Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 87

Eran las tres de la mañana cuando Bethany fue sobrevenida por los antojos de medianoche. Salió de su dormitorio descalza para no advertir a Ciro, aunque era un poco difícil. El italiano no esperó un nuevo intento de fuga de su esposa cuando decidió reforzar la seguridad colocando cámaras en cada rincón de la casa, sensores de movimientos que enviaban señales a su celular y hasta veinte guardias que sondearan los exteriores de la casa las veinticuatro horas del día. También afirmó la entrada contratando un segundo guardia que ayudara en el control de quién sale o entra de la propiedad. A Bethany le parecía absurdo, ya solo le faltaba construir una habitación del pánico.

Abrió el refrigerador y ojeó cada alimento que encontró allí, aunque era la sección de postres la que más se asemejaba a sus antojos. Luego de una larga consideración se decantó por un helado de frutos rojos que le hacía agua la boca. Cuando cerró la puerta vio a Ciro de pie en la cocina. Vestía tan solo unos shorts azul medianoche.

-No te asustes, solo bajé por esto. –Dijo Bethany mostrando el pequeño bote frío.

Lo destapó y le quitó el sello que luego lamió. Ciro apartó la mirada sintiéndose provocado por la lengua de Bethany deslizásndose por todo la tapa de aluminio. Su esposa era más perversa de lo que le hacía creer. Sabía que sus intenciones eran apostas.

-¿A dónde fuiste? -Cuestionó Ciro queriendo alejar su mente de los pensamientos lujuriosos.

-Salí a pasear, supongo. -Dijo con desánimo, recordando su infructuosa llamada. Comió un poco de helado antes de seguir: -Tenía que aclarar mi mente.

-¿Y qué resolviste al hacerlo?

-No fue quedarme quieta y adiestrada, esperando que tus mentiras amolden mi vida si es lo que esperas oír.

-Has aprendido a conocerme muy bien, Bethany. -ella lo evaluó de arriba a abajo mientras una fría bola de helado se derretía en su boca. Aquel nombre hacía un eco vacío en ella. Bethany no era una persona real sino un personaje. Como una caracterización de una actriz, que al finalizar la película volvería a ser ella.

-Llámame Anne, ese es mi nombre. -entonces fue testigo de cómo los ojos de Ciro perdieron el particular brillo, propio de la ilusión, hasta de ensombrecerse su mirada. No era como si sus ojos se hubieran apagado, en realidad se habían transformado.

-No, eso nunca. -fue contundente. Había adoptado un talante frío y rígido. -Tú te presentaste a mí como Bethany Carter y así te llamarás mientras sigamos siendo marido y mujer.

Anne no sintió temor. Lo compadecía. Estaba muy empeñado en no soltar su relación, tanto que se aferraba con uñas y dientes al barranco de la desilusión del que estaba colgando.

A pesar de que no había nada que la hiciera más feliz que el que Ciro abriera los ojos, era consciente que su vida dependía de ese capricho que él llamaba amor, aunque empezaba a creer que no se trataba de algo más que una morbosa satisfacción que sentía al poseerla. Después de todo, el destino los había convertido en enemigos naturales.

Anne pasó por un lado de su esposo y caminó hasta llegar a la sala de estar. Encendió la televisión y se acomodó en el sofá dispuesta a terminarse su helado. Pronto, la pequeña razón de sus antojos se haría notar, solo esperaba que para entonces ella ya no estuviera viviendo en su jaula de oro. Se preguntaba frecuentemente qué pasaría si Ciro llegara a enterarse que estaba embarazada de Brahim. Quizás reciba una bofetada de la realidad y pierda por completo sus ilusiones.

Enseguida la formidable figura de su esposo cruzó por enfrente de sus ojos. El italiano se sentó en otro de los muebles solo para observarla con admiración. Ante su juicio no existía mujer más bonita que Bethany. Lo llenaba de ira saber que no era completamente de él.

-Tengo una hija ¿Cierto? -preguntó Anne de pronto, sin quitar su vista del bote al que cada vez le quedaba menos helado. Ciro apretó la mandíbula. No era su tema de conversación favorito.

-Sí. -fue simple. Los suaves ojos de Anne se posaron sobre él, desermándolo. No existía otra mirada que pudiera amansarlo con la misma facilidad.

-¿Sabes cuál es su nombre? -continuó con el interrogatorio. Lo hacía para que de algún modo Ciro se mantuviera con los pies en la tierra.

El italiano frotó sus sienes, dudando en responder. Al final fue la pequeña humanidad que despuntaba en el fondo de su ser lo que lo motivó a decir la verdad, la cual ya no tenía mucho sentido que ocultara.

-Lauren. -confesó, escuchando cómo su propio corazón se resquebrajaba.

-Lauren. -repitió pensativa. -Es un lindo nombre.

Anne se había terminado ya su postre, así que no se estaría por mucho tiempo allí. Ciro lo supo. Los instantes que pasaba junto con su amada se hacían cada vez más cortos.

-¿Qué has hecho con el arma? -murmuró.

-La he guardado. -dijo tranquilamente, dejando en claro sus vanas intenciones de devolverla.

-No pasa nada si me la entregas. Nunca la usaría contigo.

-Quiero creer que es verdad, Ciro, aun así no esperes que lo haga. No quisiera tener que utilizarla y no tenerla, prefiero tenerla aunque no la vaya a utilizarla. -dijo levantándose. Se iría a la cama por fin.

Cuando ya estaba en el umbral de la puerta, escuchó la voz de su esposo en un tono sombrío y escalofriante que erizó cada centímetro de su piel.

-Anne. -dijo Ciro llenándose la boca de un sabor amargo. Era la primera vez que pronunciaba ese nombre en alto. La mencionada se giró, y quizás haya sido producto de su imaginación, pero lo notó cubierto de un velo negro que le daba un aspecto aterrador. –Que tengas dulces sueños.

Sin quererlo, Anne subió las escaleras apresurando el paso, casi como si en cualquier instante se echaría a correr.

Si pensaba en la seguridad que presumía Ciro, y en la firmeza con la que hablaba, lograba perder las esperanzas en que podría ser libre de ellos. Debía resaltar su propia confianza y su convicción en querer ser libre para no recuperar los ánimos. Tenía, además, las capacidades para serlo. Todo era cuestión de voluntad, la cual tampoco le faltaba. Se repetía esto constantemente para mantener las esperanzas a flote.




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