Anne se encontró de frente a una zona boscosa de más de catorce mil doscientas hectáreas, ya las había recorrido por propio pie, aunque esta vez era diferente, porque tenía a un par de hermanos criminales siguiéndola. No podía recorrer la vía principal, el único camino desprovisto de maleza y hojarasca, por donde se desplazaban los vehículos, sería demasiado obvia. Avanzó por el surco derecho, despejando su camino de ramas y hojas, mirando con atención el suelo para saltar charcos o piedras con las que pudiera tropezar. No estaba segura si entre la maleza se escondían víboras o arañas, no tenía margen para pensar en ello, el verdadero peligro eran los hermanos Tonali.
Su corazón salto dentro de su pecho cuando se percató de unos resonantes pasos que seguían los de ella. Se oculto rápidamente detrás del grueso tronco de un árbol, esperando no ser vista. Escuchó la interferencia propia de los radiocomunicadores, seguida de la rimbombante voz de uno de los centinelas.
-Avanzando por la región Este, sin rastro de la sospechosa. –informó. Anne cerró sus ojos con fuerza, estaba del otro lado del árbol, si se le ocurría rodearlo la encontraría. Pretendía anticiparse a los movimientos del centinela tutelándose por sus pisadas, pero sus oídos eran llenados por los latidos de su corazón que amenazaba con saltar fuera de su pecho.
Anne se llevó las manos a la boca cuando una cacofonía de disparos hizo eco en las entrañas del bosque, incitando el despertar de las avecillas que abrieron sus alas y huyeron despavoridas. De nuevo la interferencia del radiocomunicador resonó.
-¡Maldición! ¡Rick, Rick! ¡Necesito apoyo! –se escuhó en la delgada línea del aparato. El pedido de ayuda era desesperador, ahogado por el ensordecedor ruido de las balas que nuevamente hicieron rugir el bosque.
-Dónde estás. –dijo el hombre del otro lado del árbol. Un nuevo disparo hizo sobresaltar a Anne. Fue un disparo nada más, un ruido seco que llegó amortiguando una inquietante calma en el bosque.
-Martín, háblame. –dijo el centinela al aparato. No obtuvo respuesta. Insistió por segunda vez, sin que hubiera una respuesta diferente al silencio.
Anne lo escuchó huyendo de allí en sentido contrario al que llegó. Respiró profundo y exhaló un par de veces para sentir su corazón vivo en su pecho. Ojeó a sus alrededores descartando algún peligro, aunque bien sabía que seguía en zonade ataque. Daba por sentado que los disparos habían sido producidos por entidades aliadas, y no se equivocaba. Los federales irrumpieron en las cercanías de la mansión Tonali guiados por el mismo Brahim, atacar su departamento había sido solo un cebo para que la carnada los llevara con el pez gordo.
-Tirador uno caído. –informó el Teniente del equipo S.W.A.T, punteando el cuerpo sin vida de Martín con el largo caño de su Maverick.Volvió a encender el intercomunicador. –Avancen con cuidado, no sabemos cuántos más hayan.
Veinte agentes de la unidad S.W.A.T. estaban esparcidos a lo largo y ancho de aquellas hectáreas. El primer objetivo era encontrar a Anne, luego se encargarían de apresar a los hermanos Tonali.
Las copas de los árboles se sacudieron en un nuevo arrebato de aves volando, asustadas por una nueva ola de disparos.
-Teniente, segundo tirador en el ala Este. –le informaron.
-¿Tonali?
-Negativo, señor, desonocido. –disparos. El teniente contó cinco, pero pudieron ser más.
-Reporte. –pidió a trevés del aparato. –una estela de murmuros antecedió la voz del agente al otro lado de la línea.
-Tirador dos caído. – anunció para el alivio del Teniente.
-Buen trabajo, equipo, continuemos con la búsqueda. –escuhó el agente. Era su primera misión en zonas extranjeras y los nervios estaban a flor de piel. Un alagó de su superior siempre venía bien para subir el ánimo.
El inexperto oficial dejó atrás el cuerpo sin vida de Rick y avanzó siguiendo el rastro que el tirador dos había hecho, era fácil deducir por dónde había caminado, la ruta estaba abierta, libre de hojarasca. Caminaba casi en las puntas de sus pies, detallando su frente y los lados, advirtiendo el más mínimo movimiento.
-Anne Johnson, soy la unidad S.W.A.T. Indíqueme su posición. –susurró. Dudó que hubiese sido lo sufientemente alto para hacerse oír, pero en la situación que enfrentaba no podía gritar.
Tenía el leve presentimiento de que estaba cerca de encontrarla, tal vez sea una especie de don o quizás, lo que llamaban: la suerte del novato. Lo que fuere no tenía importancia, lo coronarían como el héroe de la misión, la primera a la que asistía, eso lo emocionaba. Reafirmó el arma en sus manos y posó el dedo índice sobre el gatillo cuando fue acercándose a una gran roca que, por su forma, podía funcionar como cueva, aunque no tan profunda. Percibió un extraño moviento, había algo o alguien oculto detrás de la roca. Infló su pecho con valentía y saltó de improviso.
-¡Arriba las manos! –dijo encarando con su Maverick.
-No dispare, por favor. –pidió Anne con sus manos levantadas a la altura del rostro, la luz de su linterna golpeaba directo a sus ojos avellanas. El principiante la apagó y bajó el arma.
-¿Anne Johnson? –preguntó a pesar de estar seguro.
-Sí, eso creo. –respondió la mujer en un murmuro.
-Soy el oficial Jim Smith de la unidad de rescate de norteamérica. –se presentó sonando muy formal. –Acompáñeme, la sacaré de este lugar.
Ojeó que su arma tuviera sufientes municiones y en seguida volvió a levantarla su vita hacia Anne, acordándose de que no había reportado a su superior el hallazgo de la rehén. Una sonrisa se extendió en sus labios imganinándose las felictaciones de parte del Teniente. Podía suponer que sería condecorado al llegar a Estados Unidos.
-Teniente, la rehén fue encontrada. Me dirigió hacia la zona de seguridad y… -un ensordecedor ruido de una bala abandonando el cañón dejó mudo al principiante. Anne gritó, viéndose salpicada con su sangre, se cubrió la boca mientras que de sus ojos brotaban las lágrimas.