Los Hijos de Ipswich El lado oscuro del pacto

Capítulo 17 – Parte II: Continuación

Selene giró la mirada hacia Demioz. Él estaba de pie junto a la mesa, los dedos jugando distraídamente con un anillo de plata, observándola con esa mezcla de ironía y preocupación que solo él sabía sostener.—Em… gracias de nuevo por ayudarme… y por salvarme.

Demioz ladeó la cabeza, dejando que una sonrisa lenta y calculada se dibujara en su rostro.—No hay nada que agradecer, amor. Sabes que siempre cuidaré de ti… sin importar qué.

Tyler carraspeó, la mandíbula tensa, el ceño fruncido con una furia que intentaba contener.—Bien… vamos, lumière. Te llevo a casa.

—Eh, sí, claro. —respondió Selene, bajando la mirada, incómoda por la tensión que emanaba entre ambos.

Pogue fue el primero en salir, alzando una mano a modo de despedida.—Los veo abajo.

Tyler ya estaba por seguirlo cuando Demioz habló:—Espera, smaragdi.

Selene se volvió, aún con la voz suave.—¿Sí?

Demioz dio un paso al frente, el brillo de sus ojos tornándose serio.—La maldición ya fue removida, pero necesito un poco de tu sangre.

Selene arqueó una ceja, algo desconcertada.—¿Para qué?

—Para verificar si quedaron fragmentos… y asegurarme de que la purificación fue completa. —Su tono fue profesional, pero su mirada tenía ese dejo de interés más personal.

Selene asintió, respirando hondo.—Está bien.

Demioz tomó una daga pequeña del estante. Su andar era lento, seguro, casi ritual. Tyler dio un paso instintivo hacia adelante, pero Selene le hizo un gesto leve con la mano.Demioz sujetó la suya con delicadeza, su pulgar rozando el centro de su palma antes de hacerle un pequeño corte. La sangre cayó en el cuenco con un sonido tenue.

—Bien, es suficiente. —murmuró,dejando la daga y el cuenco sobre la mesa. Luego tomó su mano entre las suyas, y un tenue resplandor azul emanó de su piel mientras la herida se cerraba.—Eso es todo.

Tyler, desde el marco de la puerta, lo observaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido; la tensión en su mirada era un filo contenido.

Demioz lo notó y sonrió con esa arrogancia felina suya antes de añadir, con falsa cortesía:—Te avisaré cuando tenga listos los tónicos con los que debe darse baños, por si queda algún rastro de la maldición. —Luego se inclinó apenas hacia Selene, su voz volviéndose un susurro cargado de intención—. Auque Si gustas, podrías tomarlo aquí…ahora conmigo.

Selene soltó una risa corta, cansada pero firme.—No lo creo, Demioz, pero gracias. Avísame cuando estén listos y pasaré por ellos.

Demioz la siguió con la mirada hasta que cruzó la puerta.—Como deses, mea bella smaragdi —susurró apenas audible, con una media sonrisa.

El elevador se cerró tras los tres.

Tyler fue el primero en romper el silencio en el descenso, aún con el ceño fruncido.—Podemos pasar nosotros por los tónicos. No es necesario que vuelvas al apartamento de ese idiota.

Selene apretó suavemente su mano, buscando calmarlo.—Tranquilo, Ty. Pensaba pedirte que me acompañaras cuando estén listos.

Tyler respiró profundo, bajando la mirada antes de asentir.—De acuerdo… solo no quiero que vuelvas sola.

Pogue, bostezando y estirándose perezosamente, murmuró:—Bueno, fue un día agotador.

—Bastante. —respondió Tyler, esbozando una leve sonrisa por fin—. Pero lo importante es que Selene ya está bien.

Selene los miró a ambos con ternura, apoyando la cabeza en el respaldo del asiento mientras el auto arrancaba.

Mientras tanto, en Spencer Academy…

Ariacne cruzó el umbral de la oficina del director con paso firme y elegante. Vestía una chamarra de cuero negra, pantalones de mezclilla del mismo tono y botas que resonaban con un eco suave sobre el suelo pulido. Su cabello, castaño oscuro con mechones blancos, caía en ondas ligeras sobre sus hombros; el maquillaje en tonos marrón oscuro acentuaba su mirada intensa y serena.

El director William levantó la vista de los documentos apilados en su escritorio. Durante un instante la observó con curiosidad profesional antes de invitarla a sentarse.—Bien, señorita Tenebrae… tome asiento, por favor.

Ariacne asintió apenas, con un gesto tan medido que rozaba lo regio. Se sentó manteniendo la espalda recta y las manos cruzadas sobre las rodillas, proyectando una calma imperturbable.

El director revisó un par de hojas más, murmurando algo entre líneas, antes de hablar con voz pausada:—Según la información que nos enviaron, usted y su hermana Zahira vienen desde Francia para estudiar en esta institución, ¿correcto?

—No se equivoca, director William —respondió Ariacne con una voz firme y serena, sin el menor titubeo.

El hombre asintió, acomodándose los lentes sobre el puente de la nariz.—Bien. Y… ¿por qué su hermana no ha asistido hoy? ¿No le genera interés nuestra academia?

Una ligera curva se dibujó en los labios de Ariacne, más por cortesía que por amabilidad.—A Zahira y a mí nos encantará asistir a esta escuela, director. —Cruzó una pierna sobre la otra, relajando apenas la postura—. Ella no pudo acompañarme hoy; se quedó en casa atendiendo a nuestro hermano. Como le mencioné, por ahora el se encuentra indispuesto.

—Claro, es entendible —repuso William con tono diplomático. Luego, entrelazó las manos sobre el escritorio y la observó con atención—. Dígame, señorita Tenebrae, ¿por qué desean ingresar precisamente a Spencer Academy?

Ariacne dejó escapar un suspiro leve, casi imperceptible.—Bueno, nada en particular —respondió, girando suavemente una mano mientras hablaba, un gesto elegante y controlado—. Simplemente hemos escuchado que es la mejor institución de Ipswich. Su nivel académico es excelente, y estoy segura de que a mi hermana y a mí nos encantará formar parte de ella.

El director sonrió, satisfecho con la respuesta.—Me agrada su opinión sobre Spencer, señorita Tenebrae. —Se levantó, extendiéndole la mano—. Será un placer tenerlas a usted y a su hermana entre nuestros estudiantes. Espero verlas pronto.




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