Los hijos de Imperium

01 | Bienvenida al infierno de oro

"¿Sabes lo que dicen? Que si miras demasiado tiempo a la Cúpula Dorada, ella te devuelve la mirada."

—¿Escuchaste lo del año pasado? —La voz cortó el aire como un susurro cargado de veneno.

Kaira se detuvo a mitad de la explanada, la maleta colgando de su mano derecha, sus dedos entumecidos por el frío de la llovizna que apenas tocaba el suelo. Se giró ligeramente, lo suficiente para ver al par de chicas detrás de ella: uniformes impecables, sonrisas afiladas. Observadoras. Como todos aquí.

—Dicen que alguien desapareció —murmuró la otra—. Pero ya sabes cómo es esto. O hablas... o te vuelves el siguiente rumor.

Kaira desvió la mirada. No había venido a escuchar historias. El portón de hierro, decorado con filigranas doradas que parecían retorcerse en formas que no quería descifrar, se cerró tras ella con un clic que sonaba más a sentencia que a bienvenida.

Imperium Academy no era una escuela. Era un campo minado cubierto de terciopelo.

Los jardines delanteros, con su césped tan perfectamente recortado que rozaba lo irreal, se extendían como un recordatorio visual: aquí nada estaba fuera de lugar. La lluvia fina hacía brillar las fuentes de mármol, cuyas aguas danzaban al ritmo de una melodía que flotaba en el aire, demasiado perfecta para ser casual. No lo era. Nada lo era.

Una fila de autos de lujo ocupaba la entrada, cada uno más ostentoso que el anterior. Kaira esquivó por poco a un conductor que descargaba maletas de diseñador del maletero de un Aston Martin. Un chico bajó de él: cabello peinado con precisión quirúrgica, traje a medida y una expresión que decía "todo esto me pertenece". No le dedicó ni una mirada. Nadie lo hacía. Porque Kaira no era alguien a quien valiera la pena mirar.

—Becada —susurró alguien al pasar, apenas un soplo de voz, pero suficiente para que el calor le subiera al rostro. No se molestó en buscar de dónde venía. ¿Para qué? La etiqueta estaba pegada a su espalda desde que envió la solicitud de admisión.

A la derecha, dos autobuses escolares viejos, deslucidos se alejaban dejando tras de sí una bocanada de humo que nadie se preocupó en disimular. Los becados descendían en fila. Ropa que gritaba "práctica" en lugar de "exclusiva", maletas gastadas y mochilas remendadas. Algunos evitaban cruzar miradas; otros las sostenían con desafío. Kaira sabía en qué grupo debía estar: ninguno. La neutralidad era su mejor opción. Invisible. Inofensiva.

La entrada principal la recibió con un despliegue que bordeaba lo ridículo. Pisos de mármol blanco con vetas doradas que reflejaban las arañas de cristal suspendidas desde techos imposibles de altos. Las paredes, adornadas con retratos de benefactores —hombres y mujeres que parecían más estatuas que personas—, la observaban. Kaira tragó saliva. Estaba en la boca del lobo.

Un piano de cola brillaba en una esquina. Alguien tocaba una melodía lenta, calculada para llenar los espacios con una elegancia que bordeaba la arrogancia. Frente a ella, un chico pasaba su tarjeta negra en el lector. La recepcionista le dedicó una sonrisa automática. Al becado que iba detrás, apenas un vistazo indiferente. Él tropezó con su maleta. Nadie se detuvo a ayudarlo.

Kaira avanzó. El peso de las miradas se sentía como una manta pesada. Había oído las historias. Imperium no era solo una escuela: era un campo de batalla disfrazado de internado de élite. Y las armas no eran espadas, sino secretos, poder, conexiones. Todo lo que ella no tenía.

Las habitaciones estaban divididas en dos alas. "Fortune Hall" para los de siempre: suites con balcones, sábanas de algodón egipcio y baños que parecían sacados de revistas de diseño. "Crown Wing" para los otros: habitaciones pequeñas, paredes finas como papel, duchas que se apagaban si te tardabas demasiado. Era imposible no notar la diferencia. Lo hacían así a propósito.

Mientras avanzaba por el pasillo que la llevaría a su habitación, un grupo de estudiantes reía cerca de las ventanas. Una de las chicas —alta, rubia, de esas que parecen haber nacido con la palabra "realeza" grabada en la piel— la miró de arriba abajo.

—¿Perdida? —preguntó, sonriendo como si fuera una broma interna.

Kaira apretó los dientes. No respondas. No les des lo que quieren. Pasó de largo. El murmullo a sus espaldas era inevitable.

Subió las escaleras hasta el segundo piso del Crown Wing. El aire ahí olía distinto. Menos perfume caro, más humedad contenida. Encontró la habitación asignada: 217. Metió la llave, empujó. Cama simple. Escritorio arañado. Una ventana que daba al patio central. Tiró la maleta sobre la cama y se dejó caer a su lado. Respiró hondo.

Un golpe en la puerta la hizo incorporarse. Al abrir, se encontró con una chica de cabello castaño oscuro recogido en un moño desordenado y ojos curiosos.

—Tú eres la nueva, ¿no? Soy Marla —dijo, entrando sin esperar invitación—. Consejo rápido: mantente fuera del radar. Y, por Dios, no mires a los hijos de Imperium. —Hizo comillas en el aire, como si ese término cargara un peso que Kaira aún no comprendía—. No te conviene.

—¿Los hijos de Imperium? —preguntó Kaira, aunque una parte de ella deseaba no saber.

Marla rodó los ojos. —Ya lo entenderás. Ojalá no sea de la peor manera. —Le guiñó un ojo—. Desayuno en media hora. No llegues tarde. No querrás ser tema de conversación en tu primer día. Créeme.

Cuando la puerta se cerró, Kaira se quedó en silencio. El rumor del principio resonaba en su cabeza: "O hablas... o te vuelves el siguiente rumor". Miró por la ventana. La lluvia había aumentado, las gotas resbalando por el cristal como dedos que arañaban. Imperium Academy era hermosa desde afuera. Un palacio. Pero por dentro... era otra cosa.

Y apenas era el primer día.

Finalmente salió de su habitación, la tela de su suéter absorbiendo la humedad del aire. El pasillo, aunque simple, retumbaba con las pisadas de estudiantes que bajaban en tropel hacia el comedor. Un murmullo constante flotaba entre las paredes: risas, cuchicheos, pasos que resonaban con urgencia o desdén. Se ajustó la mochila al hombro y avanzó, manteniendo la mirada baja. Marla no había exagerado: ser "tema de conversación" aquí no era algo que quisiera experimentar tan pronto.



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En el texto hay: romance, academia, elite

Editado: 28.12.2025

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