Los Hijos de Ipswich El lado oscuro del pacto

“Capítulo 13 – Parte II: Confrontación de egos: sombras enfrentadas”

—Ese idiota no puede pasar un día sin buscar problemas… —murmuró Pogue, poniéndose de pie enseguida.

Tyler frunció el ceño y Selene lo siguió con la mirada. El murmullo de voces crecía, un zumbido expectante que presagiaba tormenta. Entonces lo escuchó: una voz grave, burlona, con ese retintín de veneno que conocía demasiado bien.

Chase.

El nombre retumbó en su pecho como un golpe. La confusión y la tensión se entrelazaron en su interior como un nudo imposible de desatar.

—¿Qué te pasa, imbécil? —soltó Reid, esbozando esa sonrisa torcida que siempre aparecía justo antes de perder la paciencia.

—¿Qué me pasa? —repitió Chase, inclinando apenas la cabeza, disfrutando del momento—. Nada… solo pasaba, y tú decidiste atravesarte en mi camino.

—¡Tú fuiste el imbécil que me empujó primero! —Reid dio un paso al frente, la furia brillándole en los ojos.

Chase sonrió con un desdén frío.

—Si tienes un problema… ¿por qué no lo arreglamos como se debe? Aunque, siendo sinceros, el único capaz de darme una buena pelea es Danvers.

Antes de que Reid contestara, Pogue lo alcanzó, interponiéndose.

—¿Qué demonios haces de vuelta en la escuela, Collins? —escupió entre dientes.

Chase ladeó la cabeza, provocador.

—Bueno… nadie me lo puede prohibir. Ni tú, ni tus amigos. —Sus ojos se deslizaron con malicia hacia Pogue—. Por cierto… ¿no deberías estar entretenido con tu noviecita, Kate? Ah, cierto. Qué lástima. Me enteré de que terminaron… ¿quién la protegerá ahora? O es que… ¿ya olvidaste cómo terminó la última vez que la dejaste sola? Quizás esta vez pruebe suerte con ella.

Un murmullo recorrió la cafetería. Los estudiantes se apartaron, expectantes, oliendo el conflicto como pólvora encendida. Las intenciones de Chase eran obvias: quería arrastrarlos a exponer sus poderes y dividir al grupo desde adentro.

Pogue apretó la mandíbula, los puños temblando, listo para lanzarse. Entonces, entre la multitud, Kate apareció. Sus ojos se cruzaron con los de Pogue y, aunque su sola presencia bastó para detenerlo, la furia seguía ardiendo en sus pupilas como una hoguera imposible de apagar.

—Tranquilo, Pogue —intervino Tyler en voz baja, firme—. Es obvio que solo quiere provocarnos.

Selene observaba en silencio, sin saber qué hacer. Su corazón latía con fuerza, atenazado por un presentimiento oscuro.

Chase soltó una carcajada baja, triunfal.

—Ja… casi lo olvido. Lo cobardes que son los hijos de Ipswich. No pueden mover un dedo sin esperar la orden de Danvers. Parecen perros entrenados, esperando que su amo los mande a atacar.

—Con gusto te demuestro lo contrario, imbécil. —gruñó Reid antes de estrellar su puño contra el rostro de Chase—. No necesito poderes para partirte la cara.

El impacto retumbó en el silencio expectante. En un parpadeo, ambos forcejeaban, lanzando golpes mientras la multitud gritaba con excitación.

Hasta que llegó Caleb.

—¡Ya basta! —Su voz cortó el aire como un trueno. Avanzó entre ellos y separó a Reid de un tirón. Su mirada helada y firme imponía un respeto natural, casi autoritario.

—Reid, suficiente. ¿Quieres que te expulsen? No caigas en su juego. —Su tono era bajo, cortante, imposible de contradecir.

Reid forcejeó, respirando agitado.

—¡Suéltame, Caleb! Solo déjame borrarle esa imbécil sonrisa de de la cara.

Chase, con un hilo de sangre en la nariz y los ojos brillando de triunfo, inclinó la cabeza con calma venenosa.

—No me malinterpretes, Reid. No es nada personal. Solo vine a recordarles la dura realidad.No son nada sin ese poder que tanto esconden.

Alrededor, los estudiantes se miraron confundidos por la mención de poderes, pero la mayoría desestimó sus palabras como una provocación sin sentido.

Entonces, Chase giró apenas la cabeza. Sus ojos se clavaron en Selene. La sonrisa que curvó sus labios fue lenta, calculadora.

—Y tarde o temprano… todo lo que aman… se romperá.

Un escalofrío recorrió la espalda de Selene. No era un ataque directo, pero lo sintió como un dardo envenenado atravesándole el alma.

Caleb dio un paso al frente, cruzándose de brazos, su mirada helada fija en Chase.

—Ya fue suficiente. Lárgate. —Su voz no dejaba lugar a discusión. Era una orden.

Chase levantó las manos con fingida inocencia, la sonrisa aún en los labios.

—Qué susceptibles. Solo vine a almorzar. —El murmullo de la cafetería vibraba como un enjambre contenido. Collins se alejó un paso, satisfecho, dejando su veneno suspendido en el aire—. Adiós, Seli.

El rostro de Pogue se endureció, conteniendo el impulso de ir tras él.Sarah se acercó a Caleb, nerviosa, mientras Kate buscaba distraer a Selene con palabras suaves, aunque ella no escuchaba.El eco de Chase seguía taladrando en su mente, recordándole que su pasado siempre la perseguía: si no era Demioz, era él.

Tyler le tomó la mano con delicadeza.

—Tranquila. Solo quiere provocarnos.

Pero Selene apenas asintió, aún helada.

Entonces, Kate decidió avanzar entre la multitud. Caminó hasta quedar frente a Chase, que se detuvo al verla. Sus ojos brillaban con rabia y dignidad.

—¿Qué fue eso que acabas de hacer? —le reclamó con firmeza—. Te vas de la escuela y vuelves solo a causar peleas sin sentido. No vuelvas a meterme en tus pleitos infantiles para provocar a los chicos.

Chase arqueó una ceja, divertido.

—Vaya… nunca había visto este lado tuyo. Sí que tienes la lengua afilada, princesa. Me agrada.

Kate dio un paso más, sin titubeos.

—Te advierto… no intentes acercarte.

La multitud contuvo la respiración. Todos esperaban que Pogue explotara, pero él se mantuvo quieto, los nudillos blancos de tanto apretar los puños, conteniéndose únicamente por respeto a Kate.

Sin más, Chase se dio la vuelta y desapareció entre los pasillos, dejando tras de sí un silencio pesado, cargado de tensión.




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