La oscuridad lo envolvía todo, Abigail abrió los ojos con dificultad, su visión estaba borrosa, los párpados le pesaban, como si despertara de un sueño inducido. Una luz de azul claro palpitaba en el techo constante, hipnótica. No reconocía el lugar, al menos no del todo, había pasado su vida allí, o eso creía...pero está vez algo era distinto.
Su cuerpo se sentía también diferente, más ligero, alerta. Las paredes metálicas del recinto emitían un zumbido leve, bajo, casi imperceptible, cada pocos segundos un chasquido eléctrico atravesaba el aire, lo sentía como parte de ella. Se incorporó con esfuerzo, mientras sentía el frío subiendo por su espalda. Llevaba un mono gris de cuerpo entero, flexible,con placas metálicas cubriéndole las articulaciones, la tela tenía costuras fluorescentes que pulsaban lentamente. En su nuca sentía calor ... y un leve hormigueo.
Aún tambaleándose observó con detenimiento los monitores que se encontraban justo frente a la cápsula donde había estado contenida. Y entoces fue cuando escuchó, esa voz era solo un susurro
— Despierta Abigail, es ahora o nunca.
Giro sobre sus talones más rápido de lo que pensó que podía, pero no había nadie, ¿acaso había sido una alucinación?
Una puerta se abrió con un siseo, no lo pensó dos veces, se levantó y corrió, las luces de emergencia se encendían detrás de ella, rojas, pulsantes La Institución despertaba.
Su huida no fue fácil, paso por corredores estrechos, escaleras metálicas, esquivó brazos mecánicos que emergían de los muros como si quisieran atraparla. Una alarma comenzó a sonar, estridente, insoportable, o tal vez lo había a hecho desde el principio y ella no lo notó, no tenía un plan, solo la necesidad visceral de salir de aquel lugar.
Todo pasó muy rápido y sin darse cuenta ya estaba a fuera, y allí, el cielo era una franja rota de neón y cenizas, a lo lejos las torres metálicas de la Metrópolis centelleaban como ruinas vivas bajo un firmamento de nubes asimétricas y memoria comprimida por donde corría Abigail.
Su respiración era precisa, casi silenciosa, los implantes biomecánicos de sus piernas amortiguaban cada paso y su visión agudizada por sensores retinianos dibujaban un mapa de calor entre sombras, raíces y escombros. Pero ni su velocidad, ni sus mejoras podían ocultar el temblor que sentía en el pecho, después de todo seguía siendo humana, y no solo corría por su libertad, en el fondo de su mente sabía que corría por la verdad, aunque no tuviera muchas cosas claras.
Abigail no era como el resto de la humanidad, no del todo, su cabello rojo caía en mechones sobre su rostro pálido y pecoso contrastando con el azul hielo de sus ojos,casi demasiados perfectos para ser completamente humanos. Ella aún no lo sabía, pero en su cerebro, donde otros tenían interfaces estándar, ella portaba algo más,algo nuevo, algo prohibido.
Atrás quedaba las luces frías del Instituto Central de Investigación, "La Institución" como la conocían muchos, el corazón de la red, controlada por la IA, una entidad sin rostro, omnipresente, que hablaba con una voz suave y maternal y que todos creían autónoma. Pero Abigail sabía algo más, había escuchado susurros, había visto lo suficiente.
El bosque sintético de las afueras de la Metrópolis era espeso, pero ella lo conocía a la perfección, había planeado esta huída por semanas, o eso le decía su cerebro, cada curva del terreno, cada punto ciego de los drones, y aún así, mientras se deslizaba por la maleza artificial y las raíces de concreto no podía sacudirse la sensación de que alguien, o algo, la observaba.
Un zumbido en su oído derecho, el canal de comunicación estaba cobrando vida, un intentado por conectar con el Núcleo. Abigail apretó los dientes, y con un impulso mental lo apagó, silencio al fin. Se detuvo cerca de un claro donde la vegetación mutada se mezclaba con chatarra olvidada, un lugar antiguo donde los sistemas de vigilancia no llegaban, donde podía pensar, donde podía empezar a ser libre.
Sus dedos temblaban mientras tocaba en pequeño disco de metal que llevaba implantado en la nuca, ¿Qué era lo que le habían hecho? ¿Por qué a ella? El viento le acaricio el rostro como si fuera un amante triste trayendo consiguió el aroma metálico de la ciudad y algo más ... una promesa, un destino, una guerra y Abigail estaba a punto de encender la primera chispa.
Se desplomó sobre los escombros jadeando, cerró los ojos y recordó, tal y como si estuviera viviéndolo otra vez:
Un hombre la observaba desde una consola
— ¿Estás segura de que quieres hacer esto? — le preguntó
Ella asintió, no recordaba quién era, aún así su voz le parecía familiar.
— Van a borrarte, a reprogramarte si descubren lo que hicimos.
Y luego: dolor, luz y silencio.
Mientras, alguien la observaba con curiosidad. Despertó sobresaltada, como si sintiera la presencia de un extraño, y buscó, no muy lejos, justo frente a ella, una figura encapuchada la observaba.
— Estás lejos de casa, hace mucho nadie sale de Metrópolis — dijo él, con una voz ronca, varonil — la última vez que vi a alguien correr así terminó irreconocible — esto último lo dijo en tono burlón
Ella se levantó con dificultad, preparando el pulso electrónico de su muñeca en caso de ser necesario.