El camino fue silencioso. Nadie se atrevía a hablar de lo ocurrido. Demioz los seguía en su auto, distante y callado, mientras Selene, aún débil, se recargaba en el hombro de Tyler, tratando de asimilar los eventos recientes. No tardó en desmayarse, agotada por la pérdida de sangre y la tensión vivida.
Finalmente llegaron a la casa de Selene.
Ella permanecía semiinconsciente en el asiento. Su respiración era lenta y su cuerpo mostraba señales de extremo desgaste. Los demás descendieron del vehículo. Tyler se inclinó para cargarla, pero Demioz lo detuvo con un gesto seco y autoritario.
—Yo me encargo.
Sin esperar respuesta, la tomó en brazos y subió con ella a su habitación. La depositó con cuidado sobre la cama, cada movimiento deliberado, como si temiera romper algo sagrado.
—Alguien, rápido. Traigan el botiquín del baño. Hay que detener la hemorragia —ordenó.
Tyler corrió y volvió enseguida con el botiquín. Demioz lo tomó sin decir palabra y lo abrió con precisión, sacando ungüentos y vendas. Se volvió hacia Tyler.
—Necesito ayuda para desabrocharle la blusa. La herida está justo debajo. Sostén esto.
Tyler obedeció, sosteniendo el botiquín mientras Demioz desabrochaba la blusa con delicadeza, evitando tocar más de lo necesario. Los demás se giraron por respeto, sin necesidad de indicación.
—Bien, pásame ese frasco negro, el que está arriba del librero —pidió con urgencia.
Tyler lo tomó y lo entregó con curiosidad?
—Demioz Las armas que usaron contra ella estaban impregnadas de magia antigua. No puedo sanar sus heridas con mi poder. Este polvo anula ese efecto. Es especial, hecho para casos como este —explicó mientras lo aplicaba cuidadosamente sobre la herida.
—Ahora pásame una venda.
Tyler se la dio y Demioz la colocó con precisión. Luego se incorporó, buscó una blusa limpia en el armario de Selene y se la puso con la misma meticulosidad.—Listo. Ya pueden voltear.
Los chicos se giraron. Tyler se acercó a Selene, sentándose a su lado y tomando su mano con suavidad. Su mirada estaba cargada de preocupación.
—Seguro se pondrá bien —murmuró, casi como promesa.
Demioz asintió con seriedad.—Ya está a salvo.
Caleb lo observaba en silencio, el ceño fruncido, tensión en la mandíbula. Finalmente, no aguantó más.
—¿Qué sucede, Danvers? Suéltalo de una vez.
Caleb dio un paso al frente.—Mataste a todas esas personas… Eran inocentes.
Demioz soltó una risa seca, sin humor.—¿Inocentes? ¿Después de lo que le hicieron a Selene? No tienes idea, Danvers. No se habrían detenido.Nos han cazado durante años. Siempre en las sombras, ocultos por culpa de ellos lo perdimos todo.
Su mirada se volvió cortante, casi peligrosa.—¿Sabes lo que hacen con los que tienen lazos demoníacos? Los torturan. Los estudian como si no fueran humanos. Niños, mujeres, familias enteras. Da igual. Ellos cruzaron la línea hace mucho. Lo que hice fue justicia. Una que nadie más se atrevió a ejercer.
Pogue, con los brazos cruzados y la mirada firme, habló con dureza:—Y rompiste el único objeto capaz de sellar a Belial y Neberius antes de que llegaran. Qué conveniente.
Demioz respondió con una sonrisa arrogante, la sombra de una burla en los labios.—Lo rompí porque quise. Me costó liberarlos, y no iba a permitir que un estúpido sello frustrara su regreso.
Reid dio un paso al frente, la voz impregnada de rabia contenida.—Entonces ya no tienes nada que hacer aquí. Selene está a salvo, y dudo que quiera verte después de lo que hiciste.
Demioz apretó la mandíbula. Estaba por responder, pero en ese instante, Selene se movió débilmente.Sus párpados temblaron al abrirse, y lo primero que vio fue a Tyler, aún sentado junto a ella.
—Gracias... a todos... por rescatarme —susurró con voz apenas audible.
Caleb se acercó con una pequeña sonrisa, cálida pero cargada de tensión.—No fuimos solo nosotros. Tuvimos algo de ayuda.
Demioz levantó la mano con aire teatral.—No hay nada que agradecer, mea bella smaragdi. Aunque, siendo honestos... yo hice la mayor parte.
Selene lo miró sorprendida, una ceja arqueada.—Así que sí viniste...
Él le devolvió la mirada con esa seguridad silenciosa que lo definía.—No podía dejarte morir.
Selene bajó la vista.Su expresión cambió, tornándose seria, contenida.—Aún hay cosas que aclarar entre nosotros.
Entonces miró a Tyler, Caleb, Pogue y Reid. Respiró hondo, reuniendo fuerzas.—¿Nos podrían dejar a solas, por favor?
Tyler titubeó.—¿Estás segura?
Selene asintió sin dudar.—No me hará daño. Y necesito hablar con él.
Los chicos intercambiaron miradas de preocupación, pero uno a uno salieron de la habitación. La puerta se cerró, y el silencio se asentó como una manta densa entre los dos.
Demioz se apoyó en el marco de la puerta, su sonrisa ladeada intacta. Sin más, se acercó a Selene con una calma provocadora.
—Bien, cariño… ¿de qué quieres hablar conmigo?
Selene lo miró con seriedad.A pesar del agotamiento, su voz fue firme: —¿Por qué mataste a todos los cazadores?
Demioz alzó una ceja con aire casi divertido.—¿En serio te sientes culpable por ellos, mea bella smaragdi? Te torturaron, nos persiguieron durante años, nos arrebataron nuestras familias.
—No todos tenían la culpa, y lo sabes —respondió ella, cortante.
—Para mí, todos se la merecían. Nadie tiene derecho a hacerte daño. Lo hice por ti.
—No mientas. Ya no caigo tan fácil en tus manipulaciones… como antes.
Demioz apretó la mandíbula y se mantuvo en silencio. Sus ojos chispeaban entre orgullo y contención.
—Zac me habló de lo que hiciste con el escuadrón en el que estaba su hermano, Lian. Los mataste sin remordimiento. Igual que hiciste hace unas horas con los de la sede.
Demioz frunció el ceño, su voz más áspera:—No sabes la historia completa, así que no tienes derecho a reprocharme. Quizás ya lo olvidaste, pero todo eso... lo hice para mantenerte a salvo.
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Editado: 14.08.2025