en la pantalla de su ordenador la esquela de la muerte de Anne Johnson. No era solo eso, sino todo el artículo. Presionó una tecla eliminado ese desagradable archivo. Entonces con su visión periférica notó algo fuera de lo común que lo hizo levantar, muy despacio, su mirada del ordenador hacia un costado de la puerta.
-¿Qué crees que haces? –Dijo Ciro tranquilo, pero alerta, viendo a su esposa de pie mientras le apuntaba con un arma. –Baja esa cosa, Bethany.
-Mi nombre es Anne. –Dijo ella con determinación. Sus estaban rojos, como si estuvieran resistiéndose a brotar lágrimas.
-No sabes lo que dices. –vociferó Ciro estupefacto.
-¿En serio no lo sé? Porque cargar por unos minutos esta arma me ha traído más recuerdos que todo este tiempo que llevo conociéndote. –A penas y se permitía un parpadeo, no deseaba perder de vista su objetivo que bien sabía podía ser más habilidoso que ella. –Además, para ser sincera contigo, Anne Johnson, agente del FBI; es un personaje que me gusta más que Bethany Carter; esposa de un mafioso.
-Bethany podemos hablar de esto de forma civilizada. –Insistió Ciro. Era la primera vez que se quedaba inmóvil ante una amenaza, y es que conocía tan bien a su cazador que no dudaba de su coraje para tirar del gatillo.
-Por primera vez mis recuerdos encajan con mi forma de vida. Te conocí trabajando en cubierto para el FBI y poder desmantelar tus negocios, hasta que me descubrieron fue entonces que tú hermano intentó desaparecerme del radar.
-Si tiras del gatillo lo volverá a hacer, esta vez con mejores resultados, no se quedará en el intento. –Le dijo mientras que, con un ademan, le pedía que bajara el arma. No levantaba la voz, porque sabía que Brahim acudiría en socorro.
-¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué me salvaste? ¿Por qué no me dejaste morir en el hospital? –preguntó entre dientes, creyéndose la pieza de un satírico juego de Ciro.
-Porque te amo Bethany y eso es lo único cierto.
-No te creo.
Entonces un par de pasos afuera de la estancia empezaron a retumbar. Poniendo a Ciro en peor estado de nervios.
-Brahim se acerca, es tiempo de que detengas esta locura. –Le sugirió en un susurro.
Bethany estaba obtusa de cualquier entendimiento. Deseaba disparar y deshacerse de la mitad de sus problemas, luego se encargaría de la otra mitad; Brahim. Sin embargo, no era cuestión de deshacerse de los hermanos, todavía estaba en tierras extranjeras, además de que los guardias que custodiaban todo el exterior de la casa no la dejarían irse con las manos manchadas de la sangre Tonali. Resignada a cometer tal hazaña, suspiró y bajó el arma escondiéndola detrás de su espalda. Ciro se sintió aliviado y volvió a retomar su respiración.
Brahim ingresó a la oficina observándolos y sintiendo ese desasosiego reinante en la inmensidad del aire.
-¿Problemas en el paraíso? –Bromeó carente de diversión. Los esposos tenían la mirada fija el uno sobre el otro, mudos por completo. Ciro podía explicarle lo que ocurría a Brahim y éste se abalanzaría sobre Bethany para desarmarla y tomar el control de la situación. Pero sería exponerla.