Los hijos de Imperium

04 | El fantasma con corona

El viernes en Imperium tenía una energía particular. No era el mismo ambiente tenso de los lunes, cuando los profesores llenaban las clases de trabajos y exámenes, ni la calma artificial de los miércoles, donde todos parecían atrapados en la rutina. El viernes era distinto. Más despreocupado. Más expectante.

Los pasillos estaban llenos de conversaciones ligeras, risas controladas y murmullos sobre los planes del fin de semana. Algunos estudiantes se movían con maletas pequeñas en mano, listos para abordar vuelos privados o ser recogidos en autos con chofer. Otros hablaban de cenas exclusivas en restaurantes donde una reserva tardaba meses en conseguirse.

Para Kaira, todo eso era ruido de fondo.

—Dime que no estás empacando en serio —dijo Marla, dejándose caer en la silla frente a ella en la cafetería.

Kaira partió un pedazo de pan sin mucho interés. —¿Por qué no lo haría?

—Porque pensé que después de sobrevivir a la fiesta, te habrías dado cuenta de que nuestra única opción era fingir nuestra muerte y empezar una nueva vida en otro continente.

Ben se rió, apoyando el codo en la mesa. —Si me lo hubieran dicho antes, habría pedido postre. Odiaría morir con el estómago vacío.

El comedor estaba más animado de lo habitual. El fin de semana siempre ponía a la gente de mejor humor. Las conversaciones flotaban en el aire, mezcladas con el sonido de cubiertos y vasos chocando. Pero en medio del bullicio, hubo algo que Kaira empezó a notar.

—¿Lo vieron ayer?

—No, ni siquiera estaba en la fiesta.

—Quizá sigue fuera del país.

—O simplemente no le interesa nada de esto.

Kaira frunció el ceño al escuchar los fragmentos dispersos de la misma conversación en varias mesas.

—De acuerdo, ¿qué pasa ahora? —preguntó con indiferencia, bebiendo un sorbo de café.

Marla soltó un resoplido. —Es el tema de la semana. Ya sabes cómo son.

Ben giró su cuchara entre los dedos y rodó los ojos. —El más grande misterio de Imperium. Tal vez no existe.

—Tal vez ni siquiera es humano —añadió Marla en broma.

Kaira entrecerró los ojos. —No me digan que esto es sobre...

—Obviamente. —Marla tomó una uva de su bandeja y la lanzó al aire, atrapándola en la boca—. Killian Laurent.

Kaira no reaccionó. No tenía razones para hacerlo.

—¿Y? —preguntó sin interés.

Ben hizo un gesto vago. —Y nada. Solo que lleva semanas sin aparecer. Y ahora todo el mundo cree que eso significa algo.

—¿Significa algo?

—Nah. Solo que la gente no sabe qué hacer con su vida cuando no hay nadie a quien mirar desde abajo.

—Debe ser agotador.

—¿Tener poder?

—No —dijo Kaira—. Que hablen de ti incluso cuando no estás.

—Oh, eso sí —Marla sonrió—. Pero para algunas personas, ser un mito andante es parte del encanto.

Kaira no respondió.

No le importaba el tipo de poder que Killian Laurent tenía o no tenía. Pero sí le parecía curioso cómo su simple ausencia había dejado un vacío lo suficientemente grande como para que todos sintieran la necesidad de llenarlo con especulaciones.

Un vacío con nombre.

Desde la mesa principal, la Cúpula también parecía disfrutar del espectáculo.

Jiah cruzó una pierna sobre la otra y apoyó el mentón en la palma de su mano mientras observaba la sala con un destello divertido en los ojos.

—Curioso —murmuró, girando su copa entre los dedos.

Sienna apenas inclinó la cabeza. —¿Qué cosa?

Jiah dejó la copa sobre la mesa con un leve clic. Su sonrisa era lánguida, pero sus ojos estaban llenos de diversión. —Cómo la gente se inquieta cuando le falta algo a lo que aferrarse.

Sienna siguió su mirada con indiferencia, observando el comedor sin demasiado interés.

—Poco importa —dijo al final, encogiéndose de hombros—. Él no pierde el tiempo con cualquiera.

Sinclair, que hasta el momento no había prestado atención, cerró la revista que tenía en las manos y la dejó sobre la mesa con calma.

—Es fascinante cómo todos creen conocerlo —comentó en tono neutro—. Pero nadie lo hace realmente. Ni siquiera nosotros.

Dorian soltó una risa baja sin apartar la vista de su teléfono.

—Eso es lo único seguro —dijo, como si fuera un hecho irrebatible—. Y que no tiene paciencia para distracciones inútiles.

Jiah giró la copa entre los dedos y su mirada se deslizó brevemente hacia la mesa donde Kaira estaba sentada.

Kaira lo sintió.

No con el rabillo del ojo, ni por casualidad.

Lo sintió.

Le sostuvo la mirada por un segundo antes de girar la cabeza con indiferencia.

De todas las cosas que podía soportar en Imperium, ser tratada como un entretenimiento de media temporada era la que más le fastidiaba.

Terminó lo que quedaba en su bandeja y se puso de pie.

—Me voy.

—¿A empacar? —preguntó Marla, burlona.

—A recordar por qué prefiero los lugares donde la gente no cree que la vida gira en torno a ellos.

Ben le hizo un gesto con dos dedos a modo de despedida.

—Buen viaje. Si mueres en el intento, que no sea de hambre.

Kaira se dirigió hacia la salida del comedor con la cabeza en alto, ignorando las miradas de reojo de algunos estudiantes a su paso.

No importaba cuánto intentara mantenerse fuera del radar, Imperium tenía una forma retorcida de enredarla en sus propios juegos.

Cuando llegó a su habitación, empezó a empacar sin prisa.

Antes de cerrar su mochila, su mente regresó a una frase suelta que había escuchado al salir del comedor.

"Los Laurent no necesitan Imperium. Imperium los necesita a ellos."

Frunció los labios y cerró la cremallera con más fuerza de la necesaria.

Le importaba poco lo que los estudiantes de Fortune Hall pensaran de Killian Laurent.

Pero, por alguna razón, empezaba a odiar que su nombre no la dejara en paz.

‎♛

El trayecto hacia su casa fue silencioso. Kaira apoyó la frente contra la ventana del tren, observando cómo los paisajes ordenados y elegantes de las afueras de la ciudad se desdibujaban, dando paso a edificios más viejos, calles con grietas y postes de luz parpadeantes. El contraste entre la academia y su mundo real no podía ser más evidente.



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En el texto hay: romance, academia, elite

Editado: 28.12.2025

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