Los Hijos de Ipswich El lado oscuro del pacto

Capítulo 15, Parte II: Paz en medio del tormento

Esa misma noche.Casa de Caleb – Habitación

La luz cálida de la lámpara acariciaba la habitación, pintando las paredes con sombras suaves que se alargaban como susurros. Caleb y Sarah yacían entrelazados bajo las sábanas, el silencio envolviéndolos con una calma íntima. Sin embargo, los ojos de Caleb, fijos en el techo, reflejaban una tormenta contenida. Sus dedos recorrían distraídamente el brazo de Sarah, más como un acto automático que consciente.

Caleb demoró unos segundos en responder, como si cada palabra llevara consigo un peso que temía soltar.

Cuando habló, su voz sonó baja, grave, teñida de preocupación.—Como te conté… ahora sabemos que Chase comparte sangre con Selene. Son primos.

Sarah frunció ligeramente el ceño, sus dedos trazando círculos lentos sobre su pecho en un gesto instintivo de consuelo.—Debe ser muy duro para ella enterarse de algo así de repente.

—Sí… —Caleb asintió, aún sin apartar la mirada del techo. Sus labios se apretaron en una línea tensa, su mandíbula marcada por la seriedad—. Solo espero que esto no afecte al grupo. Ahora consideramos a Selene como una hermana, y no quiero que Chase la manipule… o que intente ponerla en nuestra contra.

El silencio volvió a llenar la habitación, roto solo por su respiración.Caleb cerró los ojos un instante, como si necesitara contener la frustración que lo consumía.—Ya teníamos suficiente con los Tartareum Monstrum y con Demioz… —murmuró, el nombre de este último resonando con un dejo de rencor—. Y ahora Chase. Y lo peor… —exhaló, girando un poco la cabeza como si le pesara decirlo— es que faltan apenas dos días para el cumpleaños de Ty… y su Ascensión.

Sarah levantó la mano y acarició con ternura su mejilla, obligándolo suavemente a bajar la mirada hacia ella.Sus ojos reflejaban confianza y calidez.—Lo sé.Pero confío en ustedes. Confío en ti. Estoy segura de que todo saldrá bien.

El gesto arrancó de Caleb una sonrisa inevitable, arqueando una ceja con una chispa de diversión en medio de tanta tensión.Sus ojos brillaron, por fin, con un respiro de alivio.—Supongo que eso… ayudaría.

La habitación quedó envuelta en una complicidad íntima, como si por un instante el peso del mundo pudiera esperar.

Sarah no respondió con palabras. Se incorporó despacio, acomodándose sobre él con una gracia natural. Sus labios rozaron los de Caleb primero con suavidad, apenas un soplo, y luego con un beso más profundo, cálido, que parecía barrer las sombras que lo oprimían.

Caleb cerró los ojos, dejándose arrastrar por esa calma única que solo ella podía darle. Sus manos se deslizaron instintivas a la cintura de Sarah, atrayéndola con firmeza. Sus dedos recorrieron lentamente la curva de su espalda, provocándole un leve escalofrío que la hizo sonreír contra sus labios.

—¿Seguro que tu madre no está? —murmuró Sarah, con un tono pícaro que se mezclaba con su risa ligera.

Caleb arqueó una ceja, divertido, y acarició su mejilla con ternura, como si quisiera grabar cada trazo de su rostro en la memoria.—No… —respondió con media sonrisa—. Ahora solo estamos tú y yo.

La risa suave de Sarah llenó la habitación como un tintineo travieso.—Bien… entonces aprovechemos.

Sin más, sus manos se deslizaron hasta el borde de la camisa de Caleb y comenzaron a desabrocharla lentamente, sin apartar la mirada de la suya. Caleb dejó escapar una sonrisa cargada de cariño y deseo, inclinándose de nuevo para besarla con más intensidad, mientras ella lo ayudaba a liberarse de la prenda.

La tela cayó al suelo, olvidada. El calor de sus cuerpos empezó a fundirse bajo la luz tenue de la lámpara. Por un instante, las preocupaciones de Caleb se deshicieron como humo: solo existía Sarah, su sonrisa, sus labios, y la certeza de que en ese momento podía dejar de cargar el mundo sobre sus hombros.

Los labios de Sarah lo buscaron de nuevo, más profundos, más necesitados, mientras sus dedos exploraban la piel descubierta de él. Caleb respondió con la misma entrega, sosteniéndola con fuerza, como si temiera que pudiera desvanecerse entre sus brazos.

Las manos de Sarah recorrieron sus hombros, dibujando cada línea de sus músculos con una lentitud intencionada. Risas suaves y suspiros se entrelazaban en el aire, llenando la habitación de un aura íntima, como un secreto compartido solo por ellos.

Con delicadeza, Caleb la recostó bajo él.Sus cabellos rubios se extendieron sobre las sábanas como un halo luminoso. Se detuvo un instante, contemplándola con un gesto solemne, cargado de ternura.—No sabes cuánto significas para mí —susurró, acariciando su mejilla con el dorso de la mano.

Sarah sonrió, sus ojos brillando con dulzura y picardía.—Entonces demuéstramelo…

Él no necesitó más. Sus labios volvieron a encontrarse, esta vez con la pasión contenida que ambos habían guardado demasiado tiempo. Caleb recorrió con besos suaves y lentos el torso de ella, sus besos estaban cargados de amor y de deseo.

La habitación quedó envuelta en suspiros, en el roce de las sábanas, en el calor creciente que borraba todo lo demás. El mundo exterior se desvaneció en un murmullo lejano.

Por esa noche, Caleb se permitió ser solo un joven enamorado, sin responsabilidades ni amenazas que lo persiguieran. Y Sarah, entre sus brazos, se convirtió en su refugio: la única certeza en medio de la tormenta que se avecinaba.

Al mismo tiempo, en la casa de Selene, el jardín se encontraba envuelto en un silencio apacible. La brisa nocturna balanceaba suavemente el sillón colgante vintage donde ella y Tyler estaban recostados, abrazados, mirando el cielo tachonado de estrellas.

Selene suspiraba, con la mirada perdida en la constelación que brillaba sobre ellos. Su mente no lograba apartarse de Chase y de la revelación que había recibido. El peso de aquella verdad se le enredaba en el pecho, incómodo y contradictorio.

Tyler la estrechó un poco más contra sí, como si pudiera leer en sus gestos la turbulencia interior. Inclinó la cabeza y le dejó un beso tierno en la frente.—¿En qué piensas, lumière? —murmuró con voz suave.




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