Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 90

El Roll Royce de Brahim frenó sobre la arenilla que se levantó dejando una espesa bruma de polvo en el aire. Bajó del vehículo y se colocó sus anteojos de negros. Luego, ingresó a la fábrica que se mantenía constantemente activa, ese día parecía haber más trabajo que los días promedios. Brahim siguió hasta el pequeño cuartito que funcionaba como despecho, al final de un amplio salón que parecía más pequeña de lo que realmente era por estar ocupada por las máquinas y otros artefactos de elaboración de las sustancias. Una vez adentro, se sentó en la única silla que allí había y fue atendida por una mujer de rasgos orientales que le sirvió un coñac en las rocas.

-Dígale a Marcela que necesito hablar con ella cuanto antes. -ordenó Brahim con una tranquilidad perturbadora, era la calma antes de la tormenta. La sirvienta asintió y se retiró en seguida. No ocurrió mucho tiempo de su salida a la llegada de Marcela; una mujer de aspecto desaliñado, aunque con facciones atractivas, era la trabajadora más veterana de las fábricas, por ende la encargada de todo producto.

-Señor, quería verme. -su entonación era sutil y muy cortés. Estaba de pie junto a la puerta con las manos detrás de la espalda.

-¿Tú sabes por qué Ciro canceló la distribución a Estados Unidos? -fue directo. Estaba reclinado sobre la silla que chirriaba cada vez que la echaba hacia atrás.

-No señor. -siempre era breve, tan solo se limitaba a responder con precisión a las preguntas que él, o su hermano, le hicieran.

-¿Han habido inconvenientes con el traslado?

-No. Aunque tengo entendido que la seguridad fronteriza se ha reafirmado. Ningún vehículo cruza sin que sea sometido a una exhaustiva investigación. -Brahim asintió despacio, desviando la atención. Podía no significar nada.

Sacó una hoja de papel, tomó un lápiz de carboncillo y apuntó una nueva producción de estupefacientes.

-Quiero que esté pedido sea despachado en no más de cuarenta y ocho horas. -dijo dándole el papel. Marcela lo recibió. Estaban agobiados con la producción, aunque no dijo nada, de cualquier modo no recibirá consideración.

-Entendido, señor. -y se marchó.

Brahim no se estuvo más tiempo. Se dirigió a la mansión sin mostrar tanto afán. En poco menos de cuarenta y cinco minutos ya se hallaba en casa de su hermano. Una de las empleadas le indicó que Ciro estaba en la oficina, así que enfiló sus pasos allí. Se llevó una amarga sorpresa cuando, al querer entrar de improviso como siempre hacía, notó que la puerta tenía el seguro pasado. No podía significar buenas cosas. Brahim deseó tener la fuerza suficiente para derrumbar la puerta con una patada, pero su material reforzado solo le ocasionaría una fisura, en el mejor de los casos.

Empuñó su mano decidido a tocar la puerta, antes reflexionó. Ciro no tenía el menor conocimiento de su visita, una vez que lo descubriera estaría restringido, sería vigilado en cada momento. Cambió sus intenciones y decidió tomar escaleras arriba aprovechando su anonimato. Llegó a la habitación de Bethany que afortunadamente estaba abierta. Entró. No había nadie, aunque podía oír la lluvia proveniente del cuarto de baño por lo que fue sigiloso mientras revisaba cajones y otros escondrijos sin encontrar nada comprometedor. La falta de pruebas empezaba a enfurecerlo.

Se paró en la puntas de sus pies tanteando la parte superior del armario. Sus dedos se tropezaron con una caja de cartón que no dudó en bajar, era pesada. Cuando le quitó la tapa sus ojos notaron el fulgurante brillo de una calibre cincuenta. “Una agente de bienes raíces no necesitaría un arma, y una persona como Bethany Carter ni siquiera sabría cómo utilizarla” pensó. Dejó de percibir el ruido del agua cayendo, así que se adueñó del objeto y lo guardó en la pretina de su pantalón, por la espalda. El abrigo de tela delgada lo cubriría bastante bien. Dejó la caja en su sitio y salió de la habitación sin llamar la atención.

De regreso en la planta baja, tocó engorrosamente la puerta de la oficina.

-¡Ciro! –agravó su voz para puntualizar desde ya su enfado. Pronto las pisadas al otro lado de la puerta se dejaron oír.

Aunque Ciro fue diligente en abrir, para su hermano fue muy demoroso. No esperó a una cortés invitación, solo penetró la estancia mirando todo a su alrededor con mucho detalle, advirtiendo el más fino por menor, por más insignificante que fuera. Sabía que su hermano le mentía.

-¿Por qué la puerta estaba asegurada? –dijo volviéndose a él.

-Estoy haciendo cuentas y bien sabes que una ligera interrupción me desequilibra los cálculos. –respondió sin inconvenientes el primogénito regresando al diván. Era cierto, sobre la pequeña mesa de cristal había regadas hojas, lápices y hasta tres calculadoras. Ciro era muy minucioso.

-Hice un recorrido por las fábricas; inspeccionando y haciendo observaciones, es lo que tendré que hacer ahora que me encargaré de todo. –dijo haciéndose desapercibido su sarcasmo. Se sentó junto a él. Ciro se movió para hacerle más espacio.

-Así es, y no sabes que bien me viene oírlo. Me deja tranquilo saber que te lo estás tomando en serio. –apremió Ciro sin expresar emoción en su voz, clavando todo el tiempo su vista en la hoja que sostenía.

-Tambien puse en marcha una nueva producción; treinta kilos de estupefacientes para Estados Unidos. –aunque Ciro no levantó la mirada de golpe, no pudo evitar mostrarse sorprendido. Fue subiendo su rostro con quietud.

-¿Por qué lo has hecho? –quiso sonar más curioso que enfadado.

-¿Por qué no hacerlo? –Ciro no respondió. –Ya habíamos reanudado el comercio a Noreteamerica, y no habían razones para detenerlo, hasta donde yo sé.

-Debiste habérmelo consultado primero. –recriminó Ciro arrojando las hojas y levantándose.

-Es así como funcionara el negocio a partir de ahora ¿o acaso ya has reconsiderado tu viaje a Rusia?

-Hasta que eso suceda, cualquier decisión que tomes debe pasar primero por mí. –dijo apuntándose hacia el pecho solo para dejar en claro que él era el sujeto en la oración. Brahim se levantó, no tenía mejor carácter que su hermano. Lo encaró y sacó el arma que halló en la habitación de Bethany, enseñándosela a su hermano sin que pareciera una amenaza.




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