Los hijos de la Ia: crónicas de una humanidad rota

Sombras bajo la chatarra

Estuvieron parte de la noche caminado hasta encontrar un lugar que les sirviera de refugio, pero ya despuntaba el sol, el amanecer estaba a un suspiro filtrándose por las placas de metal oxidado y la neblina tóxica que envolvía las ruinas. Abigail despertó entre escalofríos, su cuerpo, aunque fortalecido por los implantes mostraba claras señales de agotamiento. Una alerta parpadeaba en la periferia de su visión: "Batería neural: 32%"

Un sonido metálico la hizo girar, no estaba sola, lo había olvidado. Desde la sombra de un contenedor destruido una silueta retorcida se presentó mucho antes que el hombre que le daba forma, estaba vez si lo miró con detenimiento: era alto, de complexión poderosa, con el torso cubierto por una chaqueta de cuero negra que dejaba entrever un brazo tatuado hasta donde la vista alcanzaba, líneas negras y símbolos que parecían antiguos y a la vez tecnológicamente perfectos, precisos, como si alguien hubiera escrito un código secreto en su piel. Su cabello negro caía sobre su frente, pero lo más inquietante eran sus ojos: uno azul intenso, el otro dividido, mitad azul mitad negro como la obsidiana líquida. Un defecto genético o un implante poco común. Abigail no dijo nada, solo lo observó.

— Tranquila - dijo levantando las manos despacio- No voy a hacerte daño ¿A caso no me recuerdas?

Abigail retrocedió un paso, su mano de forma instintiva fue a dar al su cuchillo de defensa en el muslo derecho, pero algo le decía que no atacara, no era necesario.

El silencio cayó como un velo entre ambos, solo se escuchaba el sonido lejano de los ventiladores rotos de la ciudad. Gael se acercó con cautela y arrojo a sus pies una cápsula de energía.

— Vas a necesitar eso si quieres mantenerte despierta, te durará bastante, o eso espero.

Abigail dudó por unos instantes...pero la tomó, sabía que la necesitaba.

Durante horas no hablaron más, ella lo observaba de reojo mientras él inspeccionaba el perímetro, como si supiera exactamente donde esconderse. Aunque no confiaba en él, había algo en su forma de moverse que le resultaba familiar, o quizás era solo paranoia, el eco constante de la huida.

— ¿Por qué me ayudaste? - preguntó de pronto, su voz firme pero algo rasposa

Gael no se detuvo

— Porque ibas a congelarte. Y no me gusta ver morir gente...al menos no se esa forma

Ella frunció el seño, sus labios secos tensándose.

—¿Qué sabes de mi?

—Nada, solo te encontré viva, sola y desorientada en el vertedero sur. Eso no es común, nadie escapa de la Metrópolis.

Abigail apretó los dientes, ¿lo había hecho realmente?

Sintió un ardor en la nuca, su mano fue instintivamente hacia allí, pero no había nada visible, solo calor, un susurro se filtró por su oído derecho, como un eco lejano:

"Localizada...Integridad del protocolo: activa"

Se detuvo en seco.

—¿ Qué pasa? - preguntó Gael girándose por primera vez hacia ella.

— Solo estoy cansada - respondió rápido, intentado ocultar el temblor de sus dedos.

Era mentira, y lo sabía, había sentido algo dentro de ella, una señal, un toque invasivo pero familiar. Cómo si una parte de la IA aún estuviera conectada a ella, tal vez no había escapado del todo.

—¿Tienes implantes?- preguntó él directo, aunque la respuesta era evidente

—Todos los tenemos.

—No como los tuyos, tú llevas algo más.

El aire se volvió tenso, Gael no se movía, pero sus ojos la estudiaban como si fuera una bomba a punto de estallar.

— ¿Acaso crees que soy un experimento? ¿O es miedo lo que escucho en tu voz? -dijo Abigail en tono desafiante- no soy un juguete descompuesto de tu maldita Metrópolis. Solo quiero ser libre.

El se encogió de hombros.

—Todos dicen eso al principio, y no soy uno de ellos.

Una sombra cruzó por el cielo, era un dron, el zumbido agudo a penas duró unos segundos, pero fue suficiente para que ambos se escondieran tras unos pilares oxidados.

Gael la inmovilizó contra la pared en un movimiento rápido y preciso, no fue delicado, solo fue táctica activada en el momento adecuado, reflejos extremadamente preparados para la acción. Su cuerpo se interpuso entre ella y la salida, firme, sin titubeos. Abigail sintió la fuerza del muro en su espalda y el frío del cuero de su chaqueta impregnada en sudor y sangre seca. El aliento de Gael rozó su rostro, no por deseo, sino porque el espacio entre ellos ya no existía.

Abigail lo miró directamente a los ojos, el no se apartó ni un milímetro.

—No te acerques demasiado - espetó ella con el corazón golpeándole en las costillas.

— No lo hago porque quiera- murmuró él - solo intento que no mueras hoy, si te quisiera muerta ya lo estuvieras.

El dron se alejó, ambos se separaron lentamente cuando dejaron de escuchar el sonido de los motores.

— ¿A dónde me llevas?

—A donde la IA no ve...donde están los Desconectados.

Ella sintió una punzada de esperanza, pero también algo más, un presentimiento.




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