Los Hijos de Ipswich El lado oscuro del pacto

Capítulo 12 – Parte I: Consumidos por el Pestem

—¡Mierda, no puede ser! —exclamó Pogue, con los ojos abiertos de par en par.

El cuerpo de Selene temblaba de forma incontrolable. Sus ojos brillaban con un matiz oscuro y amenazante, mientras un dolor abrasador recorría cada fibra de su ser, desgarrándola desde dentro como si algo intentara romperla en pedazos.

—Esto no es bueno —gruñó Demioz—. ¡Les dije que lo atraparan, idiotas!

Aunque su tono estaba cargado de furia, el miedo latente en sus palabras era imposible de ocultar.

—¡Haz algo, rápido! —exigió Tyler.

—Tenemos que llevarla a casa —respondió Demioz, sin dudar.

Tyler no esperó más. La tomó entre sus brazos con sumo cuidado, notando que su cuerpo se sentía extrañamente ligero, como si la vida estuviera escapando de ella. La colocó con delicadeza en el asiento trasero de su camioneta, pero el contacto con su piel helada le provocó un escalofrío que le heló el alma.

Selene se estremeció violentamente. Un frío abrasador la envolvía, mientras venas negras se extendían por sus brazos como raíces malditas. Su respiración era errática, cada inhalación parecía una batalla perdida.

—¡Selene, mírame! ¡Por favor, quédate conmigo! —Tyler se inclinó sobre ella, sujetándola con fuerza. Sus manos temblaban al sentir su temperatura inhumana.

—Esto no debía haber pasado —escupió Reid, su voz cargada de rabia—. Se suponía que lo tenías bajo control, Demioz. ¡Ahora Selene agoniza por tu culpa!

Demioz se pasó la mano por la cara, apretando la mandíbula. De pronto, en un estallido de frustración, lanzó una mesa contra la pared con su poder. El estruendo resonó como un rugido de impotencia.

—¡Esto no debió ocurrir! No a ella… —murmuró, casi en un susurro, pero con un dolor que se le escapaba en cada palabra.

Los ojos de Selene brillaban con un tono sombrío, su mirada perdida, atrapada entre el dolor y la lucha interna contra la criatura que la devoraba.

—¿Qué le está sucediendo? —preguntó Caleb, su voz grave.

—Está robándole la vida —explicó Demioz—. Como ella posee energía demoníaca, el Pestem la consume para fortalecerse… hasta matarla.

Un silencio mortal se apoderó del lugar.

—Ahora mismo, Selene está luchando por su vida —añadió con dureza.

En su mente, Selene revivía los recuerdos más dolorosos de su pasado. Era como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.

—No… por favor… —susurró débilmente—. No puedo… aléjate…

Demioz se acercó de inmediato, observándola con atención. Su rostro estaba tenso, concentrado.

—Si el Pestem la ha elegido como huésped, tenemos poco tiempo antes de que tome el control por completo.

Tyler estalló. Lo tomó de la camisa con ambas manos, sus ojos oscureciéndose por el poder del Pacto.

—¡Entonces haz algo! ¡Ella está así por tu culpa! —su voz era un látigo de ira y dolor—. No es la primera vez que pones su vida en riesgo, siempre la manipulas, la lastimas… ¡y aun así ella no te deja fuera de su vida! No sé por qué no puede echarte, pero yo sí sé algo: tú deberías estar al borde de la muerte, no ella.

Las palabras lo golpearon de lleno. Demioz chasqueó la lengua, sin su habitual tono burlón y arogante.

—¿No puedes hacer el mismo ritual para expulsar al parásito? —preguntó Caleb.

—No… —negó Demioz—. Ella no es como el otro sujeto. Como descendiente de Belial, el Pestem no saldrá fácilmente. Su energía lo atrae demasiado. Necesitamos algo con una energía similar… igual de poderosa.

—Podemos hacerlo nosotros —propuso Pogue—. Tenemos el poder del Pacto.

Demioz asintió con gravedad.

—Sí, pero necesitamos a las cinco familias.

Caleb suspiró.

—Eso significa que también necesitamos a Chase.

—Parece que sí —aceptó Demioz, sacando su teléfono. Marcó un número y esperó. Collins no contestó. Volvió a intentar, murmurando con la paciencia al límite:

—Más te vale contestar, Collins, o te juro que la próxima vez que te vea serás un cadáver.

Finalmente, Chase respondió con un tono despreocupado:

—¿Qué sucede, amigo?

—Necesito que vengas de inmediato.

—¿Y a qué se debe tanta urgencia? —preguntó Chase, casi divertido.

—No hay tiempo para explicaciones. Llega ahora mismo al callejón cerca del Nicky’s. Apresúrate o te haré cavar tu propia tumba… y luego arrojaré tu cadáver en ella.

Chase soltó una risa breve.—Okey, ya entendí. Voy en camino.

El rugido de un motor deportivo quebró el silencio de la noche. Dos faros cortaron la penumbra, y un auto negro se detuvo con un derrape preciso frente a la entrada del callejón. La puerta se abrió con un golpe seco, y Chase Collins bajó con su característico aire de superioridad: manos en los bolsillos, sonrisa insolente y la mirada calculadora de quien siempre cree tener el control.

—Bueno… aquí estoy. ¿Quién se está muriendo? —preguntó con un tono burlón, sus ojos explorando cada rincón con curiosidad disfrazada de desinterés.

—Cierra la boca, Collins —escupió Pogue, avanzando hacia él con paso firme—. No estás aquí para hacer tus estúpidas bromas idiota.

Chase arqueó una ceja, disfrutando la hostilidad.

—Relagate, Pogue. Por cierto… ¿cómo está tu novia, Kate?

Pogue apretó los puños, listo para golpearlo, pero Chase solo dejó escapar una risa suave, como si hubiera conseguido exactamente la reacción que buscaba.

—Basta —intervino Caleb, su voz cortante como una hoja—. No tenemos tiempo para juegos, Chase. Selene se está muriendo.

El nombre borró la sonrisa de Chase. Trató de disimularlo, pero su mandíbula se tensó. Se acercó hasta donde Tyler sostenía a Selene en brazos, y sus ojos se endurecieron al verla.

—¿Qué demonios le pasó?

—Pestem Parasito —respondió Demioz con gravedad—. Está drenando su energía demoníaca. Si no lo detenemos, la matará. Necesitamos a las cinco familias para el ritual de expulsión.

Chase lo observó en silencio, evaluando si valía la pena intervenir.Finalmente suspiró, resignado.Está bien… ¿qué hay que hacer?




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