Las gotas de agua iban cayendo, cada vez, más tibias hasta haberse enfriado por completo. Anne no quiso sentir esa gélida sensación que pretendía borrar de su piel las caricias suaves del agua caliente que habían llenado de vapor el cuarto de baño hasta hacerlo parecer una sauna. Abrió la puerta corrediza y se cubrió con una toalla. Pasó del cuarto de baño a la habitación, sin notar nada fuera de su lugar, no podía hacerlo, Brahim lo había dejado todo tal y como estaba. Pasó la toalla a lo largo de su silueta secando hasta el último rastro húmedo. Se aproximó al armario y extrajo un chándal de terciopelo, cómodo y cálido, y una sudadera negra. Con respecto al calzado, se decantó por unas zapatillas para hacer deporte. Iría a correr, aunque no se alejaría demasiado y para eso tenía dos guardaespaldas designados por Ciro, que la seguían todo el tiempo conservando una cómoda distancia. Necesitaba despejar su mente y calmar las ansias. Aún no había logrado comunicarse de nuevo con los federales para mencionarles acerca del plan de huida de Ciro, le habían dado una orden directa de no comunicarse hasta ellos haberlo hecho primero y Anne, tan obediente a las órdenes de Maddox como siempre lo fue, no reestablecería el contacto, por mucho que le urgía. Creía tener todavía tiempo, pues Ciro todavía no le decía nada del viaje, tampoco lo veía preparando el equipaje, así se tranquilizaba.
En cuanto salió de su habitación, escuchó el estrepitoso gritó de la inconfundible voz de Brahim.
-¡Anne Johnson! -su piel se erizó, no solo por la forma en que su nombre había retumbado, con la fibra de la ira en estado puro, sino por haber oído su nombre real. Entendió que estaba en peligro.
Regresó a su habitación y buscó el arma sobre el armario, su corazón dio un vuelco al encontrar la caja vacía. Las escaleras resonaron con los duros pasos de su cazador que se precipitaba con incontenible furia hacia su guarida. Cerrar la puerta implicaría quedar encerrada en una diminuta estancia cuyo único atajo era el balcón, pero sería una caída peligrosa, cuando menos se fracturaría una pierna. Así que se escondió detrás de la puerta abierta, del lado de las bisagras.
-Un, dos, tres por ti. -dijo satírico Brahim entrando a una habitación que a primera vista estaba desolada, sin saber que su presa estaba justo a su lado.
Supuso entonces que había corrido al cuarto de baño, y con paso lánguido se dirigió hacia allá, asegurándose de ser presenciado, le excitaba pensar que Anne estaría al borde de un colapso. Lejos de estarlo, la mujer empujó la puerta tomándolo desprevenido. Pateó sus pantorrillas haciéndolo caer hincado y soltando también el arma que rodó hasta debajo de la cama. Anne se lanzó queriendo recuperarla, se sentiría a salvo teniéndola. Antes de poder tomarla se sintió aprisionada por Brahim que se subió sobre ella a horcajadas. Anne tiró por golpearlo en la garganta, donde se asomaba la manzana de Adán, robándole el aliento y consiguiendo empujarlo a un lado. Con su cuerpo libre se levantó y corrió hacia la salida, lamentándose por dejar el arma atrás.
Se precipitó por las escaleras sujetándose de la barandilla. Cuando llegó abajo, vio a Ciro tirado en el suelo en el interior de la oficina, sangrando. "Está muerto" pensó, sin detenerse a revisarlo. Iba en serio. Siguió corriendo hasta salir de la mansión, aunque todavía le faltaba la verja de seguridad. Brahim le pisaba los talones, tampoco se interesó en el arma, habría perdido mucho tiempo si se detenía a recuperarla. Anne tropezó torpemente y enseguida sintió a Brahim de nuevo sobre ella.
-¡Suéltame! -dijo con un tono aguerrido, no caería en súplicas. Brahim quería darle vuelta, quería verla a los ojos mientras se hacía con su último suspiro, pero Anne era una guerrera y forcejeaba impetuosa.
Un desgarrador gritó se escapó de la garganta de Brahim sintiendo la fuerte mordida de Lorna quien, fiel a su ama, se abalanzó sobre su torturador para protegerla. En seguida, azteca actuó del mismo modo mordiéndole un brazo. Brahim se olvidó de Anne, los colmillos de las mascotas se clavaban en su piel causándole un agónico dolor, tenía que liberarse de ellos.
La mujer agradeció a sus fieles compañeros y continuó corriendo hacia el portón.
-¡No la dejen escapar! -ordenó Brahim a penas. Los guardias salieron de su casilla sosteniendo una barra larga que hacía chispas de electricidad en el extremo.
-¡Quiere matarme! -les advirtió, pero eso no le importaba a los guardias, no era a ella a quien obedecían.
Ninguno utilizó sus barras de electricidad. Entre ambos la sujetaron de cada brazo, resistiendo a sus forcejeos.
-¡Déjenme! -gritaba con fervor. Estuvo tan cerca y murió en la orilla.
Enseguida vio a Brahim acercándose, no estaba contento, si la disputa con su hermano y el intento de fuga de su cuñada no hubieran sido por sí solo extenuantes, le sumaba el ataque de los perros. Se paró frente a Anne, esperaba ver en sus ojos rastros de temor que la conllevaran al arrepentimiento y una súplica. Quizás si suplicaba se compadecería de ella, pero en su mirada vislumbraba la tenacidad, estaba más próxima a desafiarlo que de pedir piedad.
-Le dije a mi hermano que sería rápido e indoloro, si me das una disculpa por haberme golpeado y por el ataque de tus estúpidos animales podría mantener mi palabra. -dijo Brahim. La brecha en su cara ya no sangraba, pero quedaba rastros, así también quedaron rastros de las mordidas de Lorna y Azteca.
-Vete al infierno. -dijo Anne sin mostrar un apice de temor.
-Muy bien, entonces. Tú lo has decidido. -luego le arrebató a un guardia la barra eléctrica. Anne estaba asustada, pero lo disimulaba bastante bien.
Brahim le pidió a un guardia que la esposaran, ya retenida, él mismo la tiró al suelo. Con una clara orden, los guardias regresaron a su casilla, ignorando el resto, los testigos tendrían el mismo trato.
Tirada sobre su espalda, haciéndose daño con las esposas, Anne observaba a Brahim graduando la intensidad de la barra eléctrica, era una estrategia de tortura. Su corazón latía muy deprisa, no podía imaginarse los voltios de aquel artefacto chocando contra su piel.