En poco tiempo el doctor Lamberti improvisó una sala de obstetricia en una de las habitaciones para huéspedes, luego de haber sanado las heridas de Brahim con alcohol y cubrirlas con vendas adhesivas, tenía por todas partes incluyendo su rostro que, lejos de perder atractivo, le ofrecía un aspecto de alfa.
Le aplicaba gel sobre el abdomen bajo la atenta mirada de Brahim que quería verificar con sus propios ojos el supuesto hijo que se engendraba en su interior.
-¿Ciro está muerto? -preguntó Anne cortando el abrumador silencio que hasta entonces envolvía el momento. No despegó sus ojos de la pantalla de ultrasonidos.
-No, solo lo golpeé muy fuerte. -respondió Brahim tranquilamente. Tenía pendiente mandar a Lamberti a inspeccionar a su hermano, los guardaespaldas lo habían recogido del suelo de la oficina y lo llevaron a la habitación principal; la de Anne, aún no recuperaba la consciencia.
El doctor Lamberti, con mano temblorosa, apuntó a un pequeño punto en la pantalla. Carraspeó antes de decir:
-Efectivamente señor Tonali, tiene seis semanas de embarazo. -explicó que ese minúsculo punto era su hijo, y aunque Brahim no podía notar nada en la pantalla, lo tomó por cierto.
Anne suspiró pesarosamente. Si ser la esposa de uno de los hermanos Tonali no era suficiente, sería también la madre del hijo del otro hermano. Ahora pertenecía a los dos.
Brahim llamó al guarda que custodiaba afuera de la habitación y le ordenó que llevara al doctor con Ciro. Pronto, se quedaron solos. Anne limpió los residuos del gel (que en su opinión era asqueroso) y se sentó en el borde de la cama. Vio a su verdugo acercar una silla y sentarse justo frente a ella.
-¿Hay alguna posibilidad de que no sea mío? -preguntó minucioso.
-Tú y Ciro son los únicos hombres con los que he estado y sabemos que Ciro no puede tener hijos, además de que hace mucho tiempo no intimamos. -La pregunta de Brahim fue casi arbitraria, no tenía dudas de que sí fuera el padre. Era casi un instinti arrogante. -No le he dicho nada al respecto.
-Sé que no, o yo no estuviera aquí. Cuando lo sepa... -Y dejó que el suspenso terminara su idea. Anne se irguió: "cuando lo sepa" porque en algún momento lo tendría que saber, por supuesto, Brahim no hizo todo esto solo para llevarla con un médico de pañuelo verde, el embarazo ya no tendría marcha atrás.
Con el trago amargo circundante en su boca, Anne se levantó rodeándolo.
-Quiero ver cómo está Ciro. -se excusó.
-Aguarda. -se opuso Brahim ensanchando su pecho que se inflaba de carácter. Anne lo miró: -El interrogatorio aún no acaba.
El hombre palmeó la cama invitándola a tomar asiento, pero ella, tenaz, se cruzó de brazos justo donde estaba en pie. Brahim evitaría caer en sus provocaciones y decidió levantarse.
-Lo siguiente que te preguntaré será crucial, y te suplico que seas muy honesta porque... sí bien, es cierto, no puedo matarte, pero todavía puedo causarte mucho dolor y, contrario a lo que seguramente crees, me causa menos placer del que puedes imaginar. -fue claro. Nunca antes había dado una advertencia, tampoco había hecho una súplica, pero la persona con la que trataba hacía la excepción a los estereotipos de sus víctimas. Prosiguió con mucho cautela, pronunciando cada palabra despacio y claro. -¿Quién eres? -La mujer no respondió de inmediato. Sí, la idea de mentir rondaba en su mente, pero el traje de Bethany Carter empezaba a ser muy agotador: una esposa ejemplar y obediente, dueña de una empresa de bienes raíces, no era suficiente para hacerle cara a los hermanos. La guerra ya había comenzado y ella debía relucir su armadura.
-Soy Anne Johnson; agente del FBI. -dijo con voz firme. Para Brahim fue casi una bofetada, aquella mujer llevaba en su vientre a su hijo; al heredero de un imperio de la mafia.
-¿Ciro te lo dijo?
-Lo descubrí por mi cuenta. Ciro puso peor cara que tú cuando lo supo. -Brahim sintió lástima por su hermano. El mundo que tanto deseó construir se había derrumbado a sus pies.
-¿Has hablado con alguien acerca de esto? -Anne consiguió no inmutarse. Recordando que los federales eran su única esperanza.
-No tengo a nadie. -le dio a su voz un apice de dolor convincente. -¿Ya puedo ir a ver a mi esposo? -Brahim retrocedió unos cuantos pasos.
-Ve y ofrécele mis disculpas. -concedió señalando hacia la puerta.
Anne salió de la habitación sintiéndose de nuevo viva. Todavía era pronto para procesar todo lo que recién terminaba de pasar, de lo que se había salvado. Y es que, por más abrumada que se sintiera, no podía ni síquiera hacer un cálculo aproximado de lo cerca que estuvo de morir. Llegó a su habitación, encontrando a Ciro tendido sobre la cama, en el rostro tenía un par de venditas. Anne posó una de sus manos sobre su fuerte pecho que bajaba y subía con aparentemente normalidad. Se calmó y se sentó junto a él en la cama. A pesar de todo, no quería que Ciro terminara así, muerto por querer amarla. Le resultaba más fácil tratar con Brahim que con él, pues el primero no disimulaba la enemistad que giraba en torno a ellos, mientras que el segundo estaba ciego de amor por ella, al menos hasta que descubriera el embarazo. Le angustiada imaginarse lo que se podría desencadenar cuando llegara el momento de saberlo.
-¡Bethany! -gritó Ciro despertándose abruptamente. Se sentó sobresaltado. La cabeza le había dado una fuerte punzada por el abrupto movimiento, pero no le hizo caso. Amagó a bajarse de la cama, pero fue retenido.
-Tranquilo, por favor, cálmate. -instó Anne. Poniendo sus manos sobre sus hombros. Ciro tardó algunos minutos en razonar, pero por fin se dio cuenta de que era ella.
-¿Estás bien? ¿Te lastimó? -dijo alterado buscando en su cuerpo alguna herida. Un mínimo rasguño habría sido suficiente para acabar con sus propias manos a Brahim.
-Sí estoy bien, no tienes de qué preocuparte. -lo tranquilizó. Lo llevó de nuevo hacia atrás haciendo que reposara su cabeza sobre las almohadas.