Durante el resto del día, Anne se mostró muy atenta a las necesidades de Ciro: le llevaba comida, jugos y agua, y de vez en cuando se quedaba en la habitación solo para proporcionarle compañía, aunque no hablaran mucho. Ciro, naturalmente, lo agradecía, la sentía cerca como hacía mucho tiempo no la sentía, pero había en él un perturbador presentimiento que lo inquietaba. Seguía sin entender por qué Brahim no le había tocado un solo cabello. Quizás era una duda absurda de resolver, pero hasta no entender qué había hecho que su hermano cambiara de parecer no estaría tranquilo. Mientras tanto, se mantendría alerta, sucumbido en lo que le parecía ser la calma antes de la tormenta.
El doctor Lamberti le había recetado descanso y unas aspirinas porque, a pesar de que el golpe en la cabeza no había sido muy severo, no significaba que fuera una nimiedad. Por lo pronto, los mareos y jaquecas lo aquejaban, así que despacio Ciro fue incorporándose hasta haber quedado sentado en el borde de la cama.
-¿Quieres ayuda? -se ofreció Anne, pausando la película que ambos veían y a la que ninguno prestaba mucha atención.
-No, creo que puedo solo. Necesito pasar al cuarto de baño, es todo. -dijo Ciro que aún estaba en el borde de la cama esperando que las paredes dejaran de dar vuelta y que el suelo se estabilizara. Cuando esto pasó, terminó de levantarse y continuó caminando lento hacia el cuarto de baño, apoyándose de la pared siempre que podía.
Cerró la puerta y se paró frente al excusado, consideró brevemente orinar sentado, pero declinó esa opción, al final no era una lesión severa que lo ameritase, de hecho sería contraproducente.
Mientras orinaba, detalló un bulto asomándose detrás del tanque de agua. Cuando terminó, estiró su brazo hasta tomar ésta extrañeza: era una bolsa de plástico que guardaba una laptop, la de Anne. Ciro ojeó la puerta sin notar nada raro, luego se acercó a la encimera del lavabo y encendió el aparato. No había nada, ni un archivo. Lo hubiera dejado más tranquilo el haber encontrado algo, aunque fuera comprometedor. Una persona en la situación de Anne no dejaría pasar de largo una oportunidad para huir y la laptop le ofrecía docenas de ellas. No tenía pensado dejarla donde la había sacado. Como nunca había dejado armado a un enemigo, su esposa no sería la primera.
Abrió la puerta y asomó a penas la cabeza, Anne estaba sentada sobre la cama, reclinada en el cabezal, viendo la película. Por su mente pasaban tantas cosas que se había olvidado de la laptop en su baño.
-Mio caro. -la llamó, sin encontrar una mejor palabra para referirse a ella. Llamarla Bethany ya no tenía sentido y el nombre Anne era impronunciable para él. -Podrías traerme un vaso con agua dulce, no me siento muy bien. -la ocupó sintiéndose miserable por aprovecharse de su generosidad solo para su propio beneficio, pues tenía pensado llevarse la laptop.
Anne, ingenua y sirviente, salió de la habitación. La varonil voz de Brahim se oía desde antes de pisar las escaleras. Obviamente, el menor de Sandro no se iría de la casa hasta que Ciro no se recompusiera, el objetivo: vigilar a Anne, que más rápido querrá irse ahora que está embarazada.
-¡No me importa! -alzó Brahim su voz con tintes de enojo. Anne se frenó en las escaleras viéndolo hablar con un chico de facciones jóvenes, vestido como chófer de Fedex.
-Pero el señor Ciro.
-Ciro delegó ¿entiendes? Soy yo el que ahora da las órdenes y si te digo que la carga debe estar mañana en el centro de Nueva York, tú mueves el cielo y la tierra para que eso ocurra. -dijo Brahim al chico que tenía actitud sumisa, ni siquiera levantaba la vista del suelo.
-Sí señor, haré lo necesario. -respondió el chófer.
-Márchate. -Brahim lo echó con un ademán, pero pronto volvió a ocupar su atención. -Por cierto, quiero que pases por aquí antes de tomar la ruta a Estados Unidos, necesito comprobar la calidad del producto.
El chico asintió y en poco tiempo él ya se había ido.
Anne continuó bajando queriendo mostrarse indiferente con la reciente escena. No tenía otro atajo que la llevara a la cocina, así que tuvo que pasar por el lado de Brahim.
-Anne. -llamó su atención. A él no le pesaba llamarla por su nombre real. Ella se giró a verlo. -¿Cómo te sientes?
-¿Por qué te importa? -respondió grosera.
-Porque llevas a mi hijo en tu vientre. -Anne tensó sus fisuras, sintió ascos. Deseaba acercarse a él y abofetearlo.
-Si algo malo llegara a suceder con tu hijo te mantendré al tanto.
-No hace falta, ya programé una cita con el obstreta al que asistiras eventualmente. Él nos dirá lo que ocurra. -dijo Brahim saboreando un dulce sabor espolvoreado en su alma. Ya no la veía como la esposa de su hermano sino como la madre de su hijo, y tenía por entendido que un hijo formaba un lazo más fuerte entre dos personas que un acuerdo firmado que fácilmente se anula con otro acuerdo. Un hijo es el verdadero "hasta que la muerte los separe."
-Lo que tú digas. -respondió ella siguiendo su camino.
Podía disimular bastante bien, fingir indiferencia, pero por dentro estaba asustada. Esto podría significar sus siguientes nueve meses, entre médicos mientras su abdomen crecía cada día un poco más. Apoyó sus codos sobre la isla y ocultó su rostro marcado por la pena en sus manos. Por mucho que disgustara del embarazo, no se lamentaba del descuido, de no haber sido por eso ya estaría muerta. Se dio ánimos así misma y levantó la cabeza. Nunca era bueno derrumbarse.
Preparaba el agua dulce para Ciro, obligándose a ver la cara brillante de la moneda. Su embarazo significaba más que una condena, significaba nueve meses de inmunidad. No sería lastimada de ningún modo. Asimismo, significaba una división entre los hermanos, no había que ser adivino para saber que Ciro no lo tomaría con alegría, entonces tendría un punto a su favor porque, como cita el dicho: "Divide y vencerás."