Selene Giró de inmediato, pero no había nadie.
Volvió a escucharla. Esta vez más cerca.
—Selene...
Entonces la vio: una sombra amorfa, hecha de humo, flotando en el aire. No tenía forma definida, pero desprendía una oscuridad que no pertenecía a este mundo.
Como si sus pies se movieran por puro instinto, Selene la siguió, adentrándose en la parte más oscura del jardín. La figura se detuvo junto a un árbol retorcido y, con una risa baja, áspera y siniestra,burlona rompió el silencio:
—¿De verdad no sabes que no debes seguir las voces que susurran tu nombre? Eso nunca termina bien... ¿No has visto películas de terror?
—¿Quién eres? —preguntó Selene, frunciendo el ceño con suspicacia.
—¿En serio ya no reconoces mi voz?
—Muéstrate.
La sombra se desvaneció como humo en el aire, dejando paso a un rostro que Selene creía enterrado en su pasado. El mismo que siempre anunciaba caos.
—Chase Collins...
—Cuánto tiempo, encanto —dijo él con una sonrisa ladeada y tono cargado de sarcasmo.
Selene lo miró con una mezcla de asombro y recelo.
—¿Qué haces aquí?
—Nada en especial… solo estoy de visita —respondió con fingida indiferencia, paseando la mirada por el jardín como si fuera su hogar.
—Claro... como si no supiera que eres el secuaz fiel de Demioz. Igual de ruin. Igual de manipulador.
Chase se encogió de hombros con desdén.
—Créeme o no, da igual. Siempre haces juicios rápidos, Seli.
Se acercó con una lentitud provocadora y, con descaro, tomó un mechón del cabello de Selene entre sus dedos, deslizándolos con una calma que quemaba.
—Dime… ¿sigues siendo la niñita obediente de Demioz?
Selene abrió los labios para responder, pero no alcanzó a articular palabra.
Una voz familiar, grave y cargada de tensión, rompió el momento como una ráfaga helada.
—No son horas para visitas sorpresa… ¿o sí, querido amigo?
Demioz apareció desde las sombras, su mirada firme, su presencia imponente.
Chase giró lentamente, una sonrisa burlona estirando sus labios.
—Demioz… qué sorpresa. No te avisé que vendría... ups. Qué descuido el mío.
Selene lo fulminó con la mirada.
—¿Ya sabías que él estaba en Ipswich?
Demioz se encogió de hombros, con una expresión imperturbable.
—Tal vez. No lo recuerdo con claridad, amor.
Selene rodó los ojos con una mezcla de fastidio e ironía.
—Perfecto… Mi casa ahora parece un manicomio lleno de psicópatas.
Sin esperar respuesta, se dio media vuelta y entró a la casa. Detrás de ella, Demioz y Chase la siguieron, envueltos en un silencio denso como tormenta contenida.
Selene se dejó caer en el sillón con un suspiro exasperado. Tomó el control remoto y encendió la televisión. Cambió los canales con desinterés, hasta que se detuvo en las noticias. Algo, una intuición tal vez, le hizo quedarse allí.
Aunque su rostro era de piedra, por dentro su mente latía con fuerza.
Y Chase… seguía allí, en su sala. Como una sombra que regresaba para enturbiar la luz.
Chase entró en la cocina con total naturalidad, como si fuera suya. Abrió la alacena y sacó una bolsa de papas fritas.
Demioz, mientras tanto, preparaba un sándwich en silencio. Sin girarse, alzó una ceja y dijo con frialdad:
—Oye, Collins... Esta no es tu cocina. Y que sea la última vez que apareces sin avisar.
—Sí, sí… lo siento mucho, majestad —dijo Chase, llevándose una papa a la boca con exagerada reverencia—. Pero vamos, hermano, tenía hambre.
Demioz soltó un suspiro resignado.
—Está bien... Solo esta vez.
—Gracias, jefe —respondió Chase con una sonrisa burlona mientras sacudía la bolsa.
Volvió a la sala y, sin decir palabra, le arrebató el control remoto a Selene antes de dejarse caer a su lado en el sofá.
—¡Oye! ¿Qué te pasa? —protestó Selene, mirándolo con indignación.
—Las noticias me aburren, Seli —dijo con descaro, cambiando los canales hasta detenerse en una película de acción.
Selene murmuró entre dientes:
—Idiota...
Chase soltó una carcajada, encantado con su molestia.
En ese instante, Demioz regresó con un plato en la mano. Dos sándwiches humeaban sobre él. Lo dejó sobre la mesa de centro.
Chase extendió la mano para tomar uno, pero Demioz se la apartó con un manotazo seco.
—No son para ti.
—Para Selene. No ha comido nada. Ahora, hazte a un lado, Collins.
Chase levantó las manos en gesto de inocencia y se recostó contra el respaldo, fingiendo obediencia.
Demioz se sentó entre ambos. Como una muralla silenciosa entre la sombra y la luz.
Miró a Selene con calma controlada y le dijo:
—Vamos. Come.
—No tengo hambre —replicó ella con desdén.
—Bien. Entonces no te diré cuál es el próximo Tartareum Monstrum que llegó a Ipswich.
Selene suspiró, sabiendo que no tenía escapatoria. Sin decir más, tomó uno de los sándwiches y le dio un mordisco. Demioz sonrió con satisfacción, como si hubiera ganado una pequeña guerra.
Acto seguido, le arrebató el control a Chase y volvió al canal de noticias. Chase sólo bufó, resignado.
En la pantalla, la reportera hablaba con tono sombrío:
> —...un conserje de la Spencer Academy fue encontrado sin vida esta madrugada. El cuerpo presentaba una serie de anomalías: sin ojos, con venas ennegrecidas y la piel de un tono morado, exudando una especie de sustancia viscosa y oscura. Esta es la segunda víctima hallada en condiciones similares...
El corazón de Selene se detuvo un instante.
El rostro del conserje de su pesadilla… era idéntico al del hombre de la noticia.
Un escalofrío le recorrió la columna, como una mano invisible arrastrando uñas heladas por su espalda.
Chase la observó de reojo, captando el cambio en su semblante.
—Te pusiste pálida, Seli.
Pero Selene no respondió. En su interior, las piezas empezaban a encajar solas, como engranajes olvidados volviendo a girar.Los cuerpos. Las visiones. El conserje. Todo apuntaba a una sola posibilidad.
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Editado: 22.09.2025